"No es una brecha digital, es un abismo"

La pandemia ha puesto de manifiesto las consecuencias de la falta de acceso a internet y a otras herramientas digitales para los colectivos más vulnerables, la gente mayor y los que no disponen de acceso a esta tecnología, que sufren una discriminación sistemática diaria, lo que llamamos brecha digital. Ahora se ha visibilizado más, pero todo esto empezó antes de la pandemia,.

Algunas personas mayores somos muy inútiles para esto; para nosotros el conocimiento de las nuevas tecnologías empieza con el mando de la tele y acaba en el WhatsApp del móvil. La mayoría de aspectos de las nuevas tecnologías nos supera y son demasiado complejas para una generación que nació en el siglo pasado. Vemos que el tren de la digitalización va tan rápido que va dejando a las personas abandonadas en las estaciones, porque no les da tiempo a cogerlo. La digitalización avanza a una velocidad que da miedo.

Cuando se habla de la brecha digital y tercera edad lo primero que se nos viene a la cabeza es el tema de los bancos, la falta de empatía de unos cajeros automáticos sustitutos de personas. El tema del banco es uno de los más cotidianos, pero los tenemos de todo tipo y forma. La brecha digital también es una profunda brecha de acceso.

Las famosas 'apps' se han extendido por todos los sitios y organismos. Las hay de todo tipo, como en la sanidad, para alquilar bicis, donar sangre, para venderte el billete del bus o de avión, para hacer gestiones de ayuda en el Sepe, compras, pedir un taxi y un largo etcétera. El no poder acceder a estos servicios hace que no podamos gozar de las mismas ventajas que da esta accesibilidad, como descuentos y mejores precios, que el resto de ciudadanos. No todos tenemos las mismas oportunidades, lo cual hace que sea un gran agravio comparativo.