La estremecedora infancia de Modric también merece un Mundial
Emilio Pérez de Rozas
Periodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
Es posible, más que seguro, que si mirásemos, supiésemos, investigásemos, nos relatasen, historias, vidas, de los 800 futbolistas que estaban presentes el primer día en Doha en el inicio del Mundial de Qatar, llegaríamos a la conclusión de que, a excepción del ramillete de escogidos campeones que figuraban entre las selecciones campeonas, podríamos decir sobre muchos que el fútbol les debe un Mundial.
Eso de que el fútbol te debe algo es una frase tan manida como la legendaria, popular y desgastada sentencia del técnico Vujadin Boskov de que “fútbol es fútbol”, pronunciada, probablemente, como justificación de una derrota cuando estaba en el banquillo del Zaragoza, en 1979. Nadie le debe nada a nadie pues, probablemente, analizada la situación (privilegiada, por otro lado) de esos ocho centenares de futbolistas, el fútbol ya le habrá devuelto a cada uno de ellos todo lo que le dieron. O más.
El Mundial de Leo
Ni que decir tiene que este martes (20.00 horas) y miércoleds, a la misma hora, se deciden las dos semifinales y de ellas saldrán aquellas selecciones y futbolistas que el fútbol pretende premiar, el próximo domingo, en la gran final. Y hoy, con Argentina, en Argentina, ante 48 millones de forofos locos, locos, locos, se presenta, de nuevo, un equipo, albiceleste, liderado por Lionel Andrés Messi al que todos, todos, incluso aquellos que mandan en el fútbol (lo ha dicho y repetido varias veces el propio Gianni Infantino, presidente de la FIFA) creen, en efecto, que el fútbol le debe, no más del reconocimiento que tiene, pues es imposible, sino toda una Copa del Mundo para él solito.
Y la pregunta, horas antes de este incierto Croacia-Argentina, sería sí el fútbol le debe un Mundial a Messi, con 35 años, ¿qué le debe a Luka Modric, con 37 años, uno de los futbolistas que más ha contribuido, no solo al aparición de la belleza en un terreno de juego, no solo a protagonizar y enseñar el fútbol más sencillo y eficaz que existe, no solo a las victorias más espectaculares de sus equipos, especialmente Real Madrid y Croacia, sino a la ejemplaridad, imagen, comportamiento, señorío y bondad sobre un campo de fútbol?
Se ha contado muchas veces, sí, pero puede, no sé, digo, tal vez, que sea éste un buen momento, no porque nadie desee y menos yo, que se repare esa deuda (Modric ya es feliz con lo que tiene y ha logrado para los suyos), pero deberíamos recordar la infancia y juventud escalofriante, estremecedora, terrible que vivió Modric, superviviente con su familia (o parte de ella), de la sangrante Guerra de los Balcanes.
El día que mataron a su abuelo quedó grabado en su mente hasta hoy e, incluso, realizó una maravillosa redacción sobre ello siendo escolar
“Él iba con sus animales y siempre volvía a la misma hora”, relató en cierta ocasión, en una redacción escolar, el bueno de Luka Modric, nacido en Zadar, con relación a su abuelo. “Pero ese día no apareció. Volvieron los animales solos. Entonces salieron a buscarlo, pero yo sabía que no lo iban a encontrar”. Sí, lo encontraron, sí, pero acribillado, diríase que fusilado, a 500 metros de su casa. Luka tenía entonces 6 años. Y jamás, nunca, olvidó ese momento de tanto impacto, que tardó casi 30 años en recordar, en volver a verbalizarlo.
El pequeño Luka, que se reconstruyó junto a su familia, es el que hoy, como siempre, saltará al campo liderando, casi invisible y con botines de gamuza, silencioso, pero eficaz como pocos, cerebral como ninguno, una selección, que como todas las croatas, sean de baloncesto, balonmano o con su ya característico gorro de waterpolo, competirá representando a uno de los pueblos más pequeños del mundo, más competitivos de la Tierra y con mejores atletas, sea la disciplina que sea.
