Entender + las relaciones y la sexualidad Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

No quiero tapar mi vaso

Necesitamos, de manera muy seria, repensar cómo enfocamos las campañas de prevención de las agresiones sexuales y de la violencia machista

Copas en la barra de un night club

Copas en la barra de un night club / 123RF

3
Se lee en minutos
Elena Crespi Asensio
Elena Crespi Asensio

Psicóloga especializada en sexualidad.

ver +

Todas aquellas medidas que sirvan para eliminar la violencia machista me parece una buena idea. Ahora bien, ¿por qué siempre tenemos que ser nosotras las que tomamos medidas de protección? ¿Y si, a pesar de estas medidas, nos agreden igualmente? ¿De quién es la culpa entonces? ¿No me he sabido proteger bien? Entiendo la intencionalidad de estas medidas, pero cargan de culpa a quien, a pesar de intentar protegerse, ha sido agredida igualmente.

Nos han educado en la cultura del miedo: vigila por dónde vas, vigila con quién vas, vigila cómo vistes, vigila no te emborraches… Vigila, vigila y vigila… ¿Y sabes qué? Por más que hemos vigilado nos han seguido agrediendo, tocando, increpando, violando y asesinando. Ahora tenemos que vigilar y tapar nuestros vasos para que no nos echen ninguna droga que nos deje KO y que permita que un agresor haga lo que quiera con nosotros. Y si, igualmente, consiguen drogarnos, ¿qué? ¿Es porque no hemos sabido tapar bien el vaso? ¿No hemos vigilado suficiente? ¿No hemos estado suficientemente alerta?

¡Basta! Yo, cuando salgo de fiesta, lo que quiero es pasármelo bien, reír, bailar hasta que me hagan daño los pies. No quiero estar controlando mi vaso por si acaso a algún violador se le ocurre drogarme. No quiero salir con miedo.

Esta medida puede dar por hecho que si tapamos los vasos, se habrán acabado las violaciones por sumisión química pero no será así porque no es la única manera de someter a alguien químicamente. Y porque un agresor se las ingenia para agredir de una manera u otra.

Otras medidas como las que implican que las personas que trabajan en las discotecas y en otros espacios (porque las agresiones no solo pasan en los espacios de ocio nocturno) puedan tener formación para echar una mano si alguien se encuentra en una situación de peligro me parece perfecto. “Ask for Angela” me parece una buena iniciativa.

Pero ya empieza a ser hora que se trabaje, de verdad, apuntando a quien realmente merece recibir todas las interpelaciones: los agresores. La mayoría de las campañas se fijan en la víctima y, en cierto modo, la responsabilizan de lo que sucede. Si vives una situación de violencia machista, llama. Si sales de fiesta, tapa tu vaso. Si vas por la calle, no vayas sola. Y es importante tener recursos donde acudir si necesitamos salir de una situación de violencia, de una situación machista pero… ¿Cuándo empezaremos a interpelar de verdad a los agresores y no a las víctimas?

Noticias relacionadas

Dentro de la cultura del miedo que la sociedad patriarcal nos ha regalado se ha puesto el foco en las agresiones que se dan en el ocio nocturno y por parte de personas desconocidas y, ¿sabes qué? Pues que la mayoría de las agresiones sexuales no se dan en este ámbito, la mayoría de agresiones las cometen personas conocidas y, es más, pasan dentro del ámbito de la pareja. Por lo tanto, necesitamos, de manera muy seria, repensar cómo enfocamos las campañas de prevención de las agresiones sexuales y de la violencia machista. Una campaña que interpele realmente a quien comete estas agresiones. Me atrevo a decir más, necesitamos que la educación familiar, el sistema educativo formal y no formal, los medios de comunicación, las redes sociales y todo nuestro entorno haga frente a esta lacra. Porque la violencia machista suele ser, también, racista, capacitista, lgtbiqafóbica, clasista, etcétera. Por lo tanto, cuantas más situaciones de opresión te interseccionen, más riesgo tendrás de sufrir una situación de violencia. Y a las víctimas no se nos puede responsabilizar de protegernos de todo aquello que nos puede suceder porque no damos al alcance.

Yo propongo que haya menos campañas que extiendan la cultura del miedo y, en cambio, que haya más educación para construir recursos de ayuda a quien la necesita y más educación por interpelar a quien realmente tiene que ser interpelado: el agresor.