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¿Puede la ciudadanía producir su energía?

El autoconsumo compartido de energía permite que cualquier hogar produzca energía renovable para su consumo, aunque no disponga de placas solares o aerogeneradores. Leyes recientes y fondos europeos están aupando esta opción. ¿Qué potencial tienen los intentos de llevarla a la práctica?

La renovación energética de barrios y viviendas es una de las grandes patas este año de las inversiones verdes de los fondos europeos

La renovación energética de barrios y viviendas es una de las grandes patas este año de las inversiones verdes de los fondos europeos

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Michele Catanzaro
Michele Catanzaro

Periodista

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Desde julio de 2021, 17 hogares de Cornellà de Terri (Girona) se alimentan de la electricidad producida por las placas solares instaladas en el techo del colegio del pueblo. Cada uno 'alquila' una porción de esos paneles y la compañía eléctrica le descuenta de su factura los kilovatios que genera.  

"Una familia tipo puede ahorrarse en promedio unos 40 euros en su factura. En dos meses ya recupera el impuesto municipal anual de 80 euros para participar en el proyecto", explica Francesc Pujol, concejal de energía del pueblo. 

El de Cornellà del Terri es el primer proyecto que funciona en Catalunya de autoconsumo compartido. Esta opción, abierta por un real decreto de 2019, permite que un domicilio produzca parte de la energía que consume, aunque no tenga una instalación en su propio tejado

¿Un alud de comunidades?

En los próximos meses se producirá un alud de nuevas comunidades, gracias a los fondos europeos Next Generation y en respuesta al aumento del precio de la energía, según expresa en una nota el Institut de Recerca de l'Energia de Catalunya (IREC). “La gente está buscando soluciones para reducir su factura. La seguridad energética se está convirtiendo en un problema del ciudadano individual”, afirma Sara Tachelet, de Rescoop, la federación europea de cooperativas energéticas.

El IREC impulsa la plataforma SomComunitatEnergetica.cat, que mapea el crecimiento de estas iniciativas en Catalunya. Los pioneros son cuatro municipios, entre ellos Cornellà de Terri, que recibieron ayudas específicas de la Diputación de Girona antes de la pandemia. 

Otro puñado en Osona acaban de hacerse con fondos europeos a través del Ministerio de Transición Ecológica. Los ayuntamientos de Barcelona y El Prat están promoviendo comunidades energéticas en sus territorios, como la del Institut Quatre Cantons en Poble Nou, que en los próximos meses debería abastecer a 30 domicilios de su entorno. 

¿Qué es una comunidad energética?

Hay cierta confusión alrededor del concepto de comunidad energética, ya que Europa maneja dos definiciones distintas, una vinculada con la directiva de eficiencia energética de 2019 y otra con la de renovables de 2018

Según Rescoop, una comunidad energética es una manera de organizar a la ciudadanía alrededor de actividades relacionadas con la energía que beneficia a la comunidad local. Los ingredientes esenciales son que se produce energía renovable y que los miembros participan en la toma de decisiones.

¿Cómo funciona el autoconsumo compartido?

España no ha traspuesto aún las dos directivas europeas, así que la definición se ciñe al autoconsumo compartido, tal y como lo plantea el real decreto de 2019. “Es una forma de compartir energía entre actores equivalentes. Los usuarios son prosumidores: producen energía entre todos y también la consumen entre todos. Se pasa de un sistema centralizado a uno distribuido”, explica Jordi Pascual, investigador del IREC.

En este aspecto, el modelo es distinto al de las eléctricas municipales (como Barcelona Energia) o de las cooperativas (como SomEnergia), en las cuales los usuarios no son productores en su gran mayoría.

Una instalación como la de Cornellà de Terri está formada por paneles solares en un edificio municipal. Los integrantes de la comunidad tienen asignadas fracciones determinadas de la potencia de esos paneles, para las cuales pagan una cuota. 

La energía producida se inyecta en la red eléctrica. La empresa distribuidora registra, hora por hora, cuánta energía ha generado cada fracción de la instalación. A la vez, registra cuánta energía ha extraído de la red el hogar correspondiente.

Si los paneles han generado 2 kilovatios y el domicilio ha consumido 3, la comercializadora le cobrará solo un kilovatio. Si el usuario ha consumido 1, se le compensará en la factura el coste de ese kilovatio excedente. 

¿Qué ventajas tiene el sistema?

Con este sistema, un hogar puede emplear energía renovable de una instalación cercana, sin necesidad de tirar un cable entre ella y el domicilio. Pascual estima que la inversión inicial para fabricar la instalación (sea del municipio o sea de un grupo de particulares) se amortiza entre tres y ocho años, en función de si se tienen en cuenta las subvenciones. 

“Una instalación compartida tiene economías de escala que reducen su coste con respecto a una individual. Además, la simple conciencia de ver de cerca cómo se produce la energía reduce el consumo entre un 10% y un 20%”, observa Pascual. De generalizarse, el autoconsumo reduciría también las pérdidas asociadas con el transporte de energía a largas distancias.

“La gente tiende a aceptar más los proyectos de instalaciones renovables, si se siente parte de ellas”, añade Tachelet.

¿Qué potencial tiene este modelo?

“El potencial es enorme. Estimamos que, en 2050, el 45% de la producción de energías renovables podría estar en manos de los ciudadanos”, afirma Tachelet, cuya organización representa más de un millón de personas en Europa. Pascual cita un estudio de Greenpeace España, según el cual el país podría autoabastecerse completamente con energías renovables. “La potencia de estos proyectos es que son infinitamente replicables, y además aprovechando espacios que ya están antropizados”, afirma Pujol. 

¿Cuáles son sus retos?

Uno de los principales escollos para el despegue del autoconsumo compartido es que el real decreto de 2019 fija en 500 metros la máxima distancia entre la instalación y el domicilio del usuario. En otros países, como Francia y Portugal, esta distancia alcanza los kilómetros. 

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La transposición de las directivas europeas es otro asunto pendiente. Además, la mayoría de las comunidades consultadas se quejan de que las grandes distribuidoras son muy lentas en activar el sistema de recuento de kilovatios. De hecho, Cornellà de Terri lo hizo a toda velocidad, también gracias al hecho de contar con una distribuidora local, Electra Avellana.

“Las directivas europeas exigen que los estados diseñen un carril rápido para las comunidades energéticas, para que puedan competir en igualdad de condiciones con otros actores del mercado”, concluye Tachelet.