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Refugiados: No vienen, huyen

Un niño camina entre el barro en un campo de refugiados próximo a la frontera con Macedonia, cerca de Idomeni (Grecia).

Un niño camina entre el barro en un campo de refugiados próximo a la frontera con Macedonia, cerca de Idomeni (Grecia). / AFP / SAKIS MITROLIDIS

Que cómo se visten ArrimadasAlborch y la Pedroche o se desviste la  Kardashian, los ceñidos pantalones de Guardiola o los calzoncillos de  Ronaldo y la incorporación del icono femenino con faldas paritarias en los semáforos de Valencia llenen páginas de diarios y ocupen los  titulares en las noticias no sorprende a nadie...Sin embargo, yo no  entiendo cómo en las actuales circunstancias nos ocupamos de la paridad representada en la denominación sexista o no del Congreso de los diputados y diputadas. 

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A mí me importan los que siendo hombres, mujeres y niños no tienen ni siquiera denominación personal, solo son refugiados. Cientos de miles de personas a las que se les advierte de que "no vengan" omitiendo de cuajo el fondo de la cuestión. Y es que no vienen, ¡huyen! Se dejan literalmente la piel por el camino, se arrastran a sí mismos para salvaguardar a su familia, su  vida, y no los distinguen una falda o un pantalón, no. Solo tienen la paridad del horror, de la angustia, del frío y del hambre. Así que no  tienen día que les rememore, no tienen colectivo 'okupa' que les eche puertas abajo y les coree...Lo único que tienen es miedo, y eso no vende.

Nunca entendí el Holocausto, los trenes desbordados camino de  la muerte, la persecución selectiva en escuelas, en casas, en  pueblos... El silencio y el mirar para otro lado, la impunidad, la  pasividad... Cada día, cuando veo o leo que estos hombres y estas mujeres que sufren frío, hambre, enfermedades, pena, dolor,  inmundicia, soledad, pudor, miedo, angustia, son solo una piedra arrojadiza que nadie quiere, siento asco y una infinita vergüenza.

Tras  mucho divagar han encontrado un término poco sexista para llamarles  sin escandalizar: refugiados. Hacinados como bestias en campamentos como el de Calais, donde no hace falta exterminarles porque estamos dejando que se mueran solos. Me pregunto cómo explicaremos esto a nuestros hijos, a nuestros nietos. ¿Qué justifica que no adoptemos una solución conjunta para poner remedio a tanta barbarie? ¿Qué hacen  nuestros gobernantes? ¿Realmente cree Europa que seis mil millones, o  siete mil o los que sean, bastan para cubrirles con un tupido  velo? 

Se están muriendo ante nuestros ojos ahora mismo; en este  momento están gritando al viento y no hacemos nada. No pasa nada. Nadie ha puesto su lánguida figura de hombre o mujer, con faldas o sin ropa en la intermitencia muda de un semáforo que siempre está en rojo. Para que no vengan. Para que no pasen. Cumbres, silencios,  llantos y vergüenza. 

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