Entender + el sector social

Empresas con ánimo transformador

Una empresa social es aquella cuyo objetivo primordial es el logro de un impacto social positivo y cuantificable y, a la vez, resulta rentable como negocio. Atrás ha quedado la idea de que las empresas sociales suelen establecerse en modelos de negocio tradicionales. La innovación es la clave para dar con la solución al reto al que se pretende dar respuesta. Y en este contexto, y con unos ciudadanos cada vez más exigentes, crece el interés por las inversiones de impacto. Guillermo Casasnovas, de Esade, y Fabrizio Ferraro, de IESE, abordan la situación.

Criterios ASG para empresas

Criterios ASG para empresas / activos

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Guillermo Casasnovas y Fabrizio Ferraro

A pesar de los desafíos afrontados, la crisis del covid-19 también ha supuesto una oportunidad para las empresas sociales en España: el 78% tuvieron éxito a la hora de ayudar durante la crisis sanitaria: el 71% de ellas desarrollaron nuevas ofertas, el 51% evolucionaron a ofertas digitales, el 31% ayudaron a otras empresas y emprendedores sociales y el 22% atendieron a un nuevo grupo objetivo.

El emprendimiento social en España es más importante que nunca ya que, en un momento como el actual de reconstrucción económica, su labor favorece tanto la eficacia de las prácticas empresariales como la creación de valor para la sociedad. Sin embargo, muchas de ellas son todavía demasiado dependientes de la financiación pública. De ahí la necesidad de visibilizar y construir un ecosistema de apoyo al emprendimiento social en España.

Del sector social tradicional al nuevo emprendimiento

Guillermo Casasnovas. Profesor del departamento de Sociedad, Política y Sostenibilidad de Esade

Cada vez hay más consumidores que cuando compran yogures, ropa, verdura o cerveza –por poner algunos ejemplos concretos– escogen el producto no solo en función de la calidad y el precio sino también del impacto social y medioambiental que se genera durante el ciclo de vida de dicho producto –el proceso de producción, el consumo y el potencial reciclado–. Ciudadanos que intentan favorecer empresas que contratan a colectivos vulnerables, que apuestan por la producción ecológica, que reducen el uso de plásticos, que compran productos hechos con material reciclado, etc. Detrás de estos productos y servicios suele haber empresas sociales, que nacen con el objetivo de contribuir a solucionar algunos de los retos de nuestra sociedad a través de modelos de negocio sostenibles.

En un reciente estudio sobre la situación del emprendimiento social en Europa coordinado por Euclid Network (‘European Social Enterprise Monitor’), se destacaba la diversidad de sectores en los que operan las empresas sociales, las diferentes formas jurídicas que adoptan y el creciente esfuerzo que realizan por medir el impacto social que generan. Desde el Esade Center for Social Impact fuimos los responsables del estudio en España y, además de estas conclusiones, también comprobamos que el sector del emprendimiento social en nuestro país bebe de dos fuentes importantes y complementarias: el legado del sector social tradicional y la nueva ola de emprendedores que incorporan la variable del impacto como elemento fundamental de sus proyectos empresariales.

Casi la mitad de las empresas sociales del estudio fueron fundadas el siglo pasado

El peso del sector social se nota en que casi la mitad de las empresas sociales del estudio fueron fundadas el siglo pasado y más de la mitad tienen forma de asociación o fundación. Muchas de estas organizaciones son empresas de inserción o centros especiales de empleo, que combinan los ingresos comerciales con las subvenciones públicas para ofrecer productos y servicios de calidad y competitivos. Estas empresas fueron innovadoras en su día, promoviendo modelos organizativos que combinan un enfoque de mercado con una clara misión de apoyar a colectivos vulnerables. Debido a sus características y los mercados en los que operan, a menudo son negocios de carácter local o regional.


/ Yuhi Shinoda

En paralelo, existe una hornada de emprendedores sociales que hacen un mayor uso de la tecnología, que miran a los mercados internacionales y que tienen un impacto más allá de los puestos de trabajo creados para personas con algún tipo de discapacidad. Son empresas que hacen calzado con residuos reciclados, que crean plataformas para combatir el desperdicio alimentario, que acercan la producción ecológica y de proximidad a los centros urbanos o que ofrecen alternativas con impacto social positivo en sectores como la energía, las finanzas o la movilidad.

Tres cuartas partes de las empresas miden regularmente el impacto generado

Nuestro estudio demuestra que tantos unas empresas sociales como otras están incorporando cada vez más la medición del impacto que generan: tres cuartas partes lo miden con regularidad y un 27% utiliza certificaciones como la de B Corp o las de comercio justo. Lo interesante es que esta práctica de medición del impacto social no sea solo para comunicar o justificar su actividad ante los distintos grupos de interés, sino que forme parte de un proceso de aprendizaje sobre qué enfoques funcionan mejor que otros, de manera que las organizaciones puedan centrar sus operaciones en aquellos ámbitos con mayor impacto. Además, las empresas sociales son pioneras en temas de igualdad y diversidad, ya que por ejemplo las mujeres representan más del 50% del personal tanto en la plantilla como en los órganos de gobierno, e involucran de manera significativa a los empleados en la toma de decisiones de la organización.

