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Desde pequeño mi mayor pasión ha sido la música. Ya fuera escuchándola solo en mi habitación o bailándola en el salón de mi casa, en familia. Aún así, mis padres no me apuntaron a ninguna escuela de música hasta que yo no se lo pedí yo, cuando ya tenía 15 años. No creo que sea culpa de nadie, simplemente que hasta esa edad no me plantee la posibilidad de poder estudiarla, ya que en mi colegio, por ejemplo, nunca se ha impartido esta asignatura.
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Y es ahí donde nuestro país comete un error. En muchas escuelas de los países escandinavos, que casualmente son los que lideran el informe PISA, aprender a tocar un instrumento es obligatorio desde que empieza la escolarización. Ese hecho hace que países como Suecia sean pioneros en producción de música pop a nivel mundial, mientras que aquí en España si le explico a alguien que quiero estudiar producción musical no acaba de entender exactamente qué quiero estudiar.
Dejando esto al margen, el hecho de potenciar la educación musical en las escuelas a una edad temprana beneficia al niño en todos los sentidos posibles. La música y la experimentación de esta desarrolla habilidades diversas relacionadas con diferentes aspectos de la vida: desde la capacidad auditiva, hasta la empatía, la capacidad de cooperar o la de resolver problemas.
Pienso que los colegios deberían invertir más tiempo en una asignatura como la música dentro de las 27 horas semanales a las que se someten los alumnos en nuestro país.