EL ÓRDAGO POR EL ESTADO PROPIO

"España debe escuchar"

No hay consulta convocada sobre el futuro de Catalunya pero sí hay un gran debate social y político. Silvia de la Cruz no quiere salir de España; Jordi Martín anhela la independencia. Ambos ciudadanos dialogan en estas páginas y coinciden en que los catalanes deben expresar su voluntad en las urnas.

Silvia de la Cruz y Jordi Martín debaten sobre el derecho a decidir. / MELISA AEDO

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INMA SANTOS HERRERA / Barcelona

«Este Onze de Setembre me he quedado en casa sintiéndome muy catalana y muy orgullosa de mi cultura y de mi tradición y de mi identidad», escribió Silvia de la Cruz en una carta enviada al diario, para añadir: «Soy muy catalana y muy española, y no necesito la independencia para tener una identidad firme». Ese mismo día, el de la Diada, el de la Via CatalanaJordi Martín Mateo también envió al diario una carta en la que se definía como «catalán de primera generación» (su madre es asturiana y su padre, de Castilla y León) y afirmaba: «El pueblo catalán, simbólicamente, ha hablado y tendrá que ser escuchado». A raíz de esas cartasEL PERIÓDICO invitó a Silvia (a su vez, hija de mallorquina y gallego) y a Jordi a debatir sobre el proceso soberanista en marcha. Silvia escribió su carta en catalán; Jordi, en castellano. Ella se siente catalana y española; Jordi, ante todo, catalán. Él apoyó la Via Catalana; ella no se sintió representada por la cadena humana. Silvia quiere seguir en España; Jordi apuesta por la independencia. En una cosa están de acuerdo:

-Consulta sí. ¿Por qué?

 

Jordi Martín: Porque Catalunya es un país con una tradición cultural, política y social propia muy importante y esta es una oportunidad de expresar su sentimiento de identidad. Hay un millón y medio de personas que no solo han participado pacíficamente en la Via Catalana, sino que también han pedido diálogo. Una petición que España, de una manera u otra, debe escuchar con la atención que se merece.

Silvia de la Cruz: En la relación entre España y Catalunya existe un problema, o una realidad, que se viene arrastrando desde hace ya muchos años y el nivel de tensión acumulado empieza a ser demasiado alto. La consulta serviría para poner las cartas sobre la mesa y ver realmente cuál es la voluntad de la gente.

-Tras la Via Catalana, llegó la carta que Mariano Rajoy envió a Artur Mas en la que ofrecía diálogo «sin fecha de caducidad». ¿Suficiente?

 

J.M.: Mariano Rajoy no ha entendido o no ha querido entender lo que se le ha preguntado en realidad. Por supuesto, la respuesta me decepcionó aunque por otra parte era algo bastante previsible. Creo que como  político no ha cumplido con el mínimo nivel de exigencia que se requiere en una situación como esta. En cualquier caso, está claro que esta respuesta no supone ningún avance, es lo mismo de siempre con otras palabras. El Gobierno se ha limitado a mantenerse en la misma postura inmovilista cuando en realidad deberían entender que Catalunya es un país que ofrece diálogo y solo pide ser escuchada.

S.C.: Ni me lo creo ni creo que sirva para nada, ni considero que el señor Rajoy haya respondido a la cuestión. Confieso que he leído la carta del presidente del Gobierno en respuesta a la petición de Artur Mas sobre la celebración de la consulta dos o tres veces y me he quedado como estaba: no dice nada con contenido, no dice nada nuevo. Y en cuanto al diálogo del que habla me parece un apunte irrisorio. Desconfío del sistema político y no me importa la respuesta, quiero ver avances que dudo que se produzcan porque creo que Rajoy no quiere afrontar la realidad, no es consciente de que la consulta es un tema del que hay que hablar.

-¿Qué creen que ha sucedido para que Catalunya haya llegado a la situación actual?

J.M.: Puede que hayamos llegado a esta situación porque Catalunya, en el conjunto de España, siempre ha sido diferente. Catalunya desde siempre ha tenido una cultura muy fuerte que ha querido defender. Desde siempre ha sido un pueblo que reivindicó sus derechos y los consiguió, aunque duró poco. Catalunya tiene una cultura, una forma de concebir la vida que en muchos lugares del resto de España nunca han entendido ni digerido. A veces he percibido un sentimiento de España con respecto a Catalunya de inquina, algo así como: «Sois diferentes, pero nosotros no nos conformamos, también queremos demostrar que somos diferentes».

S.C.: Es verdad que el resto de España no ha sabido reconocer sus diferencias con Catalunya. Pero creo que a esta situación ha contribuido el hecho de que cara al resto de España se venden nuestras diferencias como algo malo. Eso es lo que hace que nos alejemos cada vez más unos de otros hasta el punto de que unos no quieren ser parte de los otros y los otros no nos entienden pero tampoco quieren dejar que los unos se vayan. Pese a las diferencias, existe un temor a qué pasaría en caso de separación, y ese es un miedo que yo, y mucha gente como yo, tenemos. Por ese temor, se ha ido posponiendo el problema hasta que la cuerda se ha tensado y la gente de una y otra parte está cada vez más enervada. Por eso hace falta la consulta.

