Eugènia Broggi: "La actual Barcelona es un 'best-seller' prefabricado"

"Es una ciudad brutal, pero que se está desorientando. Es como si buscara desesperadamente la modernidad en lugar de preservar su esencia"

Barcelona, 1974. Fundadora de L'Altra, editora del libro 'El cas Pujol', de Toni Sala (Premi Ciutat de Barcelona 2014). Editora durante 10 años en Edicions 62. Exguitarrista de la banda de indie-pop Los Fresones Rebeldes. Madre de dos hijos

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«La actual Barcelona es un best-seller prefabricado»_MEDIA_1 / ALBERT BERTRAN

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NÚRIA NAVARRO / BARCELONA

Cuenta Eugènia Broggi que dejó de trabajar en la potente Edicions 62 porque un día se descubrió «mercenaria». En 10 años pasó de no poder pegar ojo pensando en sus libros a serle igual editar cualquier título a cambio de un sueldo. Salió de la zona de confort y el año pasado fundó L'Altra, una editorial «pequeña y libre» en la que ha recuperado el goce perdido. A la nieta del enorme doctor Moisès Broggi le gustaría que ese impulso también impregnara la gestión de lo público.

-¿Qué tipo de novela es la actual Barcelona?

-Es un best-seller prefabricado, y yo querría que fuera La plaça del Diamant. Sólida, bien hecha, nada elitista.

-¿No es nada de eso?

-Barcelona es una ciudad brutal, pero diría que se está desorientando. Es como si buscara desesperadamente la modernidad en lugar de preservar su esencia. Corremos el riesgo de convertirnos en una de esas ciudades europeas que expulsan al nativo y quedan colonizadas por turistas y extranjeros. Y la riqueza de las ciudades son los ciudadanos que han crecido en ellas.

-Una solución en un trazo.

-Yo recuperaría lo antiguo y minimizaría el afán de impresionar.

-¡Lo dice la exguitarrista de Los Fresones Rebeldes!

-[Ríe] Barcelona es capital de muchas cosas. Para empezar, de la edición. Pero intentaría hacer una Barcelona más barcelonesa. Sacar coches, favorecer los paseos, poder organizar una fiesta infantil en una plaza sin tener que enviar correos electrónicos 15 días antes. Eliminaría muchas consignas de civismo mal entendido. Sin molestar, querría poder disponer más de la ciudad.

-¿Y en lo cultural? Coja el lápiz rojo y marque erratas.

-Las iniciativas culturales están absorbidas por las instituciones, con honrosas excepciones como el Horiginal y el Heliogàbal, dos bares que se han convertido en verdaderos centros culturales donde se estrenan poetas, narradores y músicos. No se han doblegado nunca a ninguna consigna ni a ningún oportunismo cultural ni institucional.

-¿Desconfía de lo institucional?

-Los premios y las ayudas están muy bien, pero tengo la sensación de que todo el que tiene un pie en la cultura cuelga de algún partido, o tiene una relación demasiado estrecha con la política. Y lo peor es que la generación anterior a la mía entró en ese circuito.

-Usted no entra.

-Me interesa poder pedir ayudas y presentar proyectos; y agradezco al Institut Ramon Llull que se haya implicado en la publicación en EEUU de Toni Sala, un autor mío. Pero no todo debe pasar por ahí. Los políticos tienen la tentación de monopolizar la cultura. Les desagrada cualquier propuesta más espontánea.

-Recomiende un libro que les ilumine.

-Les iría muy bien a todos El establishment, de Owen Jones. Habla de los distintos tentáculos del poder.

-Vivió usted en Londres. Más ideas a importar de allá.

-El espíritu de Londres nace de abajo, no de la organización de un festival de poesía. Aquí las redes sociales han ayudado, y los escritores, editores y libreros hacemos muchísimas cosas, pero necesitamos renovar el panorama, que no estén solo los escritores y las editoriales del país que se alinean con los gobernantes.

-Julian Barnes dice que la diferencia entre gobernantes y novelistas es que los últimos inventan verdades.

-Y estoy de acuerdo. Lo que dicen los gobernantes es como si no me concerniera. Ni cuento con las instituciones políticas del país, ni quiero que cuenten conmigo, ni me interesa nada colaborar. Creo que el objetivo número uno debería ser lo social. Las escuelas públicas están hundidas, la sanidad se tambalea... Hay que priorizar lo humano sobre lo económico.

-¿Mejor en una Barcelona capital de un país «pequeño y libre», como su editorial?

-No tengo sentimiento nacional ni inflamación patriótica alguna. Pero en este momento me ilusiona la idea de poder hacer un país nuevo, desde cero, pequeño. Tengo la impresión de que desde esa dimensión sería más fácil abordar los problemas.

-Su abuelo se apuntó a Reagrupament Independentista a los 101 años.

-En casa siempre fueron muy catalanistas, pero, en su caso, la sorpresa fue que se revelara tan radical y por un partido tan decidido por la independencia.

-¿Ahí está usted también?

-Antes para mí la política era algo más abstracto: de izquierdas y derechas, de buenos y malos. Con la edad y los hijos me parece algo más práctico. Presidir el ampa de la escuela de mis hijos ha sido un chute de realidad. Te das cuenta de que todo comienza por tu casa, tu barrio, tu ciudad. Y esa es la filosofía de la CUP.

-Una filosofía que tendrá un papel modesto. 

-No sé si la CUP llegara nunca al poder -ojalá-, y si tendríamos una decepción, pero quiero creer que no porque tiene que ver con la estructura del partido.

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-Toda una Broggi en esa trinchera.

-Estoy muy orgullosa de venir de donde vengo, pero toda la vida he tenido que luchar contra una cierta culpa de clase. Mi pareja [el escritor y periodista Kiko Amat] viene de un entorno diferente, de clase trabajadora de Sant Boi. Juntos reflexionamos mucho sobre esto. Y la conclusión final es que lo que importa es cómo utilizas la herencia.