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Roger Aguilar: "Las letras no se me dan bien, pero es lo que me gusta"

Era (y es) un fan de los números pero dejó el grado de ingeniería electrónica de telecomunicaciones por la filosofía.

Roger Aguilar, estudiante de Filosofía.

Roger Aguilar, estudiante de Filosofía. / JOAN CORTADELLAS

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Este curso no queda ni una sola plaza para estudiar Filosofía en las universidades públicas catalanas. El contexto político local y mundial, junto con la preocupación por el avance desenfrenado de la tecnología y el futuro del planeta atraen nuevos perfiles de alumnos a estos estudios. Este es el caso de Roger Aguilar (Sant Sadurní d’Anoia, 1999), que está en su primer año de Filosofía en la Universitat de Barcelona, donde la oferta de plazas se ha reducido de las 250 que existían en 2010 a las 200 actuales.

Filosofía no fue su primera opción.

No. Me interesa la aplicación de la tecnología en el ser humano y el año pasado me matriculé en ingeniería electrónica de telecomunicaciones.

¿Por qué lo dejó?

Porque estos estudios se limitan mucho a las aplicaciones en sistemas electrónicos y yo buscaba una visión amplia sobre cómo humanos y máquinas pueden llegar a interaccionar de una forma orgánica. Cuando vi que aquello no era lo mío me puse a buscar gente que hablase de transhumanismo y eso me derivó a la política, a la ética y a la filosofía en general.

Pero usted siempre ha sido fan de los números.

Es lo que se me daba bien y siguen siendo parte de mi identidad. Las letras no se me daban, ni se me dan, bien. Tengo que esforzarme mucho para entender lo que leo, pero es lo que me gusta.

¿Qué dijeron en casa cuando dejó un grado que apenas tiene paro por la filosofía?

Mi hermano lo veía venir porque me veía poco motivado y mis padres pensaron que sería un  bajón momentáneo, así que tuve que argumentárselo muy bien. Si no hacía Letras estaría haciendo números de mala gana y creo que entendieron que mi libertad no tiene que estar coaccionada por sus expectativas hacia mí.

Bueno, ahora en Silicon Valley están fichando filósofos.

¿Ah sí? No lo sabía. Esto demuestra que la sociedad quiere cambiar, pero aún no sabe cómo. El peligro de esto es que los empresarios acaben determinando cómo tiene que cambiar el mundo porque, al final, si las grandes empresas contratan filósofos es por su propio interés y no para revolucionar los modos de producción para el bien común.

¿Qué le parece que las facultades de Filosofía estén llenas?

¡Cuánto daño ha hecho 'Merlí'! (ríe) No, en serio. Yo creo que la serie ha influido, pero en el grupo de Whatsapp de la facultad no hay nadie que declare abiertamente que 'Merlí' le haya traído hasta aquí.

¿Usted también vio la serie de TV-3 sobre el profesor de filosofía?

La seguí religiosamente con mi familia hasta el final, y no me gustó.

¿Ah no?

No. Me parece una buena introducción y una mala profundización.

Entonces, ¿qué mueve a los jóvenes a estudiar Filosofía?

Hay quien viene por la lógica o la metafísica o, en mi caso, por el transhumanismo, pero a muchos nos interesa la influencia que puede tener la filosofía en la política. A mí también me han traído hasta aquí luchas civiles como el feminismo, el antirracismo y el antiespecismo. Esta sociedad globalizada y capitalista se ha transformado en un nuevo imperialismo y tenemos que preguntarnos por qué está pasando esto y de dónde viene.

¿Los filósofos contribuirán a un mundo más justo?

Hay filósofos cuyas teorías han formado naciones muy potentes y han cambiado el mundo a nivel material. Las contradicciones del pasado pueden aportar soluciones a los problemas actuales, pero desde la política no se está intentando aprender nada de esa experiencia.

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