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De visita al 10 de Downing Street | + Historia

El primer ministro británico mantiene el pulso con su partido sobre su dimisión. Y como siempre ocurre con noticias de la política inglesa, en las imágenes aparece su residencia. Una de las direcciones más famosas de la historia.

El primer ministro británico, Boris Johnson, hace una declaración frente al número 10 de Downing Street en el centro de Londres. Johnson renunció como líder del Partido Conservador, después de tres tumultuosos años en el cargo marcados por el Brexit, el covid y los crecientes escándalos.

El primer ministro británico, Boris Johnson, hace una declaración frente al número 10 de Downing Street en el centro de Londres. Johnson renunció como líder del Partido Conservador, después de tres tumultuosos años en el cargo marcados por el Brexit, el covid y los crecientes escándalos. / Niklas HALLE'N / AFP

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Boris Johnson se va o, mejor dicho, le echan. Pero tampoco se va del todo porque si bien deja de ser el jefe del Partido Conservador, se niega a abandonar el 10 de Downing Street, que es una manera de decir que sigue siendo primer ministro. El juego mediático que da esa puerta oscura con el número dorado... y la de veces que los periodistas citan la dirección en sus crónicas. Hoy tocamos el timbre y nos colamos dentro.

Antes, merece la pena saber el porqué del nombre de aquella calle. Resulta que en el siglo XVII existió un señor Downing. El barón sir George Downing, para ser exactos. Fue uno de los hombres de Estado más hábiles de su época, capaz de adaptarse a todas las situaciones. Primero fue partidario de la monarquía, después se posicionó junto a Oliver Cromwell que derribó (y decapitó) a Carlos I y, finalmente, volvió a ponerse de parte de la Corona durante la Restauración, con el reinado de Carlos II (el hijo del ejecutado).

La figura de Downing es una de las más controvertidas del Reino Unido porque además de cambiar de chaqueta, también hizo cosas buenas desde los distintos puestos de responsabilidad política que ocupó. Sobre todo es destacable su impulso al desarrollo naval británico, que permitió la expansión colonial en los cinco continentes.

Hacia el final de su vida, en 1680, compró los terrenos donde ahora se encuentra la calle que lleva su nombre. Aquella zona estaba cerca de la residencia real de la época, el Whitehall Palace, lo que le daba valor no solo económico sino también de estatus para quienes vivían allí. Aprovechándose de esto, Downing construyó una serie de casas que vendió a nobles ingleses. Para rentabilizar al máximo la inversión no tuvo reparos a la hora de utilizar materiales de baja calidad. Por ejemplo, en las paredes en vez de utilizar ladrillos solo se sirvió de mortero, que después fue debidamente decorado con líneas para dar la sensación de que había ladrillos reales. Además, las casas no estaban numeradas correlativamente sino al tuntún. Hubo que esperar a 1787 para ordenarlas y que el 10 quedara fijado para siempre.

El edificio empezó a ganar peso simbólico en 1735 cuando el rey Jorge I nombró a Robert Walpole como 'first lord of the Treasury'. Aquel cargo era el de máxima responsabilidad y por eso a menudo se le llamaba 'prime minister' (PM), y así se quedó desde el tiempo de Walpole, a quien el monarca quiso agradecer los servicios prestados regalándole la casa del número 10. El político, sin embargo, prefirió que se convirtiera en residencia oficial para sus sucesores, y además la amplió hacia los números 11 y 12. Sin embargo, de entrada muy pocos PM quisieron vivir allí, porque preferían continuar en su propio domicilio. Así, la vivienda solo servía para reuniones de gobierno y recepciones oficiales.

Durante las primeras décadas del siglo XIX, el barrio se fue degradando. Se llenó de prostíbulos y de 'gin bars', que eran un nido de problemas. La situación era tan crítica que en 1839 se puso sobre la mesa la opción de derribar la calle para reurbanizar la zona, pero finalmente se descartó la idea.

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El gran cambio llegó en 1874 durante el segundo mandato de Benjamin Disraeli, que decidió ir a vivir allí. Aquello obligó a modernizar la casa para dotarla de las máximas comodidades de la época, o sea que tuviera agua corriente y caliente y unos baños en condiciones. Para la electricidad y el teléfono todavía se tuvo que esperar algo más: llegaron en 1894 durante la etapa del PM William Gladstone. En el siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial, Downing Street estaba muy destartalado. Durante los años 50 ningún primer ministro quiso realizar las reformas necesarias porque eran caras y complejas, pero durante los 60 los arquitectos advirtieron que los daños estructurales eran tan graves que incluso eran peligrosos para sus residentes. Durante las obras se trasladó la residencia privada al 12 y se restauraron el 10 y el 11 para adecuarlos a los nuevos tiempos. Veremos si después de tanta fiesta durante la era Johnson también tocará realizar una nueva restauración.


Sin llaves

Lo que seguro que no hará Boris Johnson cuando deje el 10 de Downing Street es devolver las llaves, porque no las tiene. La puerta no puede abrirse desde fuera. Pueden comprobarlo ustedes mismos cuando vean imágenes del PM entrando. Se darán cuenta de que siempre se abre desde dentro, donde existe un control de seguridad que vigila el acceso al recinto.