"Tuve un camino difícil, pero lo importante es no ceder. Hubo obstáculos, hubo altibajos, pero siempre tienes que creer. Todo me hizo más fuerte"
Mucha gente le ha puesto, contrariamente a lo que sucede, sí, con Leo Messi, fecha de caducidad a Modric en los últimos años. Y él sigue obrando prodigios. En la última Eurocopa, con un más que precioso e impactante gol ante Escocia, se convirtió en el jugador croata más veterano en marcar en ese torneo, con 35 años y 286 días. Curiosamente, como reflejaba, la semana pasada, el diario argentino ‘La Nación’, ya tenía el récord inverso, es decir, se había convertido en el más joven en meter un gol, con 22 años y 273 días, en un encuentro ante Austria.
Aquella redacción escrita a los 10 años que la maestra no solo elogió sino que guardó como oro en paño, contaba que “aunque soy pequeño, he pasado mucho miedo en mi vida. El miedo a la guerra y a los bombarderos es algo que estoy superando poco a poco. El suceso y la sensación de pavor que nunca olvidaré ocurrió hace cuatro años cuando los ‘chetniks’ (nombre que recibían los guerrilleros pertenecientes a una organización nacionalista serbia) mataron a mi abuelo. Yo lo quería mucho. Todos lloraban y yo no entendía por qué mi querido abuelo ya no volvería más. Me preguntaba si a los que le hicieron eso y a los que nos hicieron huir de nuestras casas, se les puede siquiera llamar personas”.
Tras aquel asesinato y con el conflicto bélico creciendo en la región, la familia de Luka caminó 60 kilómetros por bosques y montañas para poder refugiarse en Zadar. Hasta alojarse en el Hotel Kolovare. “Vivíamos cuatro personas en 20 metros cuadrados. No puedo decir que mi infancia no fuera feliz, era dura, pero la recuerdo con alegría. Éramos muchos niños en aquella misma situación y, por suerte, frente al hotel teníamos un descampado donde podíamos jugar a fútbol y lo hacíamos continuamente sin pensar lo que ocurría a nuestro alrededor”.
Rozando el título
En su autobiografía ‘Mi partido’ (2020), Modric contó que llevó a sus hijos Ivano, de 12 años, Ema, de 9 y Sofía, de 4, al pueblo en el que se crío, aunque prefirió omitir algunos detalles de aquellos duros, dolorosos y desagradables días. “Solo quería que lo conociesen, que viesen la aldea donde me crie, pero no les hablé de lo que pasó. En el futuro, habrán cosas que sí quiero contarles, aunque nunca será la historia completa”.
No digo, ¡por Dios!, que Leo Messi no se merezca ¡vaya que sí! una recompensa tan tremenda como esta Copa del Mundo, ya la ha rozado, casi acariciado con las yemas de sus dedos, ni más ni menos que Luka Modric, actual subcampeón del mundo en Rusia-2018. Digo que el líder de la selección que se enfrentará a l ‘Pulga’, también representa a un pueblo ansioso de alcanzar esa misma cima y, sí, tan merecedor de la cumbre como el apasionado pueblo argentino, que ya sabe lo que es disfrutar de ese instante.
“Tuve un camino difícil”, sigue relatando Modric al explicar su vida, “pero lo importante es no ceder. Hubo obstáculos, hubo altibajos, pero siempre tienes que creer. Las cosas que sucedieron me hicieron más fuerte. Puedo decir que soy duro. Cuando pasas por lo que yo he pasado es mucho más fácil aceptar algunas cosas que suceden en tu vida más adelante y, sí, también hablamos de fútbol, claro que sí, donde las victorias se entremezclan con las derrotas”.
Puede que al conocer un poco más el contenido de la mochila de recuerdos duros, o mezcla de alegría y llanto, con la que carga Luka Modric, podamos entender por qué la estrella croata se convirtió en el jugador más elogiado de los cuartos de final cuando, en medio de la algarabía y la euforia de sus compañeros, tras eliminar a Brasil, él se digirió, pausada y concienzudamente, a consolar a su jovencísimo compañero Rodrigo, del Real Madrid, desolado tras fallar un penalti (“fuiste valiente al lanzarlo, recuerda: esto te hará mejor futbolista y de ésta saldrás más fuerte”), al mismísimo Neymar Júnior, que lo acogió en sus brazos, inundando el hombro del croata de lágrimas, y, cómo no, a su amigo Casemiro.
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