Entre las barreras destacan la falta de visibilidad y el limitado apoyo de la administración pública

En el momento actual de reconstrucción pospandémica, vale la pena recordar la importancia de este tipo de organizaciones que combinan el enfoque social y medioambiental con la sostenibilidad financiera. Todavía existen barreras importantes, como la falta de visibilidad ante el público general o el apoyo limitado que reciben de la administración pública. Frente a modelos donde la responsabilidad del bienestar de la sociedad se deja únicamente al Estado, la filantropía o el mercado, el emprendimiento social supone un modelo híbrido donde los consumidores, los inversores, los legisladores y el sector público en general pueden apoyar a organizaciones que contribuyen de manera clara a una sociedad mejor para todos. El estudio europeo realizado por Euclid Network muestra que las empresas sociales se benefician en gran medida de la presencia de redes de apoyo, organizaciones sectoriales, programas de financiación e instituciones educativas que visibilizan y refuerzan el papel de estas empresas. Por este motivo, es importante que en España también reforcemos este ecosistema, de manera que aúne y proyecte los esfuerzos compartidos de tantas empresas sociales.

Inversión de impacto: ¿una revolución?

Fabrizio Ferraro. Profesor del IESE Business School

La inversión de impacto está de moda. En España, en 2020, los actores que gestionan capital para la inversión de impacto sumaban 2.378 millones de euros de activos bajo gestión, comparados con poco más de 90 millones en 2019 (Spain NAB). En el mundo, la inversión de impacto alcanzaba los 715.000 millones en 2020 (GIIN). Para sus pioneros, este tipo de inversión revolucionará las finanzas y cambiará el mundo. Para los críticos, es solo un lavado de cara a los inversores de capital privado, mientras los problemas sociales siguen sin solución.  

La inversión de impacto alcanzó en España los 2.378 millones en el año 2020

¡Ojo! El debate sobre este tema se complica por la babel de términos en el mundo de las finanzas sostenibles: inversión responsable, inversión ASG e inversión de impacto. A pesar de referirse a fenómenos diferentes, muchas veces estos términos se utilizan de manera indiscriminada. La inversión responsable (o sostenible) es cualquier tipo de inversión que cumpla con criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) en cualquier tipo de activo financiero. En la última década la inversión ASG se ha disparado y, en 2020, casi un tercio del capital gestionado profesionalmente cuenta con algún criterio ASG.



/ Pixabay

La inversión de impacto forma parte del proceso transitorio de la inversión hacia los criterios ASG, pero va más allá. La inversión de impacto busca, intencionalmente, un impacto social o medioambiental medible, además de un retorno financiero. Tradicionalmente, y forzando un poco las diferencias, la inversión ASG busca el retorno financiero minimizando el impacto negativo en el medioambiente y la sociedad; pero la inversión de impacto busca un impacto positivo, ya que nace como laboratorio de innovación filantrópica en 2007 de la mano de la fundación Rockefeller y con el objetivo de atraer más capital y fortalecer a las primeras experiencias exitosas de empresas sociales.

Hoy, la inversión de impacto cuenta con muchos más agentes, y quizá el auge está en los fondos de capital privado que ofrecen a sus clientes una rentabilidad atractiva (aunque más baja que sus fondos tradicionales) e impacto social o medioambiental. Estos fondos invierten en empresas nuevas en energía, salud, educación y otros sectores verticales que tienen por naturaleza una clara dimensión de impacto. 

El inversor particular debe saber que son inversiones a largo plazo y no son líquidas

¿Quién invierte hoy en impacto? Mientras la inversión ASG es para todos los inversores, contando con ofertas en cualquier tipo de activo y perfil de riesgo y retorno; la inversión de impacto está más enfocada al inversor institucional (exceptuando a la banca ética y social que no es vehículo de inversión). Esto cambiará pronto, ya que hay fondos de fondos comercializándose a través de bancos y se lanzarán más vehículos de inversión con tíquets de entrada más asequibles. Aun así, el inversor particular debe tener claro que este tipo de inversiones son a largo plazo y no son líquidas, el promedio de desinversión es de siete a 10 años

Los nuevos actores atraen cantidades importantes de capital y están contribuyendo a un cambio de mentalidad: aceptar el impacto como tercera dimensión de la inversión

Los puristas de la inversión de impacto, especialmente en el Reino Unido, donde la inversión de impacto en oenegés y empresas sociales se había avanzado, temen que el sector haya perdido el norte, ya que la mayoría del capital no se dirige a empresas sociales o a las que les costaría obtener fondos. Mi lectura es más optimista. Los nuevos actores no solo atraen cantidades importantes de capital y lo invierten en empresas nuevas con potencial de impacto, sino que también están contribuyendo a un cambio de mentalidad quizá aún más importante: aceptar el impacto como tercera dimensión de la inversión

Hasta ahora, cualquier tipo de inversión se valoraba solo en términos de optimización de riesgo y retorno acorde al perfil del inversor. La inversión de impacto, sobre todo en capital privado, abre la posibilidad de que un inversor pueda escoger también el nivel de impacto social y medioambiental. La idea de optimizar las inversiones considerando también su impacto podría llevar a un cambio revolucionario en cómo entendemos la inversión de capital, y en consecuencia el capitalismo

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Para alcanzar esta visión necesitamos mejorar los criterios de medición, exigir más transparencia en la comunicación de las características y resultados de los fondos en cuanto a impacto. Tampoco está claro hasta qué punto se pueda hacer inversión de impacto en mercados cotizados, ya que la influencia que tiene un fondo sobre las empresas donde invierte es muy limitada, mientras que, en el capital privado, el gestor tiene más. 

¡Mucho que hacer! Pero, sin duda, la inversión de impacto ha conseguido en pocos años hacernos ponderar algunos preceptos cardinales de las finanzas, está ilusionando a profesionales de la inversión y emprendedores y merece un voto de confianza para seguir adelante.