Brasil, Neymar, Vinicius y los tres papagayos de 'Tite'

Qatar desde mi sofá 2

Qatar desde mi sofá 2 / Archivo

Emilio Pérez de Rozas

Emilio Pérez de Rozas

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Decíamos ayer. Te acuestas viendo cómo Leo Messi lo hace todo (y más, mucho más) para mantener viva la ilusión de 45 millones de argentinos, pese a no tener equipo. Te levantas al día siguiente y, después de comer, te quedas patidifuso viendo cómo un solo muchacho, intrépido, misterioso, atrevido, que le dijo “no” al mismísimo Real Madrid, llamado Kylian Mbappé, se merienda enterita a una selección y mete a la campeona del mundo, toda una Francia poderosa, en los cuartos con dos golazos, con dos gestos tremendos, casi únicos.

Pero es que al día siguiente, es decir, anoche, cuando crees, cuando piensas, cuando estás convencido que ya no puedes ver nada mejor (o parecido), te acomodas en el sofá y ves aparecer, no solo el uniforme, la camiseta, el escudo con más estrellas que ningún otro, sino toda una selección global, coral, equipo-equipo, brillante, lucido, mortal, suicida, vertiginoso, que no marea la pelota, que no juega al tiki-taka, que no busca 1.045 pases como el Barça de Quique Setién, sino que, en 7 segundos cada una (contados, lo juro), crea tres obras de arte, tres filigranas (el segundo fue de penalti) y demuestra al mundo que es la auténtica candidata al título que se disputa en Qatar, para mayor alegría de 'O Rei' Pelé, a quien le dedicaron, por supuesto, la goleada.

Brasil, puro fútbol

Estoy escribiendo, hablando, narrando, no el sueño, sino la vivencia que he experimentado durante 45 minutos (la segunda parte no existió, ni necesidad que había de ello) viendo a Brasil, que es mucho más que el sufrimiento y la gloria, a la vez, todo junto, el padecer y el disfrutar, el cántico y el llanto, de Leo Messi dirigiendo a su amada Argentina (aunque su vida solo haya existido en Barcelona, desde los 12 años) o la exuberancia prodigiosa, vistosa, demoledora, paralizante de ver en carrera, driblar y chutar a 47 kilómetros por hora de Mbappé.

No, no, señores y señoras, niños y niñas, lo que nos ofreció anoche Brasil es una manera, no de jugar a fútbol, sino de dominar este deporte. Y no me digan, no, que se trataba de Corea del Sur porque todas las demás, todas, han tenido rivales parecidos y no lo hicieron. Bueno, sí, España lo hizo con Costa Rica, pero….sí, pero luego ya no volvió a repetirlo.

Lo que anoche hizo esa muchachada, comandada, de nuevo, por Neymar Júnior (hubiesen hecho lo mismo, exactamente lo mismo, sin él) fue demostrar que al fútbol se puede jugar de muchas maneras, incluso andando, pero se debe jugar mandando, sabiendo lo que uno quiere hacer, interpretar y cómo lo quiere hacer.

Los jugadores de Brasil celebrando uno de sus goles contra Corea 

Los jugadores de Brasil celebrando uno de sus goles contra Corea  / EFE/EPA/Abedin Taherkenareh

Es posible que muchos sientan la tentación de decir (bueno, lo oí anoche mismo en un par de emisoras de radio) que para Adenor Leonardo Bacchi, el seleccionador brasileño, al que todos conocen por ‘Tite’ (apodo de un futbolista que un amigo suyo le recomendó que adoptase), debe ser facilísimo dirigir una plantilla, un equipo, así, plagado de grandes futbolistas. Y, la verdad, todos los que saben de fútbol, pero los que saben de verdad, explican que cuanto mejores, más famosos, campeones y ricos son los jugadores, más difícil es extraer de ellos su mejor versión.

'Tite', el técnico que aprendió de Guardiola, Simeone, Cruyff, Bianchi y Ancelotti, emana autoridad solo con su presencia

Deberían saber que ‘Tite’, que lleva desde el 16 de junio del 2016 dirigiendo a Brasil, se llevó una de las decepciones más grandes de su vida cuando no fue escogido como seleccionador tres años antes. Y, entonces, decidió que se pasaría más de un año preparándose, leyendo libros de Pep Guardiola, del ‘Cholo’ Simeone, de Johan Cruyff, visitando las instalaciones del Arsenal y algún que otro club de la Premier, viviendo junto a Carlos Bianchi y visitando a Carlo Ancelotti para empaparse de todo lo que debía aprender para ser el mejor técnico posible.

Y, cuando fue escogido seleccionador, dijo: “Si estoy aquí, si me eligieron, es, evidentemente, porque no se han dado los resultados y la mejor manera que tengo de contribuir a cambiar esto es aplicar aquellas palabras que han guiado mi vida y mi carrera: transparencia, democratización, excelencia y modernidad”. ‘Tite’, que ayer protagonizó, a petición del goleador Richarlison, el baile de ‘la paloma’, que es el apodo del rubio goleador brasileño, cuando logró su gol, no era partidario de estirar su mando más de tres años, pero ahí sigue, en busca del título mundial.

El seleccionador brasileño Tite entre jugadores al finalizar el partido contra Corea

El seleccionador brasileño Tite entre jugadores al finalizar el partido contra Corea / REUTERS/PEDRO NUNES

Y cuando le preguntan por qué no se ha ido, no solo habla de lo mucho que disfruta con su trabajo, sino del papel que juega como ‘padre’ de toda esa generación de artesanos futbolísticos. “Mire, en un negocio había tres papagayos en venta”, cuenta ‘Tite’. “Uno arriba, otro en el medio y otro, abajo. Al de abajo, lo vendían por 500 reales, cantaba el himno nacional y cualquier canción que oía. El del medio daba la hora y te servía de despertador, pero valía 1.000 reales. Entonces, el comprador preguntó cuánto costaba el de arriba, que ni cantaba ni daba la hora. ‘No, lo siento, pero ese no lo vendo ni por todo el oro del mundo, porque los otros dos cantan o dan la hora a causa del que está ahí arriba, el que permanece siempre arriba’”.

Y, tras soltar una ligera sonrisa, ‘Tite’ añade: “Esa fábula demuestra lo importante que es el que manda para que todo funcione, para irradiar todo ese engranaje de trabajo”.

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