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María Zamora: "Agradezco tanto cómo me normalizaron la muerte"

Enfermera de geriatria y cuidados paliativos, y docente. Una semilla allí donde ejerce e instruye en lo que la apasiona

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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Olegario era profesor de música. Sus alumnos lo querían con locura. Tenían 8 o 9 años cuando, una mañana, otro maestro les dijo: Olegario ha muerto. Todos fueron al funeral. María Zamora (Madrid, 1990) lloró entre sus compañeros el adiós al entrañable Olegario. Hoy agradece muchísimo todo lo que no le escondieron sobre la muerte. Así vivió también el último viaje de sus abuelos paternos, en el pueblo de Archidona (Málaga). «Vivir y morir, donde mejor se aprende es en los pueblos», dice esta mujer que de niña pedía siempre zuecos de enfermera cuando su madre la llevaba a comprarle zapatos. En los zuecos de María, hoy enfermera geriátrica, camina la energía más bella de un hospital: el amor por el cuidado de las personas, hasta el último momento.

¿Por qué eligió enfermería y no medicina? 

La mujer de mi primo lo era y yo la veía tan amable, cariñosa... Y el personaje de Gertru, enfermera en la serie Médico de Familia (Telecinco), era muy divertida. Yo pensaba, qué guay es, tan echá palante. Quería ser como ellas. El médico, para mí, era un señor muy mayor que decía lo que tenías que tomar y se iba. Yo quería sentarme con la gente, conocer a las personas y resolver sus problemas.

¿Cómo fue su primer día en prácticas?

Era enero del 2009, en Neurocirugía del Hospital Clínico San Carlos. Hacía dos meses que había cumplido 18 años. Era una cría con una caja llena de termómetros para colocar a los pacientes. En la primera habitación que entré había dos pacientes muy enfermos. Lo que ví me impresionó. Tenía dos opciones: llorar y salir corriendo, o tirar palante. Y elegí poner los termómetros.

¿Cómo vivió la primera muerte allí?

Fue un paciente que había estado en coma. Me impactó mucho esa primera muerte en el hospital. Las enfermeras lo vivieron con gran normalidad, pero para mí aquello era muy importante. Me sentía una niña entre adultos. Cómo se moría la gente en los hospitales y en mi vida era muy diferente.

¿En qué?

En el hospital era violento y frío, no porque sufriera el paciente. Ojalá se muriera la gente como se muere en los pueblos, en casa, rodeados de quien quieren, así lo viví con mis abuelos. Aún lo recuerdo. Lloramos mucho, pero fue bonito, comimos recordándolos. Podía parecer incluso que nos alegrábamos de que hubieran fallecido. Agradezco tanto cómo me normalizaron la muerte...

¿Por eso eligió geriatría?

Hice un posgrado en paliativos para acompañar en el proceso final, sentía que podía aportar mucho. Aunque no fueran mis pacientes, yo hablaba con la familia. Vivimos rodeados de pérdidas, es inevitable. Cogerle la mano a un paciente inconsciente me parecía tan necesario, para mí no era nada extraordinario. Elegí enfermería para mirar la tele y leer revistas con los enfermos, incluso llorar con los suyos. 

Usted escribió: Ser enfermera y no ser feminista es no haber entendido nada.

Limpiar, cocinar, cuidar a personas dependientes y criaturas lo hemos hecho siempre mujeres. Los trazos de cuidado son trazos reproductivos. Me aterra la idea de que en el 2019 haya mujeres cuidando casa, hijos y mayores dependientes sin un sueldo. Muchas maltratadas no tienen dónde ir. No tienen nada. A cambio de ‘amor’ pasan la vida trabajando para un señor. Y hago paralelismo con enfermeras y médicos. Una enfermera es una científica, pero siempre nos creemos menos. Como quien cuida la casa y a los hijos, no valoramos el valor del cuidado.

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¿Cuál es fundamentalmente ese valor?

Poner la vida en el centro, eso es cuidar. Y cuando se hace, en el ámbito personal y en las empresas, hay menos frustración y más felicidad. Por eso los liderazgos femeninos tienen una forma diferente de resolver problemas, con empatía, diálogo y transversalidad, todos cuidando de todos.