Una pieza intocable

La sonrisa de Busquets

El centrocampista disfruta en la selección tras un irregular y extraño curso en el Barça

MARCOS LÓPEZ

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De repente, y durante este singular año del Barça que no ha sido aún descodificado con la claridad que se merece, Sergio Busquets se convirtió en un jugador más. Engullido por la distancia que originaba el fútbol directo que propuso al inicio Martino y desorientado por el caos final, no pareció ese jugador celestial en el toque, ordenado en el juego, matemático y preciso en sus decisiones que asomó hace seis años, transformado en la bandera del guardiolismo. Un chico de Badia, su pueblo de toda la vida, hijo de Busi, el portero sin manos como lo bautizó el diario deportivo francés L'Equipe, que jugaba en Tercera, que entró como un huracán en la élite hasta transformarse en el otro Vicente del Bosque. «Si fuera jugador, me gustaría ser Busquets», dijo el seleccionador hace cuatro años tras aquella derrota ante Suiza, en el debut del Mundial 2010, que parecía abrir la puerta de la tragedia.

Pero Sergio Busquets Burgos, que cumple 26 años el 16 de julio y al que siempre le ha gustado presumir del apellido de su madre, se plantó en el cruce de caminos, levantó la vista, ordenó a España con ese juego simple, pero a la vez complejo -él nunca está en el sitio; llega, toca la pelota y se va como un sigiloso ladrón que no deja huellas- que revolucionó y asombró a todos. Guardiola lo vio antes que nadie. Del Bosque tardó nada en unirse a la secta futbolística del hijo de Busi. Ahora, seis años más tarde, todos han comprendido que es un futbolista colosal. Incluso en esa extraña temporada que le ha tocado vivir en el Barça de Tata Martino, más desamparado que nunca, navegando a mar abierto, donde los espacios entre la defensa y el ataque eran océanos incontrolables y ni él, un jugador con garfios en las piernas, que roba pelotas imposibles, ha podido resistir.

Olvidando las lesiones

A Curitiba, y superadas esas inacabables molestias en los isquiotibiales que no le han dejado vivir tranquilo, llegó esta semana un chico nuevo. Sonriente, cómplice en sus charlas con Diego Costa. Relajado. Calmado. Dolido, eso sí. Dolido porque en este curso ha sufrido tanto en el campo -en el caos parece lo que no es, un jugador normal- y fuera, tremendamente atosigado por aquel supuesto pisotón a Pepe. «Lo del pisotón es una tontería. No sé si le rozo o le paso cerca, pero ni mucho menos se me pasa por la cabeza pisar a nadie», dijo hace casi tres meses. «Si lo hubiese hecho, Pepe se hubiera revuelto o tendría la marca de un 45 de pie», agregó el azulgrana.

Desde entonces, Busquets huye  de los periodistas, pese a reconocer que pagan justos por pecadores (la campaña desde Madrid fue tremenda) esquiva los micrófonos y vive en su mundo. Como siempre ha hecho. Y cada vez más mirando aliviado su cuerpo después de una temporada llena de problemas físicos. Empezó en septiembre con una elongación muscular en el bíceps femoral de la pierna derecha y acabó en mayo cuando sufrió un golpe en la cadera tras chocar con Tiago en la última jornada de Liga que le hizo temer lo peor, imaginando que tan mal año acabaría sin Mundial.

No fue nada grave. Y ahora está en Curitiba, sonriendo feliz por el reencuentro con el balón («aquí el ambiente es espectacular», dijo ayer), disfrutando del placentero sonido que proporciona el primer toque vertiginoso y rápido del cuero sobre el césped. «Toc, toc, toc, toc...» se escucha estos días en el campo del CT do Cajú. Y un joven nada farandulero (no tiene Twitter ni usa redes sociales), amigo de la pelota, dirigiéndola con exquisita precisión casi con la mirada. Unos metros más allá, un hombre con bigote también sonríe al ver la pelota volar sobre la hierba.

Es, claro, Del Bosque. O, tal vez, sea Busquets dentro de varias décadas. Fanáticos ambos de un estilo único. Madridista uno; culé de toda la vida el otro. «Cuanta más posesión tengamos, peor para el rival», argumentó Busquets, alertando sobre la nueva Holanda que tendrán el viernes en el estreno. «Han cambiado muchas cosas. Muchos jugadores, sobre todo en la defensa, el entrenador es nuevo» dijo sobre Van Gaal «y hasta el sistema será nuevo». Lo que no cambia nada es él. Un jugador antiguo, de otra época, de otro siglo, más moderno que nunca. Por eso, Del Bosque quiere seguir siendo Busquets.