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¿No podemos estar quietos durante una obra de teatro de hora y cuarto?
Fui al teatro a ver La Plaça del Diamant, con Lolita Flores. Excepcional ella para empezar. Su interpretación, la contención de un gesto con el que dice todo, el susurro de su grito. Ffantástica. La escenografía, tan sencilla como delicada, la insinuación de la melodía, un suma de detalles que por mínimos resultan esenciales. Lo hubiera pasado de lujo si no hubiera sido por el público. ¿Qué nos está pasando?
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La obra duraba apenas una hora y cuarto. Desde el momento que se apagaron las luces, antes de salir Lolita a escena, fue un festival en la platea: botellas de agua destapándose, cremalleras de bolsos, caramelos, móviles (perdí la cuenta de las veces que sonaron), susurros y una epidemia de tos profunda. No entiendo nada. ¿No somos capaces de estar una hora sentados y en silencio sin movernos?
Fue un constante ir y venir de molestos ruidos durante toda la representación que me irritaron y me despistaron. Me molestó como espectadora. Y me pareció una falta de respecto inmensa para con la artista que estaba en el escenario. Lo más preocupante es que he tenido la misma sensación las últimas tres veces que he ido al teatro.
Observo lo que ocurre a mí alrededor y la platea del teatro me parece una metáfora de cómo estamos viviendo en sociedad. Me da la impresión que cada vez pensamos menos en el otro y nos instalamos más en el yo. Si estoy en lo cierto deberíamos preguntarnos ¿Qué nos está pasando?