Una propuesta novedosa
La disco más pequeña del mundo es gratis y está en Madrid
Una cabina con música permite vivir una experiencia muy divertida
Inés Álvarez
Periodista
Periodista de televisión. Antes trabajé en revistas especializadas y colaboré en el 'Diari de Barcelona'. En 'EL PERIÓDICO de Catalunya' he pasado por las secciones de Cosas de la Vida, Gente, Dominical, Opinión, Edición y Televisión/'Teletodo'. Jurado de los Premis Zoom 2019 y Zapping 2021, 2022 y 2023.
Inés Álvarez
Martes y 13. Son las diez de la mañana y llueve torrencialmente en Madrid. Pero un bailoteo a ritmo del ‘Dancing Queen’ de Abba puede alegrarle el día a cualquiera. Por lo que es un buen momento para visitar la discoteca más pequeña del mundo (aunque no la unica, hay tres en Berlín), que está en Madrid. Teledisko es una especie de cabina situada en los jardines del Instituto Goethe (cerca del paseo de la Castellana), que en un mínimo espacio te ofrece, gratis (por ahora), música (el repertorio no es muy extenso, pero están grandes 'hits' bailables como ese tema de Abba; 'Umbrella', de Rihanna, y 'Barbie GIrl', de Aqua, entre otros), y un ambiente discotequero en toda regla al que no le falta el humo, las luces intermitentes y la típica bola.
Para acceder basta con elegir una de las canciones en la pantalla situada en el exterior (si das a la opción de foto debes introducir tu correo, y aunque da pinta de no servir de nada, te llega). Al principio parece que la cosa no funcione, porque no se puede oir sonido alguno, pero te diriges a la puerta, la abres y ¡empieza la fiesta! Una fiesta individual o de máximo dos personas a las que no les importe el roce, porque el espacio es mínimo.
Ambiente discotequero
Lo primero que te encuentras, además de una pared forrada en ‘skay’ plateado lo que le da un aire muy ochentero son unos botones que cumplen lo que prometen. Porque nada más entrar se activa el humo, las luces, gira la bola... ¡y a baliar’ Y, lo mejor de todo: nadie te ve. La sensación de desahogo está garantizada. Algo parecido a lo que debían de sentir las almas pecadoras cuando salían del confesionario (el símil viene por aquello de tanto en un lugar tan minúsculo).
Se acaba la música. Abres la puerta y compruebas que el ‘síndrome de ‘La cabina’ (referencia apta solo para ‘boomers’; la 'generación Zeta' puede consultar en Google: cabina Mercero) que, en algún momento, pudieras haber sentido se desvanece. Y en el exterior sigue siendo una mañana gris, húmeda y reina el silencio. Para ti ha salido el sol.
La idea de montar la microdiscoteca la tuvo el berlinés Benjamin Uphues en 205, que decidió darle un uso lúdico a las cabinas de teléfono en desuso tras la irrupción del móvil. Allí hay tres, pero son de pago. En París, Estocolmo y Viena también se ha podido disfrutar la experiencia. ¿Para cuándo una en Barcelona?
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