Entender + la vida sénior

Longevidad: retos de hoy y mañana

Como la gran mayoría de los países industrializados, España se encuentra en pleno proceso de envejecimiento. Si en 1960 el porcentaje de personas con más de 65 años sobre el total de la población era del 8,2%, en 2020 alcanzó el 22,9%. Las previsiones del INE señalan que, en 2050, el 31,4% de la población en España tendrá más de 65 años y que el 11,6% tendrá más de 80 años. Todo ello plantea retos de presente y futuro. Javier Varea, director del Observatorio de los Sistemas Europeos de Previsión Social Complementaria, y Fernando Álvarez, profesor de la UOC, nos hablan de ellos.

Dos abuelos se relajan en una playa.

Dos abuelos se relajan en una playa. / Epi_rc_es

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Javier Varea y Fernando Álvarez

El proceso de envejecimiento de la población derivado de la caída de la tasa de natalidad combinada con un aumento generalizado de la esperanza de vida, constituye uno de los mayores retos de nuestros días. Este proceso de transición demográfica provoca un aumento progresivo de la presión sobre las cuentas públicas, por el incremento de los gastos en pensiones y en salud que conlleva el aumento del porcentaje de población sénior. Pero también para las personas mayores la creciente longevidad supone más presión: hay que financiar más gastos y durante más tiempo.

¿Cómo financiamos la tercera y cuarta edad?

Javier Varea. Director del Observatorio de los Sistemas Europeos de Previsión Social Complementaria

La longevidad, que consiste en alcanzar una edad muy avanzada, es un fenómeno que afecta a toda la sociedad. Se trata de una característica nunca antes experimentada por la humanidad, puesto que la esperanza de vida no cambió sustancialmente durante los siglos anteriores al siglo XX. El notable aumento de la esperanza de vida que ya se está produciendo afecta a todo lo que nos rodea y anuncia cambios importantes en la sociedad. Obliga a redefinir objetivos y políticas para etapas de la vida que hasta ahora no eran ni cuantitativa ni cualitativamente importantes, y no solo a la denominada tercera y cuarta edad.

La mayor esperanza de vida obliga a replantearnos conductas y mecanismos que hasta ahora considerábamos sempiternos

Según los datos del primer 'Barómetro Socioeconómico de la Longevidad en Europa', en España se gana un año adicional de esperanza de vida cada cuatro años en los hombres y uno cada cinco en las mujeres. Este hecho, que de por sí es una muy buena noticia, nos obliga a replantearnos, como individuos y como sociedad, toda una serie de conductas y mecanismos que, hasta la fecha, considerábamos sempiternos. Entre ellos me gustaría destacar los que tienen que ver con cómo nos financiamos a partir de la jubilación.


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El 90% de las personas de más de 65 años tiene vivienda en propiedad

El esquema actual que como sociedad aceptamos es que al inicio de nuestra vida nos formamos para, a continuación, incorporarnos en el mercado laboral hasta que nos llega la edad de jubilación. Durante el periodo de actividad, en el que generamos ingresos, además de sufragar los gastos corrientes (vivienda, alimentación, cultura, ocio…) ahorramos para nuestra etapa de jubilados a dos niveles: a nivel de sociedad (las cotizaciones a la Seguridad Social) que, a pesar de que no van destinadas a nuestras propias pensiones, ya que financian las prestaciones de los que están jubilados mientras nosotros trabajamos, forman parte del compromiso intergeneracional en el que se basa nuestro sistema de reparto de pensiones públicas; y a nivel individual (en cuentas bancarias o mediante activos mobiliarios e inmobiliarios), principalmente en activos inmobiliarios. Según los datos de la última Encuesta Financiera de las Familias, realizada por el Banco de España, el 75% de las familias españolas tiene una vivienda en propiedad y si nos centramos en el colectivo de personas de 65 o más años de edad, este porcentaje se eleva al 90%. 

