UN TRABAJO DE INDAGACIÓN PERSONAL PROGRAMADO EN EL DOCFIELD>14

La cápsula del tiempo de Jordi Parramon

El excocinero con estrella expone su obra fotográfica en la galería H20

Jordi Parramon, fotografiado delante de algunas de las fotografías que expone en la galería H20 de Barcelona.

Jordi Parramon, fotografiado delante de algunas de las fotografías que expone en la galería H20 de Barcelona.

JULIÁN GARCÍA / Barcelona

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La casa en la que Jordi Parramon (Manlleu, 1967) vivió la mayor parte de su infancia estuvo 33 años cerrada. La familia cambió de domicilio y aquella casa quedó intacta, sin que nadie cruzara el umbral ni tocara un objeto, como una cápsula del tiempo esterilizada. En el 2011, Parramón regresó y redescubrió el papel pintado con dibujos de motos de su habitación, las casetes de Joe Jackson, el frasco de perfume de su madre, el jabón del lavaplatos, los catálogos turísticos de viejas vacaciones, los álbumes de fotos, las películas en súper 8… Antes de vaciarlo todo, guardó lo imprescindible y fotografió los espacios congelados en el tiempo: el material que compone la exposición Who am I?, que, enmarcada dentro del Docfield>14, puede verse en la galería H20 de Barcelona hasta el día 27.

«Poner el pasado en su sitio es una forma de terapia para que la vida fluya. La exposición es un modo de honrar a mis padres, a mi familia; una historia de amor hacia mi madre, un modo de ponerlo todo en su sitio. Creo que recuperar los viejos objetos familiares, los recuerdos, y exponerlos en una galería es darle un buen lugar a todo», reflexiona Parramon, quien un día fue un reconocido chef cuyo restaurante de Vic, llamado como él, tuvo una estrella Michelin entre 1996 y el 2000, año en que decidió abandonar la alta gastronomía para dedicarse a una cocina de menor retórica y al estudio de la alimentación saludable, la psicología y la fotografía.

«Siempre he sentido pasión por el álbum familiar. De pequeño yo guardaba las fotos, las ordenaba, y mi madre se enfadaba. Mi abuelo y mi padre eran aficionados a la fotografía. Tenemos miles de fotos. Todo el mundo tiene su historia, y esta es la mía. A veces buscamos por todo el mundo y solemos tenerlo todo en casa», cuenta Parramon, volcado en la indagación interior, el buceo emocional. «Las cosas, siempre, deben salir del alma».

TRAS LOS FOGONES / A Parramon, en efecto, todo le sale del alma: un tipo en búsqueda constante. Alejado de la gastronomía por decisión propia, recuerda con afecto aquellos excitantes años tras los fogones, aunque hoy por hoy parece una etapa superada. «No reniego de aquellos años, al contrario. Sin la cocina no podría haber hecho nada de lo que he hecho después». Fueron años de efervescente actividad. No había transcurrido ni un año desde la apertura del restaurante cuando recibió la estrella en 1996. «Era la primera vez que ocurría con tan poco tiempo abiertos. De algún modo, me tocó abrir un camino en Osona. Luego me ayudó la estrella de Nandu Jubany. Supongo que la gente debió de pensar que si éramos dos, no seríamos tan raros», bromea el excocinero, cuyo plato insignia, las tripas de bacalao con regaliz y patatas estofadas, se convirtió en un clásico instantáneo. «Me acuerdo de cuando apostábamos con Joan Roca quién tendría la segunda estrella...».

 

RENUNCIA A LA ESTRELLA MICHELÍN / Parramon, amigo de la vida simple, humanista, estrechamente vinculado a la naturaleza, se bajó del tren en marcha apenas cuatro años después. «Volando a Milán para dar un taller, me paré a pensar: 'Pero qué vas a hacer allí, si estás yendo y ya quieres volver'. La cocina me gustaba, pero me chupaba 17 horas y me privaba de todo. Vi que había un concierto de Springsteen. Pasé de la charla y me fui a ver al Boss. Al día siguiente lo dejé todo». Devolvió la estrella, viajó por el mundo, visitó países en conflicto, hizo fotos de restaurantes de carretera y, sobre todo, reemprendió su pasión por la psicología y la antropología. Después, abriría el Cardona 7, una apuesta más sencilla por platillos y tapas que acabaría cerrando en el 2011, cuando ya lo había dicho todo.

Ahora Parramon esta volcado en el estudio de la alimentación como fuente de salud y conexión con la vida. «La gente debe ser consciente de la importancia de los alimentos para una buena salud. Yo descubrí que era celíaco y desde que como de forma equilibrada me encuentro mucho mejor. Ahora estoy preparando un libro en el que intento relacionar los efectos de la alimentación inadecuada en el cuerpo, la aparición del cáncer y la agresión del hombre a la naturaleza; la necesidad de ver al ser humano y la madre tierra como elementos armónicos, no separados», anuncia Parramon, cuyo trato afable y habla reposada contrastan con su imparable actividad mental y creativa, siempre en fase de centrifugado. «Me gusta sentirme conectado a la vida verdadera».