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Carta de una chica de 17 años: "Estoy harta de que me hagan sentir como un trozo de carne en la discoteca"

Arriba, sesión inaugural del Ker Club el pasado jueves. A la izquierda, imagen virtual del VIP Moet de Sutton y, al lado, ambiente en el nuevo Marhes.

Arriba, sesión inaugural del Ker Club el pasado jueves. A la izquierda, imagen virtual del VIP Moet de Sutton y, al lado, ambiente en el nuevo Marhes. / ELISENDA PONS / EL PERIÓDICO / HARA AMORÓS

Pensar en viernes noche es pensar en fiesta y más si eres un estudiante adolescente, porque si no queremos ser unos bichos raros nos debe gustar ir a discotecas.

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El viernes pasado, como es costumbre siempre que estamos de vacaciones o acabamos los exámenes, fuimos de fiesta. Como de costumbre, las chicas entraban gratis en la discoteca y los chicos debían pagar entrada obligatoria. Como de costumbre, no pude pasar ni dos minutos seguidos sin que un apuesto caballero se tomara las confianzas de posar sus delicadas manos en mi cuerpo o sin que me intentara enamorar con unas delicadísimas palabras al nivel de Bécquer. Como de costumbre, la gran mayoría de canciones tenían alguna que otra mínima connotación sexual. Pero dentro de esta aceptada e inmoral habitualidad, pasó algo que me abrió los ojos.

Mientras bailaba con unos amigos, estos quisieron subir a la tarima central, la que estaba más expuesta de toda la discoteca, pero muy a su pesar no duraron ni diez segundos. En el momento en que subieron, se abalanzó sobre ellos un empleado de la discoteca para disuadirlos de bailar en la tarima. El motivo: Dan mejor imagen cuatro chicas menándose delante de centenares de adolescentes hormonados que un grupo de chicos bailando.

¿Cómo puede nadie disfrutar con semejante espectáculo? ¿Cómo he disfrutado tanto tiempo con semejante espectáculo? Ayer me avergoncé de mí misma, de lo que veía y de lo que había hecho. Nuestros padres invierten una infinita dedicación en nuestra educación en valores para que luego nosotros se lo agradezcamos participando en estos homenajes al buen gusto, respeto e igualdad. ¿Qué esta pasando? ¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Por qué? Después de la ‘fiesta’ de anoche, no paran de surgirme preguntas, preguntas con respuestas confusas y preguntas sin respuesta.

Sigo sin lograr comprender cómo adolescentes que han vivido mayormente en el siglo XXI en una sociedad abierta, plural y con una igualdad de sexos ‘evidente’ ni se percaten de lo que pasa ante sus ojos. Quizá solo sea una percepción mía y no haya ningún tipo de discriminación sexual en los clubs nocturnos hoy en día o simplemente, como ya me advertía mi padre, a las discotecas solo se va a ligar. Me parece repulsivo y vergonzoso que se promueva este tipo de ocio entre los jóvenes, pero aún más que nosotros lo aceptemos como algo que debamos hacer y que nos divierta.

Como adolescente con ganas de disfrutar de cada momento de mi juventud con mis amigos me gusta ir de fiesta, bailar, cantar, llegar a las ocho de la mañana a casa y pasarme todo el día durmiendo; pero no me gusta sentirme como un trozo de carne, como un cebo que atraiga chicos y con ellos dinero; que para que no me hagan ningún comentario desafortunado deba permanecer sentada en una esquina y tapada de pies a cabeza. Tengo 17 años, tengo ganas de divertirme pero sin que ello conlleve abandonar los férreos principios que he desarrollado a lo largo de mi vida y que me hacen ser la persona que soy hoy.

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