Cara a Cara con los lectores de EL PERIÓDICO

Emilio Pérez de Rozas: "Me divierto mucho, demasiado"

El veterano periodista defiende la pasión y el rigor como ingredientes principales del periodismo que practica en un Cara a Cara con la comunidad de lectores de EL PERIÓDICO

‘Cara a cara’ de Emilio Pérez de Rozas con los lectores de El Periódico

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Luis Benavides
Luis Benavides

Periodista

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A pecho descubierto, tal cual escribe, como es. El periodista Emilio Pérez de Rozas cumplió con creces con las expectativas en el último Cara a Cara con la comunidad de lectores de EL PERIÓDICO, este miércoles. Se entregó al espectáculo, sin frenos, como siempre, y solo puso una condición a los asistentes al encuentro: todo lo que contara en The Clock Terrace no podría salir de ahí. Supongo que no contaba con la crónica del que esto escribe, pero puede estar tranquilo. En las próximas líneas solo reproduciré algunos de sus primeros recuerdos como plumilla y reflexiones sobre los periodismos, el viejo y el nuevo, como él mismo distingue. Sus anécdotas más personales, divertidísimas, por momentos surrealistas, lo dicho, se quedaron en la terraza del hotel Catalonia Plaza.

 “Se dedica al periodismo deportivo pero se podría dedicar a lo que quisiera”, subrayó el director de EL PERIÓDICO, Albert Sáez, en referencia a su capacidad para encontrar “historias fantásticas”, también a una profesionalidad que ha mamado desde pequeño. “Tener un Pérez de Rozas en nuestra escudería es un privilegio, que no podemos dejar nunca de agradecer por lo que significa este apellido para el periodismo en Catalunya y España”, añadió.

Dinastía de fotorreporteros

Emilio forma parte de una auténtica saga de fotógrafos y periodistas, los Pérez de Rozas. Su hogar fue su primera facultad. “Si tú naces en el número 23 de la ronda Universitat, con mi padre y dos tíos trabajando desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche los 365 días del año con fotografías y no sales periodista… es que eres un bobo de un tamaño descomunal”, rememoró, entre risas.

Tenía 14 años cuando le colgaron una cámara por primera vez. Fue en un Godó: “Las fotos me parecían sensacionales, pero mi tío Manolo me dijo que eran una mierda. En ninguna de las fotos se veía la pelota”. Así fueron los primeros pinitos de Emilio, así fue aprendiendo el oficio, absorbiendo todo el conocimiento “como una esponja”.

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Fuera de casa también tuvo buenos maestros, como sus añorados Álex J. Botines y Antonio Franco, fundador de esta cabecera, para los que solo tiene palabras de agradecimiento. “Tuve la suerte de trabajar con gente muy desprendida, de la que he aprendido muchísimo”, añadió un periodista que se siente tremendamente afortunado y no tiene reparos en pregonarlo. “Me divierto mucho, demasiado. Me levante a la hora que me levante, donde sea, hago siempre lo que más me gusta”, remachó.

¿Volvería a ser periodista? “Con el escenario actual, no. Me dedicaría a otra cosa”, respondió tajantemente a uno de los asistentes en el turno de las preguntas. No le interesa “crear ecos y clics”, tan a la orden del día; tampoco disfruta esas extenuantes emisiones en Twitch en las que ha participado casi por obligación y rechaza el mal llamado espectáculo del considerado nuevo periodismo si no está comprometido con el rigor. “Los nuevos comunicadores no están autorizados para decir mentiras”, sentenció con tono serio.

Cariño y admiración

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Sabíamos que el estilo directo y casi siempre juguetón de Emilio Pérez de Rozas tiene tirón, mucho tirón. El miércoles se evidenció, además, que su buen hacer le ha permitido cautivar a diferentes generaciones. No en vano lleva cinco décadas rezumando pasión, contagiando emoción. Pero ¿qué es lo que más gusta de Emilio? Daniel de la Torre, de 30 años, licenciado en periodismo y apasionado de las motos, destaca su profesionalidad y describe al maestro Emilio como “serio, exacto y certero”. “Busco su firma porque me gusta lo que escribe, cómo lo escribe. Me gusta su tono desenfadado, que diga lo que piensa de verdad, algo que cada vez se lleva menos”, añadía otro de los asistentes, Miguel A. Martín, de 51 años, abogado de profesión y suscriptor de EL PERIÓDICO. Juan Ignacio Campo, ingeniero jubilado, también lleva años siguiendo la carrera de Emilio, su manera divertida de explicar las cosas.

En la terraza se respiraba mucho cariño y admiración. Rodeado de fieles lectores y jóvenes periodistas, arropado por familiares y amigos, el menudo periodista jugaba en casa. Incluso la terraza del hotel, con esas tumbonas y la piscina, parecía un pedazo de su querida Palma de Mallorca. “Tuvimos un padre muy liberal, que fomentó en nosotros la curiosidad, la imaginación, pero que por encima de todo nos enseñó a ser buenas personas”, destacaron al finalizar la charla sus hermanas, Rosario y Montse, que acudieron al acto organizado por EL PERIÓDICO “para apoyar” al 'pequeño' del clan.