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Diagonal Mar: no es parque para perros

La prohibición del acceso con perros en buena parte del parque de Diagonal Mar al ser catalogado recientemente como "refugio de biodiversidad" ha puesto en pie de guerra a un grupo de familias con canes. Son habituales de este oasis verde con más 134.000 metros cuadrados de superficie y consideran que la medida criminaliza injustamente a sus mascotas. El Ayuntamiento, en una decisión respaldada por la comunidad científica, considera necesario restringir el paso a las mascotas en unas zonas concretas para preservar la vida de cientos de especies animales y vegetales que se han hecho suyo este parque urbano.

Vista del parque de Diagonal Mar, en Barcelona, la semana pasada

Vista del parque de Diagonal Mar, en Barcelona, la semana pasada / Jordi Cotrina

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Luis Benavides
Luis Benavides

Periodista

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El parque de Diagonal Mar es el sexto "refugio de biodiversidad" de la ciudad de Barcelona desde el pasado 19 de abril. Esta calificación persigue proteger y favorecer a las centenares de especies de flora y fauna de interés que allí se encuentran y, a efectos prácticos, supone el cierre de algo más de la mitad del parque únicamente a los perros. El motivo, sostienen fuentes municipales, es que los animales de compañía dificultan que este espacio pueda desarrollarse normalmente como ecosistema. En otras palabras, consideran que los perros perturban principalmente la vida de numerosas aves que han encontrado en este gran parque urbano -creado de la nada a principios de los dosmiles- un espacio de refugio, alimentación y nidificación.

Una vecina, Vanesa Sicart, envió una carta a Entre Todos para expresar su malestar por lo que considera una discriminación: “Según el Ayuntamiento y cuatro vecinos solo los perros ponen en peligro la fauna y la flora del recinto, sin tener en cuenta cosas como la localización de un parque infantil, con unos toboganes metálicos que no son precisamente silenciosos, justo al lado de la zona de nidificación”, protesta Vanesa Sicart, que también apunta en su misiva otras conductas más nocivas a su entender como la profusión de pícnics, el uso de petardos “dos meses antes y después de Sant Joan”  y la alimentación de los patos “con pan de molde”, entre otras. Por su parte, fuentes del Ayuntamiento puntualizan a EL PERIÓDICO que los encuentros en el parque “no son perjudiciales siempre y cuando no haya comportamientos incívicos hacia la flora y la fauna” y que “los petardos están prohibidos en los parques”.

Más de 165 aves diferentes

Aunque en este parque situado en el litoral barcelonés colisionan los intereses estrictamente medioambientales y los de ciertos usuarios, nadie pone en duda el valor incalculable de un rincón de la ciudad tan singular, convertido en el hogar de aves, muchas de ellas protegidas, e insectos polinizadores y reptiles. Con todo, incluso ornitólogos como Ricardo Ramos comparten algunos planteamientos de los propietarios de canes. Esto es, que los perros no tienen por qué representar una amenaza para este ecosistema. “Si todos los perros van atados, no habría ningún problema y no sería necesario acordonar medio parque. Bastaría con hacer cumplir la normativa vigente, y que los dos informadores que hay actualmente en el parque tuvieran capacidad sancionadora”, añade este experto. Los perros sueltos, admite, han hecho desaparecer aves que hacen vida terrestre como la bubilla, el tuercecuellos y la chocha perdiz. Ramos es el autor ‘Las aves del Parc de Diagonal Mar’, un libro autoeditado que en buena medida ha motivado la medida del Ayuntamiento. “Desde el 2001 he detectado y fotografiado unas 165 especies diferentes. La última, ayer, un archibebe claro. Sin citarme, el ayuntamiento se basa en mi censo”, detalla Ramos, también vecino y gran conocedor de la fauna del parque.

Fuentes del consistorio coinciden con el ornitólogo en que los perros que entran en el parque debidamente sujetos no son un peligro, si bien añaden que “la realidad es que se han constatado comportamientos incívicos y hay bastantes perros sueltos”. Así, prefieren blindar ciertas áreas, especialmente delicadas. Y es que el daño que ocasiona una sola conducta incívica, como animar a los perros a perseguir a los patos del estanque, es irreparable. En cuanto a los informadores desplegados en la zona, continúan las mismas fuentes, no pueden tener capacidad sancionadora, propia de la Guardia Urbana.

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Sicart visitaba el parque con su perra unas tres o cuatro veces al día, y como ella muchos más vecinos. “Tenemos un grupo de Whatsapp y estamos molestos porque nadie nos ha preguntado nada, ha sido una decisión unilateral, sin tener en cuenta a los afectados”, critica esta vecina, cuya queja cuenta con el respaldo de Espai Gos. Esta plataforma ciudadana para la convivencia en el espacio público sostiene en un comunicado que la contaminación provocada por el tráfico de la Ronda del Litoral, pegada al parque, es mucho más perniciosa para el bienestar de las especies que se pretenden proteger que unos “ladridos ocasionales”. Asimismo cuestiona esos “más de 60.000 metros cuadrados” todavía disponibles para los canes, según el consistorio, pues se deberían descontar las pistas deportivas, las oficinas de Parcs i Jardins y las zonas de arbustos impracticables. Así, los metros útiles, puntualiza la plataforma, serían bastantes menos.

La plataforma Espai Gossos también critica las alternativas ofrecidas a los propietarios de los perros fuera del parque. La zona de recreo para canes de la plaza de Julio González es demasiado pequeña para ser considerada algo más que un 'pipicán' (“como dos plazas de aparcamiento”) y la de los jardines de Ghandi, no mucho más grande, es peligrosa porque la valla de madera apenas tiene un metro de altura. Un descuido, un salto y el susto en la calzada está casi garantizado. “Nos cambian un espacio abierto, rodeado de naturaleza, donde hacer un paseo es una auténtica delicia, por unas zonas de recreos lamentables”, añaden. El consistorio se limita a recordar que dentro del mismo parque hay una zona de recreo para perros de 1.000 metros cuadrados e insiste en el alto valor de este nodo de biodiversidad, un espacio lleno de vida (o vidas).

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