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Luis Macario: «Ser carpintero en el metro es algo muy raro y curioso»

Es el último trabajador de plantilla que queda en la sección de carpintería del metro de Barcelona

Luís Macario, último carpintero del metro de Barcelona.

Luís Macario, último carpintero del metro de Barcelona. / ANNA MAS

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Manuel Arenas
Manuel Arenas

Redactor y coordinador del equipo de información del área metropolitana de Barcelona

Especialista en historias locales, audiencias e información del área metropolitana de Barcelona y reporterismo social

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Hay una pregunta que Luis Macario (Barcelona, 1964) lleva escuchando toda la vida: "¿Pero qué hay en el metro de madera?". "¡Oh! Madre mía...¡hay horas y horas de trabajo!", contesta. Desde hace unos tres años, este trabajador es el único carpintero de plantilla que queda en la sección de carpintería del metro de Barcelona, en Transports Metropolitans de Barcelona (TMB). Ahora, tras casi 40 años en el oficio y con cinco hernias a cuestas, echa la vista atrás con cierta nostalgia.

-No es coña: ¿qué hay en el metro de madera?

-(Ríe) Actualmente cambio cerraduras de puertas y arreglo cajones rotos, material de oficina roto o tiradores que están flojos. El abanico es tan extenso... hay de todo.

-Entiendo que habla de las oficinas, que al andén, por ejemplo, no baja.

-Si me necesitan, sí. Pero sobre todo reparo puertas de cabinas de jefes de estación o de las cincuenta mil dependencias que no se ven. Cada día puedo hacer unos 40 kilómetros por Barcelona yendo a reparar cosas: de Navas a Sagrera; de Sagrera a Collblanc...

-¿Cómo empezó?

-Tras trabajar en el tranvía, a mi padre lo ficharon en el metro. Le dijeron que había una oportunidad para mí como aprendiz, y allá que fui con 16 años. En mi familia siempre ha habido tradición: mi hermano trabajaba en ferrocarriles catalanes.

-¿Cuántos carpinteros son ahora?

-Cuando empezamos éramos unos 16 en el taller, pero ahora llevo unos tres años que, de plantilla del metro, estoy yo solo en la sección de carpintería. Han ido viniendo prejubilados algunos meses a hacer colaboraciones puntuales, y también sé que hay cosas que se externalizan a otras empresas porque yo no puedo llegar a todo. Ha sido algo así: "Quedamos cinco, quedamos cuatro, quedamos tres... ¡Te has quedado solo, Luis!" (ríe).

-¿Le ha afectado esa soledad a nivel emocional?

-Emocionalmente no, pero te cabreas porque querrías hacer cosas que no puedes. Además, ahora tengo cinco hernias y estoy operado de las rodillas, lo que me ha hecho calmarme y no tener aspiraciones, simplemente cumplir con mi trabajo.

-Intuyo que las lesiones son comunes entre carpinteros.

-Claro. Antes, poner un parquet era agacharte y levantarte unas 2.000 o 3.000 veces cada tarde. Incluso tengo suerte de tener todavía todos los dedos de las manos. Y no le echo la culpa a nadie, eh, solo a mí mismo por no haberme cuidado. 

-¿No se ha planteado pedir la incapacidad?

-Sí, pero me han dicho que no me la dan: que me ponga una faja y p'alante. Pero bueno, estoy muy contento porque siempre he tenido un trabajo que se salía de lo normal: ser carpintero en el metro es algo muy raro y curioso.

-¿Cómo ha cambiado el oficio en este tiempo?

-Antes era: "Eh, que tenemos que hacer una puerta". En el taller, antes en Mercat Nou y ahora en Can Boixeres, cogías el tablón, lo cortabas, le hacías cara y canto, las mechas, montabas la puerta...ahora piden una puerta y una empresa viene y la pone. Yo, al estar solo, no puedo trabajar con máquinas grandes por motivos de seguridad. El cambio más grande que he visto durante este tiempo ha sido de mentalidad: cuando yo empecé, la mentalidad era hacer las cosas para que durasen mucho tiempo. Ahora eso ya no se hace así.

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-¿Qué futuro personal vislumbra?

-Aunque por mis lesiones en la espalda no estoy para muchos trotes, no quiero dejar de trabajar: siempre tienes que hacer algo. Hace poco he estado 19 meses de baja en casa y no sabes lo que me he aburrido.