Philippe Pastor

El amigo de Alberto que pinta mucho

Su familia posee un tercio de Mónaco, pero él ha huido del culto al dinero y las apariencias, y ha fijado residencia en Barcelona y 'atelier' en el Alt Empordà. Solo le interesa pintar y la naturaleza.

Philippe Pastor, en su piso del Eixample, con el bote de su preciado pigmento azul que usa en sus cuadros

Philippe Pastor, en su piso del Eixample, con el bote de su preciado pigmento azul que usa en sus cuadros / periodico

NÚRIA NAVARRO

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Mónaco es ese inmenso patio de juegos para ricos y famosos. Pero hete aquí que Philippe Pastor (Mónaco, 1961), perteneciente a la familia más rica del principado -posee la mitad de Mónaco y vende la otra mitad, según la leyenda- e intimísimo del príncipe Alberto, ha decidido instalarse en Catalunya harto de tanto culto al dinero y a la vaciedad. "Mónaco es la mayor mafia del mundo", sentencia. Y se ha exiliado a este lado de los Pirineos para pintar --ha comprado una masía cerca de Figueres, donde ha montado su atelier--, y para oxigenarse como un vecino más del Eixample barcelonés. "Cuando uno es artista y ama la naturaleza se lleva mal con Mónaco y los monegascos, que están centrados en la apariencia y todo lo que es falso, y yo detesto lo falso", subraya.

La historia de los Pastor, familia remotamente originaria de la comarca de Osona, empezó en 1880, cuando el tatarabuelo de Philippe, Jean-Baptiste, un tallador de piedra de Liguria, montó en Mónaco una empresa de obra pública. Cuando Rainiero accedió al poder, enterró la vía del tren y la familia recibió la luz verde para construir una línea de rascacielos a lo largo de la avenida Princesse Grace. Se hicieron con una tercera parte de los inmuebles y se dedicaron a la compraventa. Hoy capitanea el imperio Michel Pastor, tío de Philippe, jefe de la rama más propensa a los jets privados, los coches veloces y las fiestas de tiros largos.

"Fui educado en el seno de la familia Pastor, pero también crecí con la familia de mi madre, en la Provenza --explica--. Junto a mi abuelo materno iba de caza, a buscar caracoles y a pescar al río, aprendí a amar la naturaleza. Ese era el lado del amor y de la verdad. Y es lo que intento recuperar en el Empordà". 

Giro a los 35

Pero los dos primeros tercios de su vida tuvieron su punto de extravío. A los 10 años, su madre se separó de su padre, se unió a Adrien Maeght --hijo del galerista de los surrealistas, de Chagall y Kandinsky-- y se mudó a Saint-Paul de Vence. A los 14, Pastor se enredó en las drogas y entró en una espiral de "autodestrucción". Y hasta los 35 fue infeliz ejerciendo de agente inmobiliario, como mandaba la tradición. "Vendía y alquilaba apartamentos, y jamás había visto más tubos de Lexomil [antidepresivo] como en esos apartamentos". Esa evidencia le impulsó a cambiar de rumbo. "Para vivir solo me hace falta un par de tejanos, una cazadora, un pitillo y una moto. La felicidad no la da el dinero sino la libertad de hacer lo que amas", concluye.

Y lo que ama es rodar por el ancho mundo vestido de cuero negro, las obras benéficas --financia comedores sociales en Francia y un convento de monjas de clausura cerca de Saint Tropez--, su hija y la pintura. "Mi arte está centrado en la observación de la naturaleza", explica. Deposita las telas sobre el suelo del bosque durante unos seis meses, de manera que el sol, el viento y la lluvia dejen su rastro, y después corta el fragmento que le interesa. "Espero que los hombres tomen conciencia de que lo más importante es la naturaleza. Eso está en mi obra y por eso rezo cada día".

"Alguien verdadero"

Hoy es un pintor cotizado. Ha expuesto dos veces en la Bienal de Venecia, tiene galería en Miami, ha instalado esculturas ('Les arbres brulés') en Naciones Unidas y en Singapur, cuenta con fans como Bill Wyman, y entre sus clientes están Amancio Ortega y Carolina Herrera. ¿Un artista solo para millonarios? "No vendo un cuadro mío a más de 30.000 euros --explica--, porque lo que me interesa es que mi obra llegue". De hecho, pudo trabajar con los mejores marchantes y lo rechazó, porque no le parecía honesto. "La honestidad es, junto a la libertad, una de mis prioridades".

Así que ahora solo pone los pies en Mónaco para visitar a sus hermanos y a dos amigos. Uno de ellos, el jefe de los Grimaldi. "Para mí, Alberto es Alberto, no el príncipe de Mónaco --matiza--. Es mi amigo desde pequeño. Este verano ha venido a mi casa del Empordà y en Nochevieja estaremos juntos". Y le define: "Es alguien verdadero; un hombre con una capacidad de ser amable con todos aun teniendo 300 obligaciones al año en la agenda". Son tan amigos que Pastor celebró el jueves un 'vernissage' de presentación de su obra en la tienda Azul-Tierra de Barcelona porque se lo pidió él. Estaba previsto para el pasado día 14, pero el príncipe, que quería acudir de incógnito, le explicó que ese día François Hollande visitaba el principado. Pastor pospuso la presentación, aunque un imprevisto real acabó impidiéndole la escapada.