Moda y mujeres: una revolución pendiente

Las olvidadas de la moda: del ejército de anónimas modistillas a las diseñadoras ninguneadas por la historia

Es de justicia reconocer el mérito de las 'petit mains' que hicieron grande esta industria y traer a la memoria a las mujeres más importantes de la alta costura española relegadas por la cultura del patriarcado

Multimedia | La paradoja de la moda: si las mujeres son el 80% de la industria, ¿por qué mandan los hombres?

Ana López (la última de la derecha) y su hermana Joaquima (de blanco), con otras modistas del taller de Balenciaga en Barcelona.

Ana López (la última de la derecha) y su hermana Joaquima (de blanco), con otras modistas del taller de Balenciaga en Barcelona. / FONDO ANA LÓPEZ / FUNDACIÓ ANTONI DE MONTPALAU

Laura Estirado

Laura Estirado

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Hay una escena que da buena cuenta de dos mundos que convivieron en Barcelona desde los años 30 y hasta casi los 70 del siglo XX: el exclusivo, glamuroso y carísimo de las casas de alta costura y el del trapicheo y la economía sumergida de los talleres donde se cosían aquellas obras de arte. Eran los tiempos en los que ellos, los maestros, ideaban y las 'petit mains, las costureras o modistillas, ejecutaban, encumbrando con su talento al creador

"Me explicó la modista Ana López que cuando salían del taller de Balenciaga [el que tuvo en la calle Santa Teresa, número 10, de 1935 a 1968, cuando cerró la casa], les esperaban en la puerta las señoras, dentro de sus cochazos, y les decían: 'ven, guapa, ven, acércate, ¿nos harías esos vestidos para nosotras?'". La anécdota la explica a este diario Josep Casamartina, director de la colección de joyas textiles Antoni de Montpalau, historiador de arte, arquitectura y moda, y una de las personas que más sabe tanto de alta costura como de las manos que la cosieron. No en vano organizó en 2019 la exposición 'Moda i Modistes' en el Museu d’Història de Catalunya, justo homenaje y reconocimiento a las miles de costureras anónimas, "las grandes menospreciadas de la historia de la moda y las grandes ausentes de los museos textiles, si bien fueron las grandes difusoras de la moda y las que hicieron la moda real", recalca el experto. 

Mal pagadas y sin seguro

"Las modistas corrían mucho para que las señoras no las interceptaran, porque comprometían sus empleos. Si al final accedían, cobraban muy poco por el vestido. Y si en la casa se daban cuenta de que sacaban patrones, las echaban a la calle. De todas maneras, no estaban aseguradas, y en verano, cuando bajaba la faena, se las despedía", prosigue Casamartina, que cuenta que López tenía otras hermanas que también trabajaban en el taller del Maestro, y que fueron "las principales falsificadoras de Balenciaga", aunque quizá no llegaron a pillarlas, ya que el de Getaria se las solía llevar a París cuando presentaba colecciones, y hasta se las cedía para algunos trabajos puntuales a su amigo Givenchy.

"Era un mundo muy machista. Hasta finales del XVIII, una mujer no podía ser modista de profesión, solo si se le moría el marido y no se casaba. Aún hasta los 70 del siglo pasado, los cortadores solo podían ser hombres. La alta costura clásica estaba dominada por hombres, pero es que además, en aquella época, a las señoras les gustaba ir a modistos masculinos, la mayoría gais", sostiene el historiador.

Santa Llúcia, 1951: Vicenta Belsa y sus compañeras del taller La Innovación.

Santa Llúcia, 1951: Vicenta Belsa y sus compañeras del taller La Innovación. / FUNDACIÓ ANTONI DE MONTPALAU

"Hasta finales del XVIII, una mujer no podía ser modista de profesión, solo si se le moría el marido y no se casaba"

Crear vs copiar

Asegura Casamartina que las hijas de aquellas modistas le han contado que sus madres "eran creadoras", pero él sostiene que "las modistillas normalmente copiaban, reinterpretaban, a veces compraban patrones y se los intercambiaban entre ellas. Entre otras cosas, porque no se puede crear una colección de alta costura y al mismo tiempo coser encargos de clientas. Has de parar, pensar, buscar telas, crear unas formas...".

Las modistillas, que trabajaban en sus casas o en talleres de variado prestigio, fueron legión y tuvieron una amplia persistencia en el teatro y la cultura española del siglo XIX y XX, donde a menudo se las estereotripaba como muchachas de escasa valía intelectual. Sin embargo, "ese batallón de mujeres fueron las grandes traductoras de la pasarelas a la calle, mucho antes de existir Zara. No solo copiaban, muchas adaptaban y hacían sus diseños. En el siglo XXI, por fin, se les está empezando a dar el lugar que merecían", suspira.

