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Carme Calderer: "Nunca hay que aceptar un no por respuesta"

La pasión por las matemáticas la llevó de Berga a Estados Unidos en una época muy difícil para las mujeres.

Carme Calderer

Carme Calderer / ÁNGEL GARCÍA

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Hay dos cosas que han acompañado a Carme Calderer (Berga, 1951) a lo largo de su vida: las matemáticas y una maleta. De carácter tímido pero con las ideas muy claras, Calderer lleva más de 40 años fuera de Catalunya y es profesora de matemáticas en la universidad de Minnesota (EEUU). La semana pasada estuvo en Barcelona para dar una conferencia con motivo de su ingreso en la sección de Ciencias y Tecnología del Institut d’Estudis Catalans.

-Es curioso cómo surgen las vocaciones. ¿De dónde viene la suya?

-Mi abuelo tenía un taller donde arreglaba herramientas agrícolas y forjaba hierro; era un artista. Me pasaba horas en el taller y él me enseñaba cómo se trabajaba el hierro incandescente, a calcular, a escribir a máquina... Yo quería ir a la universidad para entender aquellos materiales con los que trabajaba mi abuelo.

-Eligió estudiar Física en una convulsa Barcelona.

-Era el curso 1969-70, a finales del franquismo. Yo venía de Berga y, como siempre he sido independentista, al llegar a Barcelona entré a colaborar con el movimiento, que entonces era clandestino, para dar a conocer los problemas de Catalunya. Yo pensaba, y sigo pensando, que la solución pasa por la independencia con solidaridad. Ahora presido el Casal Català de Minnesota.

-Debían de ser pocas mujeres en la facultad. ¿Tuvo algún problema?

-Éramos poquísimas, tres o cuatro, y había cosas muy difíciles. Ahora la ley no lo permitiría, pero entonces tenías que tragar y levantarte al día siguiente para prepararte el examen.

-En esto hemos mejorado.

-Sí, ahora hay muchas más mujeres en la universidad, pero luego desaparecen a nivel profesional. Tal y como está estructurado el sistema, las contrataciones favorecen a los hombres, por eso hay que seguir haciendo programas para facilitar la transición profesional de las mujeres. Pero también hay una cuestión cultural, más sutil, que es muy importante.

-¿Podría explicarlo?

-El mundo científico y matemático, a nivel profesional, sigue siendo un mundo de hombres. Por ejemplo, si estoy en una reunión donde hay bastantes mujeres no me lo pensaré a la hora de intervenir; en cambio, si la mayoría son hombres, muchas mujeres callarán. También está el paternalismo de hombres mayores que a veces te dan consejos como si fueras una cría. Hasta que no haya una masa crítica de mujeres esto no cambiará.

-¿Qué consejo le daría a una adolescente que tiene que decidir su carrera?

-Que se esfuerce mucho y no pierda nunca la paciencia. Si algo sale mal hay que seguir intentándolo, una y otra vez. Hay que escuchar los consejos y valorar las opciones, pero nunca hay que aceptar un no por respuesta. 

-Lleva más de 40 años fuera de Catalunya.

-Cuando terminé la carrera quería hacer un doctorado entre física teórica y matemáticas y me aceptaron en Edimburgo. En 1981 me marché a Estados Unidos y estuve en la universidad de Penn State, en Pennsylvania, y en la costa Este: Maryland, Delaware… Ahora doy clase en la universidad de Minnesota. Me fui con una maleta y sigo enganchada a una maleta.

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-Investiga en matemática aplicada y es miembro de la prestigiosa American Mathematical Society. 

-Entre otras cosas me dedico a la matemática industrial, es decir a investigar en matemáticas para resolver problemas de la empresa. A las puertas de la cuarta revolución industrial, Barcelona es uno de los lugares mejor posicionados para que el éxito de las start-ups y el big data se traduzca en muchos puestos de trabajo. Para ello tiene que haber una buena sintonía entre universidad y empresa y por eso trabajo en un programa para enviar estudiantes de matemáticas a las empresas. Solo podrán avanzar los países con una ciencia muy desarrollada.