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El feminismo frente a Trump

Los cuatro años de Donald Trump al frente de la presidencia de EEUU han significado un retroceso en las conquistas de las mujeres en el país norteamericano

Una mujer enarbola una pancarta con una caricatura de Trump durante una manifestación contra el presidente estadounidense en Nueva York, en el 2016.

Una mujer enarbola una pancarta con una caricatura de Trump durante una manifestación contra el presidente estadounidense en Nueva York, en el 2016. / KENA BETANCUR

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Ana Bernal-Triviño
Ana Bernal-Triviño

Profesora de la UOC y periodista.

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Nada más llegar al poder, Trump tuvo enfrente al movimiento feminista con la 'Marcha de las mujeres', que ocupó de forma masiva las calles de Washington. Las acusaciones de acoso sexual contra Trump y sus frases denigrantes y machistas eran solo la parte más visible. Aquella manifestación advertía de la amenaza sobre los derechos de las mujeres, aún más en una sociedad diversa y muy desigual según cada estado. De fondo, un discurso supremacista blanco al alza, donde mujeres como Lana Lokteff, miembro de un grupo de extrema derecha, impulsaba fuertes mensajes contra unas feministas que no se equivocaron. Lo peor estaba por venir.

Aumento de la desigualdad de género

Cuando Trump llegó al poder, según el Foro Económico Mundial, EEUU estaba en el puesto 49 de desigualdad de género. En su informe de 2020, pierde cuatro puntos, hasta caer al puesto 53. Para que se hagan una idea, España ha pasado del puesto 24 al 8 en el mismo informe. 

Brecha salarial estancada

La paridad de género está estancada con una brecha salarial que no se reduce. Las estadounidenses todavía luchan por ingresar en cargos empresariales. En las juntas directivas corporativas solo el 21,7% son mujeres. Más allá de los techos de cristal están los suelos pegajosos. Las trabajadoras latinas cobran menos que las blancas norteamericanas, las empleadas negras y las asiáticas, quedando al margen de servicios y coberturas, según el Consejo Laboral para el Avance Latinoamericano. 

Acoso laboral silenciado

En 2017, el #MeToo puso voz a cientos de mujeres que denunciaron el acoso sexual en el trabajo. En 2018, la Fundación Thomson Reuters incluyó a EEUU entre los 10 países más peligrosos para las mujeres y el tercero en mayor riesgo de violencia sexual o acoso. Trump eliminó también la ley de pago justo y seguridad en el trabajo, aprobada por Obama, que obligaba a las empresas con contratos federales a garantizar derechos laborales. Desde entonces, menos transparencia salarial y las empresas pueden aún recurrir al arbitraje en casos de acoso, para que no sean públicos. 

Ataque contra la libertad sexual y reproductiva de las mujeres

Desde Obama, las aseguradoras tenían que cubrir los anticonceptivos. Con Trump, el personal sanitario puede negarse por objeción de conciencia. En un país donde se permite la pena de muerte o donde hay más armas que habitantes, los grupos provida intensificaron su discurso alentados por el deseo de Trump: conseguir que el aborto fuera ilegal. Dispuso a jueces antiabortistas en el Supremo y prohibió fondos federales a las clínicas de planificación familiar que derivaran a centros abortistas. Un cerco total para mermar el derecho de estas mujeres, sobre todo de aquellas con menos recursos económicos. La situación empeoró aún más con el covid, que diversos estados usaron de excusa para suspender los procedimientos.

Menos presupuesto contra la violencia machista

Nada más llegar a la presidencia, Trump recortó un 30% el presupuesto del Departamento de Estado y de la Agencia para el Desarrollo Internacional, una de las partidas para la prevención de una violencia que allí sigue llamándose “doméstica”, y donde no hay cifras oficiales, sino estimaciones. La Ley VAWA, que protege a las mujeres y que salva a muchas inmigrantes, aún tiene estancada su reaprobación en el Senado.

Los permisos de maternidad siguen sin estar garantizados

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Muy pocas mujeres, y en función del estado donde vivan, pueden disfrutar de ellos. ¿La alternativa? Incorporarse al mercado laboral antes, usar sus vacaciones o dejar sus trabajos para centrarse, en exclusiva, al cuidado familiar. 

Estos son algunos hechos. Lo que no queda reflejado en las estadísticas es el impacto emocional y psicológico de muchas mujeres. De las que cobran menos, de las que quedan marginadas, de las que no pueden abortar, de las que sufren ataques racistas, de las violadas o maltratadas, de las que afrontan la maternidad sin descanso o de las que por el propio sistema no pueden tener aspiraciones, el mismo sistema perverso que les vende una falsa libertad. Aunque no hay certezas absolutas, todas esperan tener un nuevo camino. Pero el feminismo siempre estará de frente.