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A 'Friends' se le perdona todo

La capacidad de la famosa sitcom nacida en los 90 para seducir a distintas generaciones de espectadores nunca había sido tan misteriosa para mí como ahora

Los integrantes de ’Friends’, en la gala de los Emmy, en Los Ángeles, el 22 de septiembre del 2002.

Los integrantes de ’Friends’, en la gala de los Emmy, en Los Ángeles, el 22 de septiembre del 2002. / AFP / LEE CELANO

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Desirée de Fez
Desirée de Fez

Periodista y crítica de cine.

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 ¿Por qué sigue siendo tan popular una serie tan alejada y desconectada de la realidad? Como casi todo el mundo, siempre he estado rodeada de fans de Friends. Se acaba de estrenar en HBO Friends: The Reunion, el esperado especial sobre el reencuentro de los protagonistas de la mítica serie, y tengo a unas cuantas personas de mi entorno comentándolo y a otras esperando a que llegue la noche para verlo. La prevalencia en el tiempo de Friends, la capacidad de la famosa sitcom nacida en los 90 para seducir a distintas generaciones de espectadores y ampliar constantemente su fandom nunca había sido tan misteriosa para mí como ahora.

Aunque mi Friends siempre haya sido Seinfeld, hasta hace unos años podía entender la naturaleza adictiva y la condición de fenómeno intergeneracional de la famosa serie sobre seis amigos viviendo en Manhattan. Núria Costa, jefa de prensa, es fan de la serie hasta el punto –por contradictorio que resulte– de no querer ver Friends: The Reunion. “El tráiler me dio mucho bajón. No la quiero ver. Supongo que es mi reacción al paso del tiempo”, confiesa. Coincido con ella en su explicación del encanto de Friends: “Es muy fresca y posee la capacidad de colarte cosas más complejas de lo que parece desde la naturalidad y la sencillez”. Una opinión a la que el periodista y crítico Alfons Gorina, de 37 años, se suma y añade que “es una serie ágil, tiene buenos personajes y sus creadores supieron mantener muchas temporadas sin bajones”. Curiosamente, la hija de Costa (7 años) y la sobrina de Gorina (13) figuran entre los nuevos seguidores de la serie. Como con todo lo que tiene éxito, también hay corrientes de antipatía hacia Friends (muchas veces por comparación con otras), pero es bastante evidente que es una buena sitcom que mantiene intacta su atracción y sin la que no se entenderían otras que vendrían después: Cómo conocí a vuestra madre o The Big Bang Theory.

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El enganche a Friends, generación tras generación, siempre ha sido lógico y razonable. Pero no deja de ser insólito que lo siga siendo ahora. ¿Por qué sigue arrasando en un momento en el que la ficción televisiva está tomando sendas más comprometidas y a las series no se les consienten algunas cosas que en Friends son evidentes? ¿Por qué sigue triunfando en 2021, en tiempos en los que la cultura woke exige una ficción que refleje la realidad de la manera más fiel y plural posible? Desde que la serie está disponible en plataformas (actualmente, en HBO), se han sucedido los artículos que cuestionan decisiones de Friends que –afortunadamente– hoy son inconcebibles. The Independent, que en 2018 aseguraba en un artículo que “los millennials que ven Friends en Netflix han expresado reservas sobre las historias de la popular comedia, y la describen como transfóbica, homofóbica y sexista”, publicaba hace solo unos días, con motivo del estreno de Friends: The Reunion, un recopilatorio de los momentos problemáticos de la serie. Eso está ahí. Pero la serie sigue siendo un éxito: la lucha entre plataformas para quedársela, las expectativas en torno al especial que acaba de estrenarse y el hecho de que siga siendo una de las series más vistas en todo el mundo lo confirman.

Intento sacar conclusiones de la conversación con compañeros de distintas generaciones. Y, llego básicamente a tres. La primera, inevitablemente, es la de siempre: la nostalgia, la añoranza de series y películas que nos recuerdan otros tiempos. A las que, además, a veces les perdonamos los desajustes precisamente por eso, porque pertenecen a otros tiempos. Pep Molina, guionista y realizador de 28 años, apunta: “Quizá veinticinco años ya sea un tiempo suficiente para que no te sientas mal viendo una sitcom con problemas ideológicos o de agenda. El componente retro no es sólo estético. Es pasado, no presente”. La segunda conclusión de la prevalencia de Friends podría ser, por decirlo de algún modo, una añoranza por contraste. Friends tiene algo de fantasía evasiva y, a ojos de hoy, exótica. En ella todo parece estar en orden. Recordemos que describe un mundo en el que puedes tener un trabajo precario y vivir en un apartamento de Manhattan, en el que no existen las redes sociales y en el que, tal vez consecuencia de esto último, las relaciones interpersonales son más fáciles y duraderas. Y la tercera, que me regala Pep Molina y es interesantísima, podría ser un cambio en la reformulación del fenómeno fan: “Estamos en un momento en el que la gente más joven es fan de cosas muy populares, de cosas muy conocidas que no necesitan ser reivindicadas: Friends, Anatomía de Grey, Marvel, Star Wars, Ghibli…”. Y tiene sentido como actitud a la defensiva, como reacción a un momento de ridícula búsqueda de rarezas y exquisiteces en las que proyectarnos para mostrarnos al mundo como los más listos.

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