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El bucle infinito del aeropuerto de El Prat

Las polémicas relacionadas con el aeropuerto de El Prat son una especie de bucle sin final. Y ya pasaba al principio. Hace unos cien años, los pioneros de la aviación también tenían problemas con el futuro de aquella infraestructura

Josep Canudas, a punto de dar una conferencia en 1936.

Josep Canudas, a punto de dar una conferencia en 1936. / (Arxiu Fotogràfic de Barcelona)

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Estos días la opinión pública está entretenida en debatir pros y contras de la presunta nueva ampliación del aeropuerto de El Prat. Los aviones en Catalunya siempre han sido un dolor de cabeza. Hace casi cien años, en 1929, ‘Mirador’, una revista excepcional, exponente del periodismo moderno y avanzado que entonces se hacía en lengua catalana, publicaba el 24 de octubre un artículo firmado por Joaquim Ventalló donde informaba de la recién creada Escuela de Aviación de Barcelona para preparar futuros pilotos. El proyecto seguía adelante sobre todo por el entusiasmo del pionero de la aviación Josep Canudas, porque ningún gran capitalista del momento había querido invertir en ese sector, con el argumento de que no se le veía un futuro claro.

Al igual que ocurre ahora, uno de los problemas eran los accesos al campo de aviación. Según informaba Ventalló, la carretera para llegar a El Prat se encontraba "en un estado vergonzoso". ¿Y por qué? El ayuntamiento decía que no tenía dinero para arreglarla, mientras que la Diputación se excusaba afirmando que sus competencias llegaban hasta el Llobregat. A lo cual, el consistorio de El Prat respondía que en realidad el gobierno provincial y Madrid (entonces Catalunya no tenía gobierno autónomo) querían construir un nuevo aeropuerto en L'Hospitalet.

En aquellos momentos solo había el aeródromo de Canudas, base de la Escuela, y las instalaciones de la Aeronáutica Naval (en el Ejército español, aviación dependía de marina). Había que crear un nuevo aeropuerto más grande y el comité técnico que lo decidía estaba formado por tres hombres: un militar, un naval y un civil. "El militar es un militar; el naval es un marinero y el civil es un militar. El civil que es militar no es ni piloto. Tanto este como el militar viven en Madrid ", explicaba Canudas a ‘Mirador’ aquel 1929.

Lo que no debatían entonces era qué función debía tener el aeropuerto puesto que lo veían como una herramienta para el turismo. De hecho, Canudas en 1921 ya había iniciado un proyecto de aviación turística entre Barcelona y Mallorca; que tuvo que detener al ser llamado a filas para luchar en la guerra de Marruecos. Esto truncó su intensa actividad de promoción de la aeronáutica en Catalunya que había iniciado en 1910. Por aquel entonces solo tenía 16 años y asistió al primer vuelo de exhibición en tierras catalanas por el piloto Julien Mamet. A partir de ese momento Canudas comenzó a escribir artículos sobre el tema. Después, en 1915, fundó el Aero Club de Catalunya y, dos años más tarde, obtuvo el título de piloto. Su pasión le llevó a convertirse en director de la Escuela Catalana de Aviación.

Aunque después de servir en el Ejército retomó estas actividades, tuvo que esperar a que Catalunya tuviera autonomía política durante la Segunda República para poder desplegar su potencial. Fue nombrado director de los Servicios de Aeronáutica de Catalunya, desde donde impulsó la línea Barcelona-La Seu d’Urgell, entre otros proyectos.

Cuando estalló la guerra trasladó su oficina al aeródromo de Barcelona, para coordinarse con el coronel Felipe Díaz Sandino, aviador de guerra y consejero de defensa de la Generalitat. Ambos organizaron un servicio que conectara los frentes de Aragón, Lleida y Huesca con la retaguardia. Además, el Gobierno catalán lo nombró teniente y director de la escuela de aviación de pilotos militares de Barcelona, que se puso en marcha para luchar contra los rebeldes fascistas que tenían el apoyo de las fuerzas aéreas de Hitler y Mussolini.

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Al terminar la guerra, Canudas se exilió y vivió muchos años en Estados Unidos, donde trabajó en la sección de aviación del Departamento de Defensa. Pasó los últimos momentos de su vida en la localidad suiza de Friburgo, donde murió en junio de 1975, cuando tenía 80 años.

El hecho de haber sido leal a la República hizo que durante el franquismo su figura fuera arrinconada de la memoria aérea del país. Actualmente solo da nombre a una sala VIP de la T-2. Ahora que dicen que quieren volver a hacer obras, estaría bien que un personaje de su trascendencia tuviera la visibilidad que se merece para reconocer su papel como pionero de la aviación.

Libro póstumo

A pesar de vivir tantos años en el exilio, Canudas nunca olvidó sus orígenes y aprovechó la jubilación para escribir el libro ‘Història de l’aviació catalana 1908-1936’. Desgraciadamente no lo pudo ver publicado, porque murió antes. Por fortuna, un antiguo alumno suyo de la Escuela de Aviación de antes de la guerra, Joan Balcells Auter, logró que se editara en 1980.