Jóvenes en una clase de corte y confección de la profesora Teresa Rocabruna, en la academia municipal de Sabadell, en 1930.

Jóvenes en una clase de corte y confección de la profesora Teresa Rocabruna, en la academia municipal de Sabadell, en 1930. / MUSEU D'HISTÒRIA DE CATALUNYA / 'MODA I MODISTES' / ARXIU HISTÒRIC DE SABADELL / FRANCESC CASAÑAS RIERA

"Ese batallón de costureras fueron las grandes traductoras de la pasarelas a la calle, mucho antes de existir Zara"

Las niñas, a coser

Hasta los 60 del siglo pasado aprender a coser era una cosa que se inculcaba a las niñas. A los 13, se las sacaba de la escuela y se les daba una máquina de coser, "para tener a las chicas entretenidas hasta los 18 o 20 años, que se casaban", asegura el historiador. "Podían ir de aprendiza con una modista conocida o a una escuela de corte y confección, y luego subían en la escala a medio-oficialas y oficialas. Había las que trabajaban para las casas de alta costura pero al mismo tiempo también por su cuenta, las modistas de barrio o de pueblo, y las modistas que yo llamo 'reinonas', que iban invitadas a las desfiles de París y podían llegar a comprar patrones auténticos de Christian Dior que valían millonadas...", enumera Casamartina.

Y es que toda la alta burguesía catalana tenía una modista, o dos. Los vestidos para la temporada del Liceo y grandes eventos se los hacían en las casas de alta costura, y luego las modistas les cosían otros vestidos bonitos, a veces copias o inspirados en, para "acabar de cerrar el armario". 

Las "relegadas"

Las más buenas trabajaban en los talleres de Balenciaga, Pertegaz, Pedro Rodríguez, Santa Eulàlia y, por supuesto, para los de Asunción Bastida y Carmen Mir. Estas dos fueron grandes diseñadoras de alta costura, pero, a juicio del experto, "han quedado relegadas en segundo término y eso que fueron de la Cooperativa de Alta Costura Española, fundada en la década de 1940".

📌Asunción Bastida

Bastida (Barcelona, 1902 - 1995) nunca quiso ser modista, sino diseñadora. "Su padre se lo prohibió, y no lo pudo hacer hasta que se casó con Marcelino Mases y, en 1926, abrió un negocio de género de punto en el Paseo de Gràcia, que se llamaba Modas Mases, luego Modas Mases de Asunción Bastida y, finalmente, Asunción Bastida, su casa de alta costura, ya en los 30", cuenta Casamartina. "Tuvo casa en Madrid en los años 30 y fue de las primeras en España que hizo vestidos de noche con lino y algodón, telas que no se consideraban de lujo. También fue adelantada en hacer en España, en los 50, 'prêt-à-porter', y colaboró con el modisto francés Jacques Heim, el precursor del bikini, para lanzar un línea joven". El vestido de novia de Lola Floresen su boda con El Pescaílla fue obra de Bastida.

Vestido de alta costura de Asunción Bastida, fechado en 1945, y figurín de la temporada Otoño-Invierno 1946-1947.

Vestido de alta costura de Asunción Bastida, fechado en 1945, y figurín de la temporada Otoño-Invierno 1946-1947. / FUNDACIÓ ANTONI DE MONTPALAU / JORDI PUIG / MUSEU DISSENY HUB / FONDO ASUNCIÓN BASTIDA

📌Carmen Mir

Mir (Balsareny, Bages, 1903 - Barcelona, 1986) se formó como modista y se estableció en Manresa antes de dar el salto a la capital catalana, en 1948. Tuvo de colaboradora a Elsa Peretti, afamada diseñadora de Tiffany & Co; viajaba dos veces al año a París; se inspiró en Balenciaga y Givenchy; abrió sucursal en Madrid; presentó colecciones en Nueva York, y uno de sus grandes hitos fue cuando la NASA organizó un desfile en Houston para celebrar la llegada del primer hombre a la Luna. Mir diseñó una pieza inolvidable que imitaba el traje de Neil Armstrong. Antes, también se ocupó de los uniformes de la delegación española para los Juegos Olímpicos de México de 1968. 

Vestidos de alta costura de Carmen Mir, fechados en 1953 (izquierda) y en 1954,

Vestidos de alta costura de Carmen Mir, fechados en 1953 (izquierda) y en 1954, / FUNDACIÓ ANTONI DE MONTPALAU / JORDI PUIG

"Eso era en los 60. Pero a ellas no se les ha hecho justicia. Se las ha ido dejando de lado, y son de la generación de Pertegaz o Pedro Rodríguez... En su caso, se las ha obviado porque eran mujeres; ellos eran grandes diseñadores y ellas, modistas", lamenta Casamartina.

Una injusticia, que ya es hora de reparar.

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