Pero este esquema empieza a estar tensionado debido, entre otros factores, al aumento de la esperanza de vida, ya que, ahora, este doble ahorro ha de hacer frente a mayores gastos y durante más tiempo. Mayores gastos porque vivir más años no es lo mismo que vivir más años con buena salud (los gastos derivados de la dependencia son un claro ejemplo) y durante más tiempo porque viviremos más años.  

Está claro que los mecanismos que debemos rediseñar para financiar la tercera y la cuarta edad no son los mismos para los que están a punto de jubilarse que para los que ven esa etapa todavía muy alejada.

El mercado ofrece productos para obtener ingresos utilizando la vivienda habitual como garantía

Para los primeros, solo podemos contar con los ahorros que han acumulado hasta la fecha y que, como hemos visto, se concentran predominantemente en su primera residencia, tradicionalmente considerada activo de escasa liquidez. Hoy en día, la limitada liquidez dedicada a nuestra vivienda habitual hace tiempo que dejó de ser un dogma, sobre todo después de la jubilación. El mercado ofrece diferentes productos que nos permiten obtener un ingreso utilizando nuestra vivienda habitual como garantía. Entre estos se encuentran la hipoteca inversa y las rentas vitalicias. Se pueden encontrar varias diferencias entre ambos productos, la principal es que las rentas vitalicias implican la pérdida inmediata de la propiedad de la vivienda, mientras que con la hipoteca inversa esto no sucede y, aun después del fallecimiento del contratante (o del último beneficiario), los herederos tienen la opción de cancelar la deuda y mantener la propiedad de la vivienda. Esta característica puede contribuir a que las hipotecas inversas sean más atractivas para un determinado colectivo de clientes. 

Es necesario un acuerdo político y social para el desarrollo de la recomendación decimosexta del Pacto de Toledo

Para los segundos es inevitable reformular el papel que tiene cada uno de los tres pilares que configuran nuestro sistema de previsión social. En España el primer pilar lo constituye la Seguridad Social pública. Junto a la Seguridad Social, nuestro modelo tiene un segundo pilar formado por los sistemas de empleo y un tercero que lo componen los sistemas individuales). El Observatorio de los Sistemas Europeos de Previsión Social Complementaria, que tengo el honor de dirigir, tiene como objetivo el desarrollo de la previsión social complementaria, especialmente los sistemas de empleo, y para ello promueve un manifiesto a favor de un acuerdo político y social para el desarrollo de la recomendación 16ª del Pacto de Toledo.  

De la residencia al ‘cohousing’

Fernando Álvarez. Profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC

Como ya se comentó en septiembre de 2021 en un Entender + dedicado a la ‘silver economy’, la ONU estima que en 2050 el 22% de los habitantes del planeta serán mayores de 70 años. En el caso de España, en el que se junta una de las esperanzas de vida más altas del mundo, 83,22 años de media entre hombre y mujeres, con un descenso continuado de la tasa de natalidad, se calcula que en 2030 las personas mayores de 55 años serán el 40% del total de población.

El 50% de los ‘baby boomers’ carece de ahorros para su jubilación

Un estudio del Instituto BBVA de Pensiones concluye, por su parte, que siete de cada 10 personas de entre 44 y 64 años prevén que su vida como jubilado será mucho peor que la de los jubilados actuales. La gran mayoría prevé jubilarse más tarde de lo que es ahora habitual y con una pensión más baja. Al mismo tiempo, un 55% de las personas encuestadas alberga dudas respecto a si la pensión les cubrirá todo el periodo entre la jubilación y el fallecimiento, lo cual es preocupante si cruzamos ese dato con otro que dice que el 50% de los ‘baby boomers’ carece de ahorros para su jubilación.

Según estos datos, nos encontraremos en unos años ante una población mayoritariamente longeva, con una vida laboralmente no activa estimada de más de 20 años, con un sistema de pensiones en la uci, y un modelo de residencias que, a día de hoy, ya tiene un déficit de 70.000 plazas para cumplir con las recomendaciones de la OMS.

