FARMACOLOGÍA

El principio de la revolución en los tratamientos médicos

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Luchar contra el dolor y la enfermedad, tratando de  alargar la vida en las mejores condiciones es uno de los principales retos del ser humano. Los avances son notables en la actualidad, hasta el punto que una persona que nazca hoy, en nuestro país, tiene ante sí una esperanza de vida de 83 años, diez años más que los nacidos en 1975, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Esta esperanzadora cifra se debe a un conjunto de factores según indica el informe El valor del medicamento desde una perspectiva social, elaborado por el centro de investigación en economía de la salud Weber, con el apoyo de Farmaindustria.

Los expertos tienen claro que, en la primera mitad del siglo XX, la clave de la mejora de la calidad y la esperanza de vida tuvo su base en las medidas de salud pública e higiene puestas en marcha a partir del conocimiento de la naturaleza de distintas enfermedades infecciosas como, por ejemplo, la adecuada gestión de las aguas residuales o el suministro de agua limpia a la población. Después se dejaron notar actuaciones como la mejora en el nivel educativo de la población, el progreso de las condiciones socioeconómicas y la promoción de estilos de vida cada vez más saludables. En las últimas décadas las claves del progreso están en el avance imparable de la ciencia médica y la innovación farmacéutica.

Si atendemos al ámbito concreto de las enfermedades graves y prevalentes, hay que hablar de una contribución decisiva de los nuevos medicamentos a la salud, que se ha traducido en que en la sociedad moderna las personas puedan aspirar a vivir más y mejor que sus ancestros. Según la evidencia científica internacional recogida en el citado informe Weber, la introducción de nuevos medicamentos es responsable del 73% de la prolongación de la esperanza de vida. En concreto, entre 2000 y 2009 se logró ganar 1,74 años de esperanza de vida en los países integrados en la OCDE, de los cuales 1,27 años son una consecuencia directa de la innovación farmacéutica.

Tal como relata el principal responsable del informe, Álvaro Hidalgo, presidente a su vez de la Fundación Weber, “los medicamentos nos han ayudado a vivir más y mejor, han contribuido a alargar la esperanza de vida y a mejorar las condiciones de vida de enfermos crónicos”.

No hay que olvidar otros valores de los nuevos fármacos tanto en el terreno económico como en el ámbito social, a saber, el ahorro para el conjunto de la sociedad al evitar hospitalizaciones y consultas, al reducir bajas laborales y absentismo y mejorar la productividad. En el aspecto social, reduciendo o evitando la carga de cuidados de la dependencia en el hogar.

Logros más destacados

Aunque es cierto que en la sociedad actual se observa que la incidencia del cáncer aumenta, debido a los avances en el diagnóstico precoz, la incidencia no se está traduciendo en un aumento de la mortalidad, ya que las tasas están experimentando una tendencia decreciente. En general –sostienen los autores del informe Weber– “las mejoras en las tasas de mortalidad y supervivencia por cáncer son el resultado tanto de un aumento en los cribados y el diagnóstico precoz como de la introducción de los nuevos fármacos oncológicos, muchos de ellos con unos innovadores mecanismos de acción”. Todos estos datos están llamados a mejorar de la mano del continuo desarrollo de nuevos y más eficaces tratamientos, así como de la aprobación de nuevos usos de fármacos ya existentes o de nuevas formas de prevención, que han ampliado las opciones terapéuticas.

En solo cinco años, entre 2011 y 2016, se pusieron a disposición de los pacientes 68 nuevos antitumorales para más de 22 indicaciones. Esta tendencia seguirá intensificándose en el futuro; no en vano en 2015 estaban en fase de desarrollo más de 800 fármacos y vacunas para varios tipos de cáncer.

Por su parte, las patologías cardiovasculares son responsables de la mitad de los fallecimientos en Europa y, en España, siguen siendo la primera causa de muerte. En estas patologías la principal opción terapéutica, junto con el mantenimiento de un estilo de vida saludable, se basa en el tratamiento farmacológico que ha logrado resultados muy positivos, tal como pone de relieve el informe, que cifra en el 21% la reducción de la incidencia promedio del total de accidentes cerebrovasculares.

Otra de las enfermedades cuyos pacientes más se han beneficiado de la innovación farmacéutica ha sido la infección por VIH/sida gracias a distintos factores, entre los que destacan los avances logrados por los casi 40 tratamientos antirretrovirales aprobados hasta la fecha. Estos han tenido un doble efecto: potenciar la efectividad de las medidas preventivas y aumentar la supervivencia y la calidad de vida. Se ha logrado así algo que parecía imposible antes de la aparición de estas terapias, cuando la enfermedad era aguda y fatal a corto plazo: convertir el sida en una condición crónica cuyos afectados pueden llevar una vida prácticamente normal.

En el caso más reciente aún de la hepatitis C, la aparición de una nueva generación de medicamentos –los agentes antivirales de acción directa (AAD)– ha abierto una nueva era marcada por la superación definitiva de la enfermedad en un porcentaje muy elevado de los pacientes que la sufren, ya que estas terapias son capaces de evitar la replicación viral en entre el 85% y el 100% de los casos, y además en un plazo muy breve.