-¿A quiénes o a qué responsabilizan de estos sentimientos enervados de los que hablan? ¿A la crisis? ¿A los políticos? ¿A los medios de comunicación?

J.M.: Yo no señalaría solo a los políticos como responsables absolutos de ese sentimiento de rechazo. Creo que es un sentimiento que está muy arraigado entre la gente: es una forma de entender la vida, de ver las cosas que en unas regiones de España está más arraigada que en otras.

S.C.: Estoy de acuerdo porque he sufrido a veces fuera de Catalunya este sentimiento de inquina y no me gusta porque es gratuito y fruto del desconocimiento. En este sentido creo que los políticos y los medios de comunicación han influido e influyen mucho. Comparando portadas de los diarios del día después de la Diada me pareció increíble que en pleno siglo XXI haya portadas y editoriales que se manifiesten de una forma tan descarada y que insulten a una zona de España como es Catalunya y que, por otra parte, exijan que esa misma parte no se vaya de España. No, yo no me quiero ir, pero tampoco quiero que me traten así.

-¿La consulta ayudaría a mejorar la relación?

 

S.C.: No, pero al menos serviría para poner una base para solucionar el problema. Creo que hay mucha gente que tiene que darse cuenta de que nadie va a sacar nada bueno de estos sentimientos encontrados entre Catalunya y España. Catalunya y España tienen que hablar, no veo de qué manera nos vamos a beneficiar de todo este rencor acumulado. Porque, al fin y al cabo, ¿qué más da si acabamos siendo países diferentes si se mantiene este sentimiento negativo? Poner una línea más gruesa en el mapa no va a solucionar este sentimiento, pero expresarlo en una consulta, si sirve para ser escuchados y dialogar, tal vez podría ayudar.

J.M.: La consulta al menos ofrecería la posibilidad de un diálogo nuevo en el que debería prevalecer la opción del respeto, que es la que debería estar siempre presente, incluso si en un futuro se diera un escenario de independencia de Catalunya.

-Políticamente hay varios escenarios de futuro posibles. ¿Qué creen que sucedería si Madrid no autorizara la consulta?

 

J.M.: Si el Gobierno dice que no, de una manera u otra habrá que volver a plantear esta petición. Pero ni ceder ni rendirse porque para Catalunya no sería bueno. La escritora francesa Anaïs Nin dijo: «Vemos las cosas tal como somos, no tal como son». Creo que algo similar le sucede a España, que ha visto las cosas tal como ella cree que son y no como son en realidad; ha sido incapaz de ponerse en la piel del pueblo catalán e intentar averiguar por qué motivo pide lo que pide y ha llegado a este punto. Habrá que encontrar la forma de hacérselo entender, siempre desde el respeto.

S.C.: Una negativa del Ejecutivo sería señal de que todavía pueden hacer las cosas peor de lo que lo han hecho hasta ahora. Estoy de acuerdo con Jordi, si el Gobierno de Rajoy no acepta la consulta, habrá que buscar otra manera de hacer valer esta inquietud de los catalanes.

-¿Unas elecciones plebiscitarias?

 

S.C.: No creo que hacer las cosas así, unilateralmente, sea lo adecuado.

J.M.: Creo que un plebiscito dejaría la situación tal y como está.

-En el escenario contrario, si la consulta acaba llevándose a cabo, ¿cuál debería ser la pregunta?

S.C.: '¿Quiere que Catalunya sea un Estado independiente? Sí o no'. Aunque a mí, lo que me preocupa no es tanto la pregunta en sí, sino el uso que se haga de los resultados de esa consulta y cómo se interprete.

J.M.: Debería dejar claro si se desea o no la independencia, y con qué objetivo: '¿Aceptaría la independencia para mejorar social, política y económicamente? Sí o no'.

-¿Qué votarían? ¿'Sí' o 'no'?

 

J.M.: , porque creo que cuando hay grandes problemas tiene que haber grandes remedios. Catalunya puede funcionar perfectamente como país autónomo e independiente sin que eso perjudique a España. Y la independencia no tiene por qué suponer una ruptura total de lazos con España. No me imagino una Catalunya con alambradas; quiero que, una vez Catalunya se haya constituido como país, prevalezca el diálogo.

S.C.: No. Considero que podemos encontrar la manera de solucionar nuestros problemas (los de Catalunya y España) dialogando. Creo que podemos mantener la unidad y trabajar para mejorar, solo hay que ver qué pide una y otra parte. No entiendo que se relacione la solución de la situación actual solamente con la independencia, como una relación de causa-efecto. Y me parece contradictorio: nos movemos hacia Europa, hacia la unidad, tenemos una moneda común, y cada vez menos fronteras... ¿Por qué crear una entre nosotros?

-¿Qué creen que le falta a la relación entre Catalunya y España?

 

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