El modelo nace en Dinamarca, Suecia y Holanda en los años 70 del siglo pasado

Por ello, una alternativa al actual modelo asistencial que cada día toma más fuerza, y que puede ayudar al cambio de paradigma necesario es el ‘cohousing’. El ‘cohousing’ (‘collaborative housing’) nace en Dinamarca, Suecia y Holanda a principios de los 70 del siglo XX. Es un neologismo que designa un modelo residencial de viviendas colaborativas, un tipo de comunidades autopromovidas y autogestionadas por sus propios residentes, y que se ha ido extendiendo por el mundo, sobretodo en su versión orientada a las personas mayores, ‘cohousing’ sénior, donde cobra más fuerza la idea del cocuidado.

El ‘cohousing’ sénior va más allá de un modelo de residencia o de vivienda, se trata de generar una comunidad de personas mayores que gestionan un espacio donde vivir con independencia y autonomía, en un marco de envejecimiento activo donde la persona es el centro a través de una elección libre, siendo protagonista de su propio devenir, y con la posibilidad de recibir los cuidados necesarios en el momento que su situación física o psíquica lo requiera.

La esencia del modelo queda condensada en una frase que utiliza la Asociación Nacional de Cohousing de Holanda y que traducida viene a decir: «Vivir juntos... por tu cuenta», dejando clara la intención de lograr un equilibrio entre la vida privada y la comunitaria.


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Soledad, aburrimiento e impotencia son las tres plagas de la vejez 

Esta comunidad, al generar un entorno capacitante, permite atacar las tres plagas que el médico geriatra William Thomas identificó en el modelo de atención institucional a mayores: la soledad, el aburrimiento y la impotencia. Por desgracia, con la pandemia sanitaria que hemos sufrido y las medidas que se han tomado, las tres plagas se han llevado por delante a muchas personas mayores ‘cuidadas’ en residencias públicas y privadas. 

El periodo medio de maduración de un proyecto de estas características es de unos 10 años. Siendo este tiempo una oportunidad de conocimiento, de afirmación y reflexión para trabajar la cohesión del grupo. Precisamente una de las fortalezas del ‘cohousing’ es la flexibilidad que otorga su método de creación participativo, que permite adaptar cada comunidad a sus circunstancias presentes y futuras. Las características básicas que debería incorporar todo proyecto son: equipamientos comunes, viviendas y economías individuales, participando en los gastos comunes según se haya pactado, autogestión de los residentes, sin estructura jerárquica, proceso participativo y objetivos sociales.

De todas formas, es importante dejar claro que el ‘cohousing’ no es para todo el mundo, porque requiere que los residentes pongan tanta energía en la comunidad como la que esperan recibir de sus vecinos, y no todas las personas están dispuestas a participar en ese esfuerzo. Pero hacerlo es fundamental porque el objetivo principal de este modelo no es el cuidado mutuo, sino que este surge de forma espontánea como resultado de la creación de un ambiente solidario y de vida colaborativa, su fuerza está en la solidaridad y la reciprocidad.

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En España son diversas las experiencias de ‘cohousing’ que van apareciendo, por ejemplo, el proyecto pionero Trabensol (Torremocha del Jarama, Madrid), Profuturo (Valladolid), Puerto de la Luz (Málaga, Puerto de la Torre), La Borda (Barcelona), Residencial Santa Clara (Málaga), La Muralleta (Santa Oliva, El Vendrell, Tarragona), entre otros.

El actual sistema asistencialista será en breve social y económicamente insostenible


Hasta ahora los proyectos existentes, tanto a nivel nacional como internacional, han demostrado que el ‘cohousing’ es un modelo sostenible de envejecimiento activo, que permite avanzar hacia un cambio de paradigma en la longevidad, superando el modelo asistencialista actual que será insostenible social y económicamente en un breve plazo de tiempo.  

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Tercera edad