David Gozal: "Ni el 10% de la gente se despierta sin despertador"

Pionero en el estudio del sueño infantil. Prescribe dormir bien como el mejor pilar de salud. La UB lo ha investido honoris causa

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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Hijo de argentino y madre española –con orígenes catalanes–, David Gozal nació en Tánger en 1955, porque era allí donde su padre representaba en ese tiempo a su familia, productores de carne y pescado en Argentina. Conoció a su madre en uno de sus viajes a España para distraerse de aquel Tánger pequeño y aburrido. Después vivieron en Málaga, en Barcelona, en París, en Londres, en Lisboa y en Oporto. Acabado el bachillerato, David Gozal viajó a Israel con una beca para estudiar Matemáticas, Biología y Física en la universidad de Jerusalén. Aprendió hebreo y prestó servicio como enfermero en la guerra de Yom Kippur. Cuatro meses de «violencia y muerte pero también de mucho humanismo y amistad» –dice– le ayudaron a sentir que la Medicina era para él.

Era 1970. Con 15 años se fue solo a Israel.

Sí. Serví en el ejército israelí, en paracaidismo y en la marina y luego me fui de voluntario a Irán. Me dieron una mula cargada y anduve tres meses de aldea en aldea visitando de casa en casa. Todo el mundo necesitaba ayuda. Aprendí que lo importante en Medicina es el contacto humano. No hace falta hablar la lengua de un paciente que te necesita. La empatía es un lenguaje muy superior a cualquier idioma, –él habla 8–.

¿Y a la medicina del sueño cómo llegó?

Una noche de guardia, formándome en pediatría en un hospital de Jerusalén, salí a por cruasanes y café para el equipo. Eran las 3 de la madrugada. En la calle vi llegar a una madre con un bebé de tres meses en brazos. Su mirada de pánico no la olvido. No pudimos hacer nada. Había sido muerte súbita. Yo tenía una hija de tres meses y sentí que perder así a un bebé era terrible. No sabía nada, pero sentí que quería resolver ese problema, que ocurre solo durante el sueño.

¿Cómo se empezó a introducir en él?

Monté un laboratorio de análisis del sueño infantil. Era 1981. No había ninguno en Israel y muy pocos en el mundo. Peretz Lavie, psicólogo –hoy preside el Instituto Tecnológico de Israel– tenía un laboratorio para estudiar el sueño en personas que habían sobrevivido al Holocausto. Y con muchos cafés y cruasanes, a su lado aprendí a hacer registros respiratorios, yo para niños.

¿Qué fue lo primero que descubrió?

Que el sueño es algo vivo, dinámico, completamente regulado por el organismo, como una sinfonía magistral. Me enamoré del sueño. Desde el punto de vista fisiológico era fabuloso ver cómo el cerebro restablece el equilibrio cuando dormimos.

¿Qué pasa en el cerebro al dormir?

No solo en el cerebro, en cada célula de nuestro cuerpo pasan muchas cosas mientras dormimos. Se sintonizan las neuronas, se revisan todas las experiencias del día, se sintetizan y clasifican. Y se limpian toxinas que luego evacuamos por los vasos linfáticos. Depuramos fatiga, desgaste y nos recuperamos metabólicamente.

Es como poner la lavadora.

Sí, si no dormimos, toxinas que tienen que ver por ejemplo con el Alzheimer tienden a aumentar. El sueño sirve para recuperar, procesar, asimilar, aprender, memorizar.

Y cuánto se escatima...

La falta de sueño acelera la edad biológica. Deberíamos administrar el sueño como nuestra cuenta bancaria, sin deudas. Si necesitamos dormir 8 horas por noche y dormimos 6, debemos 2 por noche. Sería ideal despertar naturalmente cuando el cuerpo ha dormido lo que necesita, pero ni el 10% de la gente se despierta sin despertador.

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Ha venido desde Missouri para ser investido por la UB Doctor Honoris Causa.

Lo agradezco mucho, pero no tanto por mí, sino por poner con ello en evidencia la gran importancia del sueño como función vital. Sin dormir, la evolución de la Humanidad, de todas las especies animales, no se hubiera preservado. Es un error subestimarlo.