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La vida de unas bragas y quienes las fabrican: un documental muestra el lado oscuro de la industria textil

En el festival Moritz Feed Dog se ha presentado un filme sobre esta prenda íntima, contada a través de cinco mujeres, desde la trabajadora en los campos de algodón de Uzbekistán hasta una tintorera de la India, eslabones de una cadena de producción global muy, pero que muy opaca

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Fotograma del documental 'The Story of a Panty and of Those Who Make It' ('La historia de unas bragas y la gente que las fabrica), de Stéfanne Prijo.

Fotograma del documental 'The Story of a Panty and of Those Who Make It' ('La historia de unas bragas y la gente que las fabrica), de Stéfanne Prijo. / MORITZ FEED DOG

Laura Estirado

Laura Estirado

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Desde el miércoles pasado, el festival Moritz Feed Dog ha proyectado en Barcelona un amplio catálogo de películas con las estrellas más glamurosas de la moda y el cine. Desde la sesión inaugural, sobre Tilda Swinton: la antidiva de Hollywood, hasta filmes sobre Coco Chanel, Jacquemus, Versace, la mítica diseñadora de vestuarios de series como 'Sexo en Nueva York', o de películas, como 'El diablo viste de Prada', Patricia Field, hasta la cinta de clausura, dedicada a la vida secreta de Rock Hudson.

Pero también ha tenido cabida la denuncia del lado más oscuro de la industria textil, el 'fast fashion'. La cinta belga 'The Story of a Panty and of Those Who Make It' ('La historia de unas bragas y de quienes las fabrican'), de la realizadora Stéfanne Prijot, es un descomunal manifiesto de una hora que saca los colores a toda una cadena de producción global que explota a sus trabajadores más débiles, sobre todo mujeres, que malviven en países del continente asiático.

Precio asequible y coste real

Lo normal es que nunca veamos cómo se fabrica la ropa que vestimos; llega a nuestras manos desde la aséptica estantería de una tienda bien iluminada. Pero a estas alturas casi todos sabemos que el precio asequible de una prenda no se corresponde con el coste real de su producción.

¿Cuál es el precio humano y medioambiental de nuestro consumo excesivo en Occidente? Sequía, pesticidas, fertilizantes, trabajadores enfermos, condiciones laborales deplorables... Por no hablar de que la industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo, responsable de entre el 8% y el 10% de las emisiones de globales de CO2, y de que es también la segunda que más agua consume, además de ser responsable del 20% de las aguas contaminadas.

A partir de una pequeña prenda, unas humildes bragas, se presenta un viaje de miles de kilómetros en el que se cuestiona el valor que le damos a la ropa, y a la vida de quienes la fabrican.

La conexión entre 5 mujeres

El proceso de confección de esta pequeña pieza de ropa conecta varias vidas. Como la de Sayora, una agricultora de los campos de algodón uzbekos privada de libertad de expresión (su nombre real es otro pero no lo quiere dar ni mostrar su cara), a la que pagan 20 céntimos por kilo de algodón y dos chuscos de pan, y que asegura que "los humanos no tienen dignidad" en aquellas tierras. También sabemos de Janaki, una joven hilandera india que tuvo que dejar la escuela para ir a la fábrica (horarios interminables cada día a cambio de un sueldo de 37 euros al mes); y de Mythili, una tintorera de la India que sueña con ser madre, pero ve que el agua de los ríos donde ella vive son rojos y tienen espuma blanca.

La cinta también retrata la vida de Risma, activista por los derechos de los trabajadores en Indonesia (donde las jornadas de las fábricas son de auténtica esclavitud, desde las seis de la mañana hasta las ocho de la tarde), y la propia madre de la directora de la cinta, Pascale, que regenta una pequeña tienda de ropa en Bélgica que, desde que las fábricas se trasladaron fuera hace 30 años, ya no puede vender ropa 100% producida en su país, antaño "cuna de las mejores marcas del mecado". Se queja la empresaria de que "hoy en día es casi imposible seguir el rastro de la manufactura de las prendas, pues ni las etiquetas lo aclaran. El diseño puede ser belga o francés, pero se cose en Túnez o China".

"Desde que era niña ayudaba a mi madre a desembalar la ropa y a guardarla en los estantes de la tienda. En aquella época, la gran mayoría de la ropa vendida se producía en Bélgica. Tres décadas después, el origen de la ropa ha adquirido un aire más asiático", asegura con sorna Prijot.

"En 20 años, la producción de ropa se ha duplicado. Obviamente, esto tiene un enorme impacto en nuestro planeta. Para estar a la altura de las exigencias actuales del sector textil, es necesario multiplicar todos los recursos", continuá la realizadora, que explica lo que ha pasado en este tiempo con el mar de Aral de Uzbekistán. A principios de los años 60 del siglo pasado, cubría una superficie de 66.458 km2 (más del doble de la superficie de Bélgica). Pero la intensificación de la agricultura del algodón, que requiere mucha agua, ha hecho que el mar de Aral pierda el 90% de su superficie.

Enfermedades del 'fast fashion'

Otro ejemplo, en la India también ha aumentado el número de trabajadores que padecen cáncer, así como los casos de infertilidad y de niños que nacen con discapacidades. La mayoría de la ropa que usamos contiene sustancias químicas que pueden tener efectos nocivos para nuestra salud.

Es el coste humano del 'fast fashion': las marcas subcontratan su producción en países con economías de bajo coste donde la mano de obra no cuesta casi nada. Los trabajadores se ven presionados y obligados a alcanzar cuotas de producción. Los jefes de fábrica, por su parte, responden a los directores de las principales marcas, quienes a su vez responden a la creciente demanda en Occidente. En Indonesia, los trabajadores se han unido en un sindicato para exigir un salario mínimo digno, mejores condiciones laborales y, sobre todo, un cambio en la legislación a nivel nacional.

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