Un menor con autismo, obligado a pagar el menú de un bufé a pesar de llevar su propia comida

Un niño con autismo juega con su colección de trenes, el 16 de marzo pasado.

Un niño con autismo juega con su colección de trenes, el 16 de marzo pasado. / Efe / Sáshenka Gutiérrez

Mónica Ros

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Decidieron salir a un restaurante a comer, todos juntos, en familia. No es algo frecuente en esta familia donde uno de los hijos, G. tiene un autismo severo. Sin embargo, así lo recomendó el especialista. Les instó a que fueran a sitios donde no suelen ir, ya que las familias de personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA) no suelen salir demasiado de sus zonas de confort.

Así que el pasado sábado, Gemma Solis y su familia, como parte de la terapia para G., salieron a comer a un restaurante que, hasta hace dos días, a ella le encantaba, siempre recomendaba y al que ya no volverá. Se trata de un bufé libre, en Burjassot (Valencia). Como tantos otros tiene una marca en la entrada. En función de la medida del niño se paga un menú infantil, de adulto o solo la bebida.

Gemma y su familia llegaron al bufé y explicaron en la entrada que G. tiene autismo severo, un grado de discapacidad del 65% y que, debido a su circunstancia, habían traído de casa su comida, su bebida y hasta su popio menaje (vaso y cubiertos). "Primero me dijeron que tengo que pagar, porque es un bufé y es su norma, aunque no coma. Y después me dicen que, como una excepción, puede entrar. Pero solo hoy [por el pasado día 7]. Yo les digo que esto es discriminación a una persona con discapacidad intelectual y enseño la documentación en la que pone que tiene un 65% de minusvalía y autismo grado III. Vuelven a repetir que tenemos que pagar, o que me ponen precio de niño, pero que a partir de un metro de estatura hay que pagar. Al volver a las dos horas a por la hoja de reclamación me dicen que ellos no han dicho eso".

Reclamación

Así consta en la reclamación de la familia presentada en este restaurante. "Como una excepción nos dejaban pasar, pero teníamos que pagar el menú. Que solo por estar sentado tenía que pagar, que esas eran las normas. Por eso nos hemos ido y por eso no vamos a volver jamás. Luego han negado la mayor, pero esa ha sido la respuesta. Es increíble y es muy triste. Reclamamos y alzamos la voz para que estas actitudes no se repitan", explica la mujer a 'Levante-EMV', diario de Prensa Ibérica (grupo editorial al que pertenece EL PERIÓDICO DE CATALUNYA).

El restaurante se defiende en las alegaciones presentadas asegurando "que la clienta nos ha dicho que llevan un táper para uno de sus hijos y que si pueden entrar, porque en la entrada pone que la entrada al bufé obliga al pago de menú por persona y una bebida. Y le dijimos que de normal no se puede pero que haríamos una excepción. Nunca hemos tenido casos. Les dijimos que entraran y se quedaron hablando entre ellos y mirando los precios, y nos dijeron que se iban. A las 16.45 horas volvió la clienta para pedir la hoja de reclamaciones".

Discapacidad intelectual, la gran desconocida

La mujer asegura que si no interpuso la reclamación en el momento fue para "evitarle un disgusto a mis hijos e intentar buscar otro restaurante cuanto antes. Así fue. Nos fuimos a otro bufé en Paterna [también en la provincia de Valencia] y por supuesto que nos dejaron entrar sin pagar nada por G. En el bufé de Burjassot me puse nerviosa porque no me lo esperaba, la verdad. De hecho, tengo testigos que empatizaron conmigo, ya que había otra clienta que era PT (maestra de Pedagogía Terapéutica). Nos dicen que visibilicemos a nuestros hijos, nuestras situaciones y nuestras rutinas. Que salgamos de la zona de confort y busquemos la integración real. Pero con conductas así todo se complica. Esto es una lucha constante. Tengo dos hijos. Mi hija tiene todos los derechos, eso es así. Pero yo quiero que mi hijo también los tenga. Exactamente los mismos que tiene su hermana. Por eso, una vez comimos tranquilamente en otro restaurante, volví al bufé de Burjassot a poner una reclamación. Y lo hago, precisamente, para que esto no le pase a otra familia como la mía. Para que avancemos. La discapacidad intelectual es la gran desconocida y la gran discriminada".

La familia también quiere recalcar que una persona con autismo en grado III "nada tiene que ver con un grado I o un grado II. Las dificultades se triplican y necesitamos empatía y comprensión. Lo que estaba previsto como un día diferente en la rutina de G., que nos ayudara a crecer como familia, nos supuso un disgusto grande".