Manuel Sayrach: "La Casa Sayrach es un homenaje a Catalunya"

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Núria Navarro
Núria Navarro

Periodista

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Uno de los 'hits' del 48h Open House BCN es la Casa Sayrach, en el número 423-425 de la Diagonal, que este año cumple los 100. Su más ilustre habitante es el periodista y editor Manuel Sayrach (Barcelona, 1928), hijo del humanista Manuel Sayrach Carreras, autor de los planos y los de la vecina Casa Montserrat –Enric Granados, 155–, cuando Barcelona acababa en la plaza de Francesc Macià y en su estanque croaban las ranas.

–Este fin de semana baja del 1º a la portería y explica su casa a los barceloneses. Eso es pasión.

–Hago lo posible por reivindicar la figura de mi padre, un pensador que quiso cultivar las cinco artes, como Goethe y Wagner. Escribió obras como 'Abelard y Eloïsa' y 'Reigzel, l’íntim amic', fue dibujante, escenógrafo, escultor, político, arquitecto modernista...

–Y enamorado. Dedicó la Casa Montserrat a su madre, Montserrat Fatjó dels Xiprers.

–Uno de sus ídolos era Abelardo, sabio del siglo XII, que, a diferencia de Bernardo de Claraval, era más filósofo que teólogo. Como él, a los 40 años encontró a su Eloísa, la penúltima de cinco hermanas de Can Fatjó dels Xiprers, de Cerdanyola, 20 años menor que él.

–Solo estuvieron casados seis años.

–Después de traer a cinco hijos, mi madre murió a los 26 años. Yo tenía 4. Estábamos en la Torre dels Dimonis [la residencia de verano, en Sant Feliu de Llobregat] y empezó a sentirse mal. Se le había hecho un nudo en el intestino, la operaron, pero la zona se había gangrenado y falleció. Antes pidió dos cosas a mi padre.

–¿Qué cosas?

–Quería que depositara su cuerpo en su lecho de la Casa Sayrach, rodeada de cinco cirios, uno por cada hijo, y que él se vistiera de novio, porque así lo quería encontrar cuando fuera a 'recibirle'.

–¿Guarda algún recuerdo de ella?

–Muchos. Una vez quiso que viera el Mediterráneo, me cogió en brazos y entré con ella en el mar. 

–Qué triste...

–Mi padre nos la hacía presente. Nos llevaba al sepulcro, depositaba lirios del valle y hablábamos con ella: "Mamá, hoy hemos hecho esto o aquello". Tres años después murió él, a los 51, de neumonía; aunque, siendo republicano, catalanista y católico, ya estaba desgarrado por la quema de conventos.

Manuel Sayrach i Fatjó dels Xiprers, en su piso de Diagonal. / danny caminal

–La guerra había estallado.

–De la Casa Sayrach huyeron todos excepto mi abuela Concepció. El gobierno de la República, que sabía que mi padre era autor de una constitución de la República ibérica que regaló a Macià, requisó la casa para instalar el ministerio de Sanitat. Mi abuela, que había perdido el marido y el hijo en 15 días, dijo que de allí no nos movíamos. Levantaron una pared y nos dejaron vivir en la parte de atrás, donde apilamos todas las cosas.

–Encerrados, tanto tiempo.

–Cuando bombardeaban, nos echábamos en la terraza, a oscuras, y veíamos cómo lanzaban bengalas buscando los aviones. Los niños nos organizamos. El mayor, Miquel-Àngel, hacía de alcalde. Yo fabriqué unos zapatos con retazos de alfombra y alambre. Nos enviaban latas de carne de Argentina, y escuchábamos Radio Verdad, esperando que Franco trajera paz. Pero entraron, y vimos cómo tiraban desde la azotea cientos de ejemplares de la 'República' de mi padre y los quemaban. La abuela había comprado una foto de Franco y duró 10 días colgada.

–Ella también falleció.

–Aguantó hasta el 31 de enero, cuando acabó la guerra. El consejo de familia debatió qué hacer con nosotros, y fuimos internos de los Escolapis de Sarrià. Tres de los cinco renunciaron a todo y dejaron Diagonal para hacerse curas obreros: Jaume-Patriç –el único que vive–, Abelard y Narcís, que acabó casándose.

–Raros ejemplos de la alta burguesía.

–El abuelo Sayrach había fundado en 1901 la primera entidad de seguros de enfermedad en España, donde mi padre trabajaba por las mañanas. Proporcionó una lluvia de dinero, que siempre sirvió para hacer cosas. Por ejemplo, la Casa Sayrach no pretendía rivalizar con otras, sino rendir un homenaje a Catalunya: el Mediterráneo, la fachada toda de piedra –Montserrat– coronada por una mansarda blanca como la nieve...

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–¿Ha sido feliz en la casa?

–Mucho. En los 50, en Can Sayrach se refundó la Acadèmia de Llengua Catalana, un foco de catalanismo frecuentado por Jaume Vicens Vives, Josep Benet, Carles Riba, Salvador Espriu, Jordi Pujol... Y elegí la familia –esposa, cuatro hijos, de los que viven tres, y siete nietos– a la política, en la que he querido ser libre, como mi padre.