Gente corriente

Mariona Anglada: "Creo que el Hong Kong actual tiene los días contados"

Profesora de español en China y amante de su cultura, ha vivido todo el ciclo de protestas en Hong Kong, desde 2014 hasta las multitudinarias manifestaciones de este verano, y ofrece un sombrío vaticinio.

CONTRA MARIONA ANGLADA

CONTRA MARIONA ANGLADA

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Tras licenciarse en Humanidades y Estudios de Asia Oriental, Mariona Anglada (Ullastrell, 1980) dio el salto a China. En los primeros años hizo una inmersión en la sociedad rural y los últimos cinco los ha pasado en Hong Kong, donde han nacido sus dos hijos y donde ha vivido las multitudinarias protestas contra los intentos de control del gobierno de Pekín. El incierto futuro de Hong Kong ha sido uno de los motivos que la han llevado a abandonar la ciudad, adelantándose a un potencial éxodo como el de 1997, cuando la ex colonia británica volvió a manos de China.

¿Cuál fue su primera parada en China?

Después de licenciarme busqué la ciudad más barata para estudiar chino y acabé en Kunming, en la provincia de Yunan, que tiene más de 60 etnias distintas y una inmensa riqueza natural.

¿Qué la atrapó?

La gente. En un pueblecito una señora me invitó a tomar el té y pasamos una hora sentadas, sonriéndonos y contemplando los pájaros que pasaban. Esta no conversación dice mucho más de la china rural que 50 libros.

De allí fue a trabajar a la universidad de Nanjing.

Era lectora de español y mis alumnos eran todos hijos únicos. Se dice que son egoístas pero no es así, son muy generosos; lo que son es egocéntricos por cómo se han criado. El abismo entre estos jóvenes y los mayores que vivieron el comunismo más austero es brutal. Hong Kong, de alguna manera, representaría a estos jóvenes.

Usted llegó a Hong Kong en 2014, en plena revolución de los paraguas

Llegamos con protestas y nos hemos ido este verano con nuevas protestas. Mi marido y yo éramos profesores de español; yo en una escuela secundaria local y él, que es filólogo de Hispánicas, en un centro internacional. Vivíamos en el norte, en Tai Po, rodeados de montañas.

¿Les sorprendió la dimensión de la primera manifestación del pasado 9 de junio?

Se veía venir. El proyecto de ley de extradición a China fue la gota que colmó el vaso. Los hongkoneses no se quejan solo por eso, sino por la pérdida de derechos como la libertad de expresión, por la desaparición de activistas... Lo que no se veía venir es que la policía cargase como cargó y el resultado fue que en la siguiente protesta hubo el doble de gente. Aunque el trasfondo es muy distinto, hay cosas parecidas a lo que ocurrió el 1 de octubre en Catalunya.

¿Usted iba a las manifestaciones?

No, porque tengo dos hijos muy pequeños. Pero tengo amigos y alumnos involucrados en las protestas y estoy muy inquieta por ellos. Los medios de comunicación chinos venden que el gobierno debe intervenir porque Hong Kong  está en manos de terroristas, cuando la sociedad hongkonesa es muy pacífica y dialogante. ¡En cinco años como profesora de secundaria jamás vi una pelea!

¿Cuál era el sentimiento mayoritario en su entorno?

Ellos son muy optimistas. Piensan que tienen más poder del que realmente tienen y que cuentan con el apoyo internacional, y moralmente lo tienen, pero estamos hablando de China. ¿Cuántas manifestaciones ha habido por el Tíbet y qué efecto han tenido? Además, el gobierno ha llevado a cabo una ocupación silenciosa y ahora hay muchos inmigrantes chinos en Hong Kong y también hay que escuchar su voz.

Usted no es tan optimista.

A China lo que le interesa es tener el control político y todo esto lo está acelerando. Ojalá me equivoque, pero creo que el Hong Kong que conocemos, con esa mezcla de gente y la estructura política de un país y dos sistemas, tiene los días contados. Esto es una partida de ajedrez y Hong Kong es solo un peón. Solo espero que todo se resuelva pacíficamente.

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¿Por eso se ha ido?

Han sido un cúmulo de circunstancias. Nos hemos ido de China porque había una serie de cuestiones políticas que no nos gustaban y allí no veía el futuro que quiero para mis hijos. Pero también porque nos apetecía un cambio. Nos vamos a Abu Dabi.