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Carta de despido para Rajoy

Mariano Rajoy, en la rueda de prensa extraordinaria que ha ofrecido este viernes en la Moncloa.

Mariano Rajoy, en la rueda de prensa extraordinaria que ha ofrecido este viernes en la Moncloa. / DAVID CASTRO

Jesús Pichel

Dice Mariano Rajoy, presidente del gobierno y del Partido Popular, que la moción de censura presentada por el PSOE tras la contundente sentencia del caso Gürtel es mala para España, mala para los españoles, introduce muchísima incertidumbre y es lesiva para el futuro de todos los ciudadanos. No ha dicho, sin embargo, lo que muchos pensamos: que lo malo para España y para los españoles ha sido la sistemática corrupción político-empresarial durante tantos años de miembros destacados de su partido -aunque no solo del suyo, ciertamente. Y no le ha hecho falta decir de palabra lo que decía su cara asustada: que la moción de censura es muy mala para él y para el PP.

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Por pura salud democrática, la moción debería ser apoyada por toda la oposición, sin excepciones ni excusas, no tanto para investir a Pedro Sánchez como para reprobar al presidente del gobierno y del condenado PP. La unión contra natura de los votos de Unidos Podemos y Ciudadanos, o de Ciudadanos y los partidos nacionalistas (ERC, PDeCAT, PNV, BILDU) estaría políticamente justificada porque esta vez no se trata de defender los programas de cada uno, ni de de dar un cheque en blanco al PSOE de Sánchez, sino de darle la carta de despido a Rajoy.

Facilitaría esta excepcional confluencia de votos que Sánchez, en su defensa de la moción, se comprometiera a convocar elecciones dentro de un año -plazo legal mínimo que la Constitución establece- y entretanto el nuevo gobierno no fuese más allá de gestionar la Administración y de atender las necesidades sociales y económicas más urgentes, y los compromisos internacionales.

Dice Rajoy que Sánchez está dispuesto a ser presidente a cualquier precio, pactando con ERC, con el PDeCAT, con BILDU o con Compromís. Lo dice como si estos no fueran tan representantes legítimos del pueblo soberano como él mismo lo es mientras ocupe su escaño; como si pactar con esos partidos fuese un grave problema. Lo dice ocultando que la corrupción demostrada no es solo un problema, sino un delito.

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