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Pasiones secretas de personajes famosos | + Historia

A raíz de la muerte del payaso Lluís Raluy, se ha recordado su pasión por la matemática. No es algo excepcional. A lo largo de la historia ha habido muchos personajes con aficiones de alto nivel intelectual.

Hedy Lamarr, actriz y también inventora.

Hedy Lamarr, actriz y también inventora.

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Escribir obituarios es un reto para todo periodista. En pocas palabras hay que saber explicar a los lectores la esencia vital de alguien que acaba de morir, sin caer en la adulación pero al mismo tiempo poniendo en valor su legado. Hace pocos días, Julián García logró este propósito al recordar la figura de Lluís Raluy, toda una institución del mundo circense. Quizás a alguien le llamó la atención que el texto, en la edición en papel, llevara por título ‘El payaso matemático’, pero es que no se podría entender quién fue ese hombre sin conocer su pasión por los números, a los que dedicó muchas horas de su vida. Su caso no es excepcional. Hay muchos personajes de la historia con aficiones profundas y en las que quizás también habrían destacado si no hubieran pasado a la posteridad por otros aspectos de su biografía.

Este es el caso del emperador japonés Hirohito, una de las personalidades más controvertidas del siglo XX por los debates que ha generado su figura y su grado de implicación en el papel del país del Sol Naciente durante la Segunda Guerra Mundial. Nacido en 1901, fue el primer príncipe heredero nipón en viajar a Europa. En aquel el periplo, uno de los miembros del cortejo que le acompañaba fue su profesor de biología, el doctor Hirotaro Hattori. Este científico fue el encargado de establecer vínculos con miembros de la academia europea y actuar de enlace con el futuro emperador, que quería estar al día de su pasión: la oceanografía. Desde muy joven sentía una fuerte curiosidad por descubrir los misterios que escondía el mar y, sobre todo, un tipo de animales simples llamados hidrozoos.

Cuando en 1926 fue coronado para relevar a su difunto padre, mandó construir un laboratorio en el recinto del palacio imperial que dirigía el profesor Hattori. En las tardes de los lunes y jueves, el emperador despejaba su agenda pública para poder cerrarse a investigar en aquellas instalaciones junto a su maestro.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se planteó disolver la estructura imperial nipona, pero finalmente, temerosos de que una decisión tan radical generara animadversión entre la ciudadanía, se prefirió mantener la figura de Hirohito pero modernizando el cargo y eliminando la sacralización de la figura del emperador, hasta entonces considerado una divinidad. Para presentarlo como un monarca más campechano que diríamos aquí, se aprovechó su pasión científica para demostrar que era un hombre de su tiempo. Cuando murió, en 1989, a su hijo Akihito no solo le legó la corona sino también la pasión por las ciencias del mar. Quien sería emperador hasta 2019 está especializado en ictiología, o sea el estudio de los peces.

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Otro caso singular, aunque quizás más conocido, es el de la actriz de cine Hedy Lamarr, una de las estrellas del Hollywood de los años dorados. Rodó a las órdenes de los grandes directores de la época: King Vidor, Cecil B. DeMille o Victor Fleming. Lo que no se supo hasta que era muy mayor -murió en 2000 a los 85 años- es que en 1941, cuando solo tenía 27 años, conjuntamente con el pianista George Antheil, inventó un sistema secreto de transmisiones de radio para submarinos que era imposible de detectar por el enemigo. La patente del invento se mantuvo clasificada hasta 1986, que se puso a disposición de la ciudadanía. El invento de Lamarr y Antheil sirvió de base para los actuales sistemas de comunicaciones inalámbricas y de posicionamiento geográfico. O sea que sin el descubrimiento de esta actriz no existirían el GPS, la telefonía móvil ni el wifi. Ahora bien, de los beneficios económicos que generó toda aquella tecnología aplicada al mundo civil, no vio un céntimo. Es más, no fue hasta los últimos años de su vida cuando empezó a reconocerse su talento científico, lo que siempre le había provocado una gran frustración. De hecho, el mundo no tomó conciencia de su papel en la modernización de las comunicaciones hasta que ya hacía tiempo que de su muerte. Eso sí, en 2014, a título póstumo, corrieron a incorporarla en el Salón de la Fama de los Inventores.


Autor de ensayos

La pasión matemática del payaso Lluís Raluy no se limitó a la acumulación de conocimientos materializada en una biblioteca de más de 3.000 volúmenes que llevaba a todas partes. Investigó y escribió varios ensayos. Por ejemplo ‘Visión matemática del espacio’, ‘Los secretos de los espejismos’ o ‘Ámbito de los números primos, su estructura y distribución’.

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