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Grec, de Epidauro a Montjuïc | + Historia

Llega una nueva edición del Festival Grec, una cita estival ineludible de la cultura barcelonesa. Aunque ahora el cartel se reparte entre distintos escenarios, todo empezó en la montaña de Montjuïc.

El Teatre Grec, construido el 1929 con motivo de la Exposición Internacional, está inspirado en la planta del treatro de Epidauro

El Teatre Grec, construido el 1929 con motivo de la Exposición Internacional, está inspirado en la planta del treatro de Epidauro / JOSEP AZNAR

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Este miércoles comienza oficialmente el Festival Grec de Barcelona, que recibe este nombre porque la mayoría de espectáculos se realizan en el recinto del Teatre Grec de Montjuïc, uno de los escenarios más emblemáticos y fascinantes que hay en la ciudad. Como es fácil deducir, su nombre se debe a que su construcción imita a los teatros de la antigua Grecia clásica. Concretamente el teatro que existe en Epidauro, una localidad de la zona oriental de la península del Peloponeso.

Aunque el nombre de Epidauro quizás ahora no sea tan popular como lo pueden ser los de ciudades como Atenas o Esparta, fue un punto muy importante para la civilización griega, ya que acogía el templo dedicado a Asclepio, dios de la medicina. Hasta allí peregrinaban a todos aquellos que tenían problemas de salud con la esperanza de que la divinidad les ayudara a poner punto final a sus males. Este proceso se hacía en el Asclepeion, o templo curativo. No se trataba solo de orar, sino que los sacerdotes, que tenían conocimientos médicos, prescribían a los visitantes remedios como ungüentos, brebajes, tomar las aguas o practicar ejercicio físico en el gimnasio. Además, cada cuatro años se organizaban unos juegos para honrar al dios.

Y es que, aunque a nuestro tiempo solo han llegado los Olímpicos, en toda la geografía griega se celebraban todo tipo de competiciones que tenían connotaciones religiosas. En el caso que nos ocupa, gracias a los textos de Platón sabemos que había pruebas dedicadas a todas las artes de las musas. Es decir que, aparte de las típicas disciplinas físicas, también las había de música, poesía y dramaturgia. Con el fin de acogerlas en un espacio digno, a unos quinientos metros del Asclepeion se construyó un teatro, aprovechando la ladera de una pequeña colina. El resultado fue un espacio magnífico, de acústica extraordinaria, porque si bien los griegos no tenían la tecnología de nuestro tiempo, sí poseían conocimientos suficientes para diseñar un espacio que cumpliera su misión de manera impecable.

Los juegos dedicados a Asclepio gozaron de mucha popularidad, sobre todo a lo largo de los siglos IV y III aC, pero poco a poco fueron perdiendo importancia a medida que Roma se erigía como nuevo gran poder mediterráneo. Con el paso de las centurias el teatro de Epidauro quedó enterrado por el olvido y no se recuperó hasta finales del siglo XIX de nuestra era, cuando los arqueólogos empezaron a ponerlo en valor.

Por tanto, cuando en la década de los 20, los arquitectos Nicolau Maria Rubió Tudurí y Ramon Reventós iniciaron los trabajos para diseñar el espacio de la futura Exposición de 1929, el Teatro de Epidauro era un referente relativamente nuevo. Además, ligaba perfectamente con el objetivo de Barcelona de afianzar su imagen de metrópolis mediterránea, que además quería conectar con las civilizaciones clásicas. Este proceso se había desarrollado sobre todo durante el Noucentisme, el movimiento cultural e ideológico que sirvió de base para las políticas públicas de la Mancomunitat de Catalunya. Un organismo que inició su andadura en 1914 y que la dictadura de Primo de Rivera suprimió en 1925. A pesar del poco tiempo de vida, transformó el país de arriba abajo.

Con todo este contexto de fondo, Reventós y Rubió Tudurí siguieron los cánones de Epidauro para hacer un pequeño teatro griego en la montaña de Montjuïc. Encontraron el lugar idóneo en una antigua cantera abandonada y todavía hoy, en el fondo del escenario, se puede observar la pared tallada de donde se extraía la materia prima. Las obras se llevaron a cabo durante 1928 para que estuviera listo para la Exposición.

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Durante los años treinta fue utilizado habitualmente por la gran actriz Margarita Xirgu. Allí interpretó obras clásicas como 'Electra' de Sófocles en 1932 o 'Medea' de Eurípides en 1933. A raíz de la guerra civil, aquel escenario quedó abandonado y no se recuperó hasta 1955, aunque con altibajos. Finalmente, en 1976, aprovechando las incipientes libertades de la posdictadura se puso en marcha una programación de verano bautizada con el nombre de Festival Grec, que hoy pone en marcha una nueva edición.


Paisajista

Además de arquitecto, Rubió Tudurí también fue un destacado paisajista, creador de varios jardines de la ciudad. De hecho, el Teatre Grec se integra perfectamente en un ambiente de vegetación, que produce una placentera sensación cuando se pasea por esa zona. Más allá de Barcelona, su talento puede apreciarse en los Jardines de Santa Clotilde de Lloret de Mar.