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El invento de las uvas de la suerte

Si solo de pensar en las uvas de Nochevieja ya os sentís ridículos, si cada año, mientras suenan las campanadas y procuráis no morir ahogados, os juráis que nunca más vais a tomar las uvas, este artículo es para vosotros

Uvas en el mercado de Santa Caterina, en Barcelona.

Uvas en el mercado de Santa Caterina, en Barcelona. / ELISENDA PONS

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Comer las uvas la noche de Año Nuevo es lo más parecido a jugar a la ruleta rusa de las fiestas navideñas. Durante unos pocos segundos se pone a prueba la capacidad de tragar una bola de piel, uva y huesos tan compacta, que serviría para terminar las obras de la Sagrera de una vez.

Todas las tradiciones tienen un origen y a menudo es más reciente de lo que se cree. La de las "uvas de la suerte" no es una excepción. De hecho, en enero de 1917, un cura de Puigcerdà, el mosén Borra, escribía en la revista ‘Ceretania’ con un catalán de aquel tiempo: "No sabem pas d’on ens ha vingut a casa nostra sa costum exòtica de endreparse dotse grans de raim, mentres tocan les dotse de la nit del dia de St. Silvestre”. Y seguía: “A ben segur que’l introductor d’aqueixa nova idolatria seria la martingala d’un venedor de raims, que’n tenia una reconada i no se’ls podia treure de sobre”.

Lo cierto es que el cura no iba muy desencaminado. Ocho años antes, en 1909, un grupo de productores del Valle del Vinalopó (Alicante) que querían deshacerse del enorme excedente de producción acumulado durante la vendimia, propusieron recibir el nuevo año consumiendo esa fruta.

Ahora bien, los investigadores han localizado crónicas periodísticas madrileñas de finales del siglo XIX que demuestran que en la capital española ya había costumbre, entre la clase alta, de comer uva y beber champán la noche del 31. Algunas fuentes sostienen que lo habrían copiado de los franceses, pero por más que se ha intentado encontrar algún dato concreto, no hay ninguna pista sobre el origen galo de este ritual de paso.

Compartirlas con el perro

En Catalunya, que no es una tradición reciente se justifica por el hecho de no aparecer descrita en el famoso 'Costumari' de Joan Amades, publicado en 1950. Ahora bien, si nos sumergimos en la prensa que custodian los archivos del país, enseguida se encuentran algunas noticias que demuestran que hace 100 años ya se había consolidado aquella costumbre en nuestro país.

¿12 campanadas, 12 meses?

Una de las cosas que más preocupaba a la prensa catalana de antes de la guerra civil, a la hora de afrontar el tema de las uvas, era discernir si eran 12 porque coincidía con las campanadas o porque tocaba un grano por cada mes del nuevo año. Un periodista de la época se preguntaba si el hecho de olvidarse de comer el octavo, por ejemplo, le provocaría mala suerte todo el mes de agosto.

Por ejemplo, ‘La Gralla’ de Granollers hacía en 1924 una colorida crónica explicando que todo el mundo salía a la calle para dar la bienvenida al nuevo año. Para ilustrar cómo de popular era aquello de las uvas, el periodista mencionaba el caso de una vieja vendedora de cerillas que había compartido su docena con el perro que siempre la acompañaba.

Gracias a esa misma cabecera se puede saber que entonces ya era habitual interrumpir las funciones teatrales. Sirva de ejemplo el 1929, cuando el Teatro Majestic detuvo el espectáculo de zarzuela que se representaba esa noche para celebrar el ritual.

Cuestión de género

En algunos lugares, la cuestión estaba ligada al género. La prensa de Vilanova i la Geltrú informaba que, para dar la bienvenida a 1932, el Centro Catalanista de la localidad organizaba una fiesta donde "s’obsequiarà a les senyoretes assistents amb els clàssics dotze grans de raïm de la sort". Nótese que aparece el adjetivo "clásicos", lo que hace pensar que las generaciones más jóvenes ya lo habían incorporado como una práctica habitual.

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Se puede afirmar que durante la Segunda República aquella costumbre ya había llegado a los cuatro puntos cardinales de Catalunya. El Hotel Segle XX de Tremp publicaba un anuncio en ‘Renovació’ donde se hacía saber que todo el mundo que fuera al ‘Gran Reveillón’ para celebrar la entrada de 1933 tendría "raïm de la sort". Además, prometían "bonics regals per senyores i senyoretes".

Sin embargo, había quien aún se miraba aquella costumbre con mala cara. El 4 de enero de 1936, la revista ‘Aires de la Conca’, de Montblanc, aparte de publicar el anuncio ‘Demani Xampany Francolí’, incluía un artículo firmado por Pep del Plan titulado ‘Uvas de la Dicha’, donde ironizaba sobre el tema y se quejaba de la incoherencia de una sociedad escéptica con las creencias religiosas pero que rápidamente abrazaba "tradicions ridícules vingudes del paganisme i plenes de bruixeries!". Ay, si aquel hombre ahora levantara la cabeza y supiera que, además de tomar las uvas, tendría que llevar unos calzoncillos rojos.

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