Cultura Kawaii para el Triángulo Friki

Brosmind, los hijos de Totoro que iluminan esta Navidad el paseo Sant Joan de Barcelona

La Navidad más oscura: así puso fin Barcelona hace 22 años a las luces deprimentes por catálogo

El Passeig de Sant Joan estrena iluminación

El Passeig de Sant Joan estrena iluminación / Jordi Otix

Carles Cols

Carles Cols

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Fue en 2021 cuando Time Out, revista nacida en Londres en 1968 pero hoy con delegaciones en casi 60 países, obsequió a Barcelona con una inesperadísima sorpresa. Tras encuestar a más de 27.000 lectores, que no son pocos, concluyó que el paseo de Sant Joan era ese año la segunda mejor calle del mundo para vivir o, si eso no es posible porque el bolsillo no lo permite, para pasear. Que la primera de la lista fuera Smith Street de Melbourne es algo que luego merecerá una puntualización en forma de chiste. Antes es casi un deber subrayar que Sant Joan, en una prueba del nueve de hasta qué punto aquello fue una sorpresa, escaló en esa clasificación hasta el segundo cajón del podio sin que llegadas estas fechas hubiera merecido nunca unas luces de Navidad ‘comme il faut’. Ya no podrá decirse.

Encendidas las luces de Navidad en Barcelona. Passeig de Sant Joan

Passeig de Sant Joan estrena luces / Jordi Otix

Este 2023 será la primera vez en que Sant Joan será una calle navideña tal y como marca el canon, que ya era hora, y, en algo que tal vez hará las delicias de nuevo en la sede de Time Out, lo hará de la mano de los hermanos Mingarro, diseñadores de aúpa, que, en un adecuadísimo verbo para la ocasión, han alumbrado unas luces que son un homenaje a ese paseo, calle principal del llamado Triángulo Friqui (Norma Cómics, Gigamesh, Freaks, Kaburi, Madame Chocolat y una veintena de tiendas más que forman una telaraña única en el mundo) y, simultáneamente, puerta de entrada al barrio más orientalizado de la ciudad. Desde que hace 20 años Barcelona decidiera romper con las decoraciones cursis y, por qué no decirlo, deprimentes, se han hollado varios ochomiles en esta materia, como esas onomatopeyas (xinxin, muacmuac, glupglup, nyanyam) que salieron del taller de Emiliana Desing Studio y las luces que Curro Claret concibió específicamente para el Raval. Lo que Juan y Alejandro Mingarro, conocidos en el mundo del diseño como Brosmind, han concebido para Sant Joan, entre Gran Via y Arc de Triomf, es otra cima. Merece aquello un paseo cuando se pone el sol desde ahora y hasta Reyes, y, mucho más si, en caso de ser un profano en la materia, se conoce por boca de Brosmind qué iconografía representan aquellas luces. Es 100% cultura Kawaii. Creerán, tal vez, que eso no les suena de nada. ¿Kawaii? Se equivocan.

Primero ¿Quiénes son Juan y Alejandro? Según cuentan, son dos hermanos de esa generación que tuvo la gran suerte de que su infancia fueran los años 80, una década esencialmente analógica, y no digamos ya en su Binéfar natal, un pueblo de Huesca en el que podían ir a la kiosko, comprar un cómic, el que fuera, y a la semana siguiente descubrir que no llegaba el siguiente número y la suerte del protagonista, que a lo mejor se había quedado a un paso de la muerte, quedaba eternamente en suspense. Había que echarle imaginación. En eso parece que eran de los críos más aventajados del cole. Fabricaban sus propios juguetes con piezas sueltas de otros. Aún conservan en su estudio, en el que cada estantería es un altar, algunas de aquella joyas.

Juan, el mayor, nacido en 1978, fue el primero en ir a la universidad, la de Farmacia, más que nada por seguir la tradición familiar y, sobre todo, porque ni él ni Alejandro sabían entonces que el diseño era una carrera. El pequeño de los dos, de 1981, llegó a Barcelona más informado. Se matriculó en Elisava, toda una institución, y después, Juan, farmacéutico ya, siguió sus pasos. Barcelona era entonces un lugar extraño, según se mire. Los barceloneses nativos (y que disculpen la comparación) estaban como las ocas poco antes de que sus hígados sean ‘foie’. Desde poco antes de los Juegos Olímpicos habían tragado un exceso de diseño. Hasta los exprimidores de limones eran de diseño en esta ciudad. Para los no nativos, como los Mingarro, la perspectiva era otra muy distinta. Qué caray, Barcelona era la ciudad de Vinçon. Queda todo dicho.

Juan y Alejandro, en el paseo de Sant Joan, con una de las decoraciones antes de ser instalada.

Juan y Alejandro, en el paseo de Sant Joan, con una de las decoraciones antes de ser instalada. / JORDI OTIX

Sobre cómo les sobrevino la fama, Juan y Alejandro son poco de alardear. Aseguran que  con facultades como Elisava e iniciativas como la primavera del diseño, son muchos los agradecimientos a dar. Barcelona era un y un trampolín adecuado para lograr ese acrobático salto a vivir de esto. Acertaron con el tono en una campaña para Honda España, ganarán un premio internacional por ello y, después, sonó la flauta. Bueno, el teléfono. Les llamó desde Estados Unidos un representante en busca de clientes. Había visto sus trabajos a través de internet y se ofrecía a buscar clientes interesados en su estilo.

¿Qué estilo? Ya incluso entonces, un poco el que ahora ilumina Sant Joan. Basta con leer esa palabra para deducir que la cultura Kawaii procede de Japón. No hay que confundirlo con el manga y otros subgéneros del cómic y la animación. Su traducción sería algo así como “agradable” o “adorable”, así que ‘kawaii’ es Hello Kitty, Totoro, Pikachu, Doraemom y muchos otros personajes cuya fama ha traspasado fronteras, y también lo es incluso toda la iconografía con la que propias autoridades japoneses pueden llegar a decorar anuncios oficiales para hacerlos más cercanos, como una invitación a respetar la velocidad máxima al volante, acompañada de una cara sonriente.

El boceto de Brosmind para Sant Joan.

El boceto de Brosmind para Sant Joan. / Brosmind

Eso es lo que literalmente flota en el aire en Sant Joan, pero de un modo distinto a como suelen hacerlo las luces de Navidad. Las hay sobre el carril bici. Las hay sobre la calzada de los vehículos de motor. Y las hay, distintas a las anteriores, sobre las aceras, y es en esas en las que los hermanos Mingarro han puesto más de la mitad de sus ilusiones, porque no penden perpendiculares al suelo, sino que lo hacen de forma oblicua, para, en el caso perfecto, conseguir que quienes pasean y quienes salen al balcón de sus casas crucen sus miradas a través de las viñetas Kawaii.

Un vecino y un transeúnte se saludan a através de unas luces, tal y como lo imaginan los hermanos Mingarro.

Brosmind

Quién sabe, a lo mejor esto es lo que le falta a Sant Joan para colocarse en el primer lugar del podio de Time Out, ese que ocupa una calle de Melbourne, ciudad, lo anunciado al principio, motivo de chistes en Australia, eclipsada al parecer por Sydney, hasta el punto de que avergüenza confesar que uno es melburniano. Al menos eso cuenta Bill Bryson es ese formidable libro de viajes que tituló ‘En las antípodas’.

Se lo preguntan a una señora. “¿Tiene usted hijos?”. Y responde ella: “Sí, dos vivos y uno en Melbourne”.