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La triste historia de la primera dama

La figura fue creada por los estadounidenses para competir con las realezas europeas y su actual vigencia es tan anacrónica como lo es la monarquía.

La reina Letizia (c), la mujer del presidente del Gobierno, Begoña Gómez (c-d), la mujer del secretario general de la OTAN, Ingrid Schulerud (c-i) y la primera dama estadounidense, Jill Biden (4d) junto con el resto de los acompañantes de los mandatarios que asisten a la cumbre de la OTAN posan junto al Guernica de Picasso en su visita del Museo Nacional de Arte Reina Sofía este miércoles. / BALLESTEROS/EFE

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Patrycia Centeno
Patrycia Centeno

Experta en comunicación no verbal.

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En la rueda de prensa conjunta con el primer ministro de Canadá, con motivo de la celebración de la cumbre de la OTAN en Madrid, escucho a Pedro Sánchez presumir de su "política internacional feminista". Lo escucho pero visualizo la otra cumbre paralela que tristemente hemos presenciado estos días: la de las primeras damas. Como en una película de otra época donde los hombres se retiraban a otra sala a fumar, hablar de cosas serias y ordenar el mundo; en la cena para agasajar a los invitados en el museo del Prado, a las 'first ladies' se las dio de comer a parte, en la sala de las Musas. Ay, disculpen. Ahora se les llama "los acompañantes". En esta ocasión, se han incorporado dos hombres al grupo (los maridos del primer ministro de Luxemburgo y el de la presidenta de Eslovaquia) y aunque ellas sigan siendo mayoría, la representatividad universal la tiene el varón. Por eso y porque referirse a ellos como "primeros caballeros" se conoce que no es correcto (les ofende, les hace de menos)..."No existe ese rol", me repiten los yihadistas del protocolo (como si el de primera dama sí existiera, más allá del ombligo del mundo: EEUU).

La figura de la primera dama la crearon los estadounidenses para competir con las realezas europeas y su actual vigencia es tan anacrónica como lo es la monarquía. Tras la gran renuncia masculina protagonizada por la burguesía (momento en que el varón decide, por primera vez en la historia, dejar de adornarse y apostar por la sobriedad para que pueda brillar su intelecto), el hombre hará alarde de su poder (riqueza) a través de sus 'pertenencias' (casa, carro, mujer, hijas, amantes...). Así que, además de recibir y entretener a las reinas, las primeras damas debían eclipsar con su apariencia y puesta en escena. Esa es su función original (mujer florero) y desgraciadamente continúa siéndolo... Obviamente ha habido, hay y habrá excepciones. Algunas primeras damas han ejercido un gran poder y han sido las verdaderas protagonistas de resoluciones diplomáticas ante conflictos, aunque su papel siempre ha quedado en la sombra. En EEUU donde el título de primera dama lo puede ejercer la esposa, hija, hermana, tía… (vamos, aunque seas soltero o viudo, podrás encontrar una mujer en tu vida) muchas aprovecharon su posición y posterior repercusión para salirse del patrón marcado y que su encargo de servicio y anfitriona fuera evolucionando, a medida que el papel de la mujer cambiaba en la sociedad. Eleanor Roosevelt solo permitía la entrada de periodistas mujeres en las ruedas de prensa de la Casa Blanca para que los medios se vieran obligados a contratarlas y fue gracias a ella que la carta de los derechos humanos no se llamó "de los hombres"; Jackie Kennedy, recordada por la mayoría como frívolo icono de estilo, ha sido la mejor asesora de comunicación de la historia; Michelle Obama, mujer y negra, como referente feminista nos mostró que detrás de un gran hombre no hay ninguna mujer (si es un gran hombre, la mujer está a su lado o delante)... ¿Sigo?

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En la mayoría de países no existe (no está estipulada en ningún lugar) la figura de la primera dama. ¡No, no existe la primera dama de Francia! En 2017, el Elíseo tuvo que dar marcha atrás al encontrar una rotunda oposición popular al intento de formalizar el puesto de la esposa de Macron. En España, al tratarse de una monarquía, tampoco tenemos primera dama porque hay una reina (y en su ausencia, una princesa, reina emérita, infanta...). "Yo no he hecho oposiciones para primera dama", advirtió Sonsoles Espinosa. Pero, pese a que la esposa de Zapatero o la de Rajoy, Elvira Fernández, prefirieran pasar desapercibidas, es cierto que el líder hombre se ha servido de la mujer (niños y animales), sobre todo en momentos de popularidad baja, para ofrecer una imagen más humana (porque, por lo que sea, por sí solos no lo consiguen transmitir). Véase el ejemplo: mientras ellos pactaban rearmarse militarmente, las primeras damas posaban (algo que, por cierto, no está permitido) delante del 'Guernica' para exigir la paz...

Lo que es difícil comprender es cómo aún, en el siglo XXI, una mujer, con su propia vida y trayectoria profesional, deje toda su agenda porque su marido ha decidido emprender una carrera política y postularse como presidente o primer ministro. De hecho, cada vez es mayor el número de esposas que prefieren no prestarse a esta representación sumisa. A Britta Ernst, ministra de Educación de Brandenburgo y pareja del actual canciller alemán, no se la ha visto en Madrid porque ya le costó la vida tener que recibir a las 'ladies', aunque el último y reciente encuentro del G7 se celebrara en Baviera. Sophie Trudeau ya hace tiempo que prefiere quedarse en casa con sus hijos que seguir todos los pasos de su marido. Y es que, aunque quieran hacerlas pasar como un activo para la promoción cultural y las denuncias sociales (las que a ellos les convengan; Letizia y Jill Biden visitaron el centro de refugiados ucranianos, pero ni un solo gesto con la tragedia de inmigrantes en Melilla), de lo más que se hablará es de sus 'outfits' (algo que, curiosamente, no se da cuando se trata de los primeros caballeros). De ahí mi alegría al comprobar que, a excepción de una, todas las mandatarias mujeres que han pasado estos días por Madrid han vuelto a darle una lección al mundo demostrando que se puede acudir a una cumbre o una cena de trabajo sin llevar a la pareja colgada del brazo.