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Introducir contraseña | + Historia

Aprovechando la preocupación por el espionaje en los móviles es bueno recordar que este jueves se celebra el día de la contraseña, para recordar la importancia de proteger los dispositivos. Claro que lo de las palabras clave es mucho más viejo.

Edipo y la esfinge.

Edipo y la esfinge. / Archivo

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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La España política está inmersa en una polémica de raíces profundas que es difícil saber hasta dónde llegará y si tendrá consecuencias a largo plazo, más allá de las páginas en los periódicos y los minutos en los informativos y las tertulias. Evidentemente nos referimos al caso Pegasus, que empezó con el 'Catalangate' y ahora también salpica a miembros del Gobierno español y al propio presidente Sánchez.

El mecanismo de funcionamiento del programa espía es sencillo. Solo hace falta que el usuario clique el enlace de un mensaje señuelo que, a pesar de parecer inocente, es enviado por quien tiene la licencia de uso de Pegasus. Quién y por qué lo ha hecho son dos de las preguntas que todavía esperan respuesta. Mientras tanto algunos se llevaban las manos a la cabeza al saber que gente con tanta responsabilidad ha caído en trampas tan básicas. Pero, seamos sinceros, a la mayoría de nosotros nos pasaría lo mismo. No tenemos ningún cuidado de la seguridad electrónica. Ni de lo más básico, como las contraseñas. Todavía ahora algunas de las más utilizadas son '12345' y 'qwerty'.

En 2005, el experto en seguridad informática Mark Burnett escribió el libro 'Perfect passwords' para ayudar a los usuarios a crear contraseñas robustas pero fáciles de recordar, porque uno de los problemas es que las olvidamos si son muy complicadas. Burnett inspiró a la compañía Intel, que propuso celebrar el Día Mundial de la Contraseña el primer jueves de mayo.

Si bien es cierto que con el uso de tecnología digital ahora tienen mucha importancia, en realidad las palabras clave ya salen en las historias más antiguas. Por ejemplo, en la mitología griega. Se cuenta que en la ciudad de Tebas había un rey llamado Layo, que fue expulsado por unos conspiradores. Para salvar la vida, buscó refugio en la corte de Pélope. Al parecer este tenía un hijo irresistiblemente atractivo y Layo se enamoró de tal manera que no tuvo mejor idea que raptarlo para llevárselo. El padre del chico no se lo tomó demasiado bien y maldijo a su huésped-secuestrador. Además, por si no fuera suficiente drama, Crisipo se suicidó avergonzado.

Finalmente Layo recuperó el trono de Tebas y se casó con Yocasta. La pareja tuvo un hijo y cuando el rey visitó el oráculo de Delfos para saber qué futuro tendría su chiquillo, le advirtió que algún día ese hijo lo mataría y, además, se casaría con su propia madre. Tal y como habrán deducido los lectores más sagaces, el chico en cuestión era Edipo (el del complejo, sí). Con este panorama por delante, Layo decidió abandonar a la criatura en el bosque pero fue encontrado por un pastor, que le salvó de una muerte segura.

Desde el Olimpo, la diosa Hera seguía los periplos de Layo con atención y cuanto más hacía, más se enfadaba. Se enojó tanto que decidió castigarlo enviándole la Esfinge. Era un ser monstruoso con cara y pecho de mujer, alas de rapaz y garras y cola de león. La misión que le encomendó Hera no podía ser más fácil, devorar a todo aquel que quisiera entrar en Tebas. Solo se podían salvar quienes sabían la respuesta a dos enigmas: “¿Cuál es el ser que camina con dos, tres o cuatro patas y que, contrariamente a la ley general, es más débil cuanto más patas tiene?” y “Son dos hermanas, una de las cuales engendra a la otra, que a su vez, es engendrada por la primera”. Se ve que la Esfinge no tenía la opción “recuperar contraseña” y los tebanos iban cayendo como moscas porque ninguno sabía resolver los acertijos… hasta que llegó Edipo.

Alrededor de este punto hay varias versiones pero la más habitual dice que, por los caminos de alrededor de Tebas, Edipo había topado con Layo y, después de discutirse por quién tenía derecho a pasar primero, el chico mató al rey sin saber que estaba asesinando a su propio padre.

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A pesar del regicidio, al liberar a Tebas de la Esfinge (suponemos que hizo aquello de compartir la contraseña, aunque dicen que no debe hacerse nunca), los habitantes le ofrecieron el trono y la viuda. O sea, su propia madre. Al final se descubrió el incesto, ella se ahorcó, él se arrancó los ojos y Freud se inventó el principio de Edipo que tanto gusta a los psicoanalistas y a Woody Allen.


Mitologías

Los personajes fantásticos, mezcla de humanos y animales son habituales en las mitologías, aunque con particularidades. Por ejemplo, la esfinge griega es diferente a la egipcia. En ese caso era un cuerpo de león con cabeza de hombre y representaba al faraón. Por cierto, la respuesta a los enigmas tebanos eran el hombre y el día y la noche. Por si alguna vez se la encuentran.

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