Limón y Vinagre | Artículo de Matías Vallés Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Daniel Ortega: revolucionario del revés

La tercera Ley de la Traición a la Revolución estipula que el felón sigue a pies juntillas los métodos del dictador que desbancó. Anastasio Somoza estaría orgulloso del presidente nicaragüense

Archivo - El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega

Archivo - El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega

3
Se lee en minutos
Matías Vallés
Matías Vallés

Periodista

ver +

La primera Ley de la Traición a la Revolución establece que el revolucionario más auténtico es el mejor graduado para la felonía. 'Enter' Daniel Ortega, presidente de la Nicaragua sandinista en la estela del castrismo, sin más que cambiar el vallenato de García Márquez por un tango de Cortázar. Con 21 años en el poder y cuatro mandatos consecutivos, se halla a medio camino de la longevidad en el trono del también diminuto Franco, pero con dotes sobradas para nutrir la meritoria equivalencia entre militares alzados con el alimento que el centroamericano les niega a sus famélicos presos políticos.

La segunda Ley de la Traición a la Revolución establece que los cantores de los líderes providenciales tienden a ocultar los vicios adquiridos por sus anteriores paladines. A la hora de criticar a un Trump tropical, los intelectuales progresistas se ceñirán a Bolsonaro. El tosco caimán Ortega no recibirá ni la décima parte de mandobles que un tirano con pedigrí conservador. Es un fenómeno que ya se advirtió con Lula durante sus procesamientos, pero que se propaga a la incalificable Dilma Rousseff y que convierte en inocentes por definición a los ministros socialistas españoles condenados a años de cárcel por corrupción. O que disimula los cargos contra Hunter Biden. La lealtad asimétrica viene espoleada en la mayoría de ocasiones por factores sentimentales, pero también abundan los ejemplos de pago.

La tercera Ley de la Traición a la Revolución estipula que el felón sigue a pies juntillas los métodos del dictador que desbancó. Anastasio Somoza estaría orgulloso de Ortega, que no detiene a los opositores individualmente, sino que los encarcela por docenas para respetar el ahorro energético. Los compañeros del Comandante Daniel que siguen en libertad encabezan la relación de denunciantes de los modos somocistas desarrollados por el jefe de Estado que encaramaron.

La cuarta Ley de la Traición a la Revolución establece que sus practicantes mueren de viejos. En la cronología del hijo del Zapatero con minúsculas, vive en la actualidad a ocho años de la edad fatal de Franco, y también le caracteriza el discurso errático de un candidato a la tromboflebitis. Por fortuna para este revolucionario del revés, los procedimientos represivos son primitivos para que puedan entenderlos sus ejecutores.

Entretodos

Publica una carta del lector

Escribe un 'post' para publicar en la edición impresa y en la web

Coartadas

La quinta Ley de la Traición a la Revolución dicta que los infieles a sus principios presumen continuamente de ellos. Ortega no solo derrotó al dictador que imita en 1979, el año en que Rusia invadía Afganistán y en que otro teócrata apodado el Jomeini asumía poderes tiránicos en Irán. El Comandante Bis también derrotó en repetidas ocasiones a los yanquis, el único criterio de fiabilidad que requiere un columnista avanzado. En la clandestinidad asaltó una oficina del Bank of America para conseguir fondos, y después volvió a torpedear a los Contras armados por Reagan para deponerlo.

La sexta Ley de la Traición a la Revolución remarca que los chaquetas giradas se refugian en sus padecimientos antes de empoderarse. Ortega puede escudarse como tantos abusadores en que también sufrió torturas en su juventud, durante siete años de cárcel tras su etapa inicial guerrillera. Recibió incipientes acusaciones de corrupción cuando encadenaba derrotas electorales, lo cual obliga a pensar que perdía por no haber pulido los mecanismos venales.

Noticias relacionadas

La séptima Ley de la Traición a la Revolución determina que el traidor se considera profeta de un ser superior. En el momento clave de su biografía, Ortega abjura del trasnochado Carlos Marx para proclamar: «Jesucristo es hoy mi héroe». Desde entonces no ha perdido ninguna elección, por si la evangélica clave nicaragüense le sirve de algo a los gobernantes europeos aporreados por las encuestas. La ausencia de escrúpulos también ayuda.

La octava Ley de la Traición a la Revolución se sintetiza en que los traidores nunca vienen solos. La esposa por lo católico de Ortega se llama Rosario Murillo, es vicepresidenta y sobre todo poeta, según corresponde a la tierra de Ernesto Cardenal. En su cargo de cónyuge vicepresidencial, recuerda a la estructura que hubiera tenido un Gobierno presidido por Podemos. El catolicismo presidencial no les ha impedido represaliar a obispos, como hizo Franco con Añoveros. La unión en su despotismo folklórico llega al punto de que la hija de la poetisa acusó a su padrastro de haberla violado desde la infancia. La vicepresidenta se alineó con su esposo frente al #metoo filial. Ortega cumple con creces la legislación completa de la traición a la revolución.  

Temas

Nicaragua