Asamblea de otoño

Aviso del FMI: "La economía global gira hacia la incertidumbre y la volatilidad"

Especial multimedia | Historias de la inflación en Europa

Kristalina Georgieva

Kristalina Georgieva / Anna Moneymaker/Getty Images/AFP

Idoya Noain

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Una pandemia implacable, la invasión de Ucrania, desastres climáticos en todos los continentes y ahora una crisis del coste de la vida provocada por una inflación desbocada y que se enquista. Los golpes a la economía mundial se suceden uno tras otro y están cobrando su peaje. Pero más allá de los retos y desafíos inmediatos que presenta la situación, que ha llevado esta semana al Fondo Mundial Internacional a recortar sus previsiones de crecimiento globales hasta el 2,7% para 2023 y alertar de que "lo peor está por llegar" con riesgo elevado de una recesión que volverá a castigar con especial saña a los más pobres, se ve una cuestión más de fondo: la posibilidad de que se esté produciendo “un giro fundamental en la economía mundial de la predictibilidad y estabilidad relativas a mayor incertidumbre y volatilidad”.

Esa es la hipótesis que ha planteado este jueves Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional, en una rueda de prensa en Washington, donde el organismo celebra su asamblea de otoño. “Necesitamos estudiar atentamente el fenómeno de la inflación en este nuevo mundo en que nos encontramos porque la fragmentación en la economía mundial significa que podemos ver también cambios en las cadenas de suministros que impactan en las estructuras de costes de forma más permanente, y no es algo con que pueda lidiar la política monetaria”, ha subrayado. “Si perdemos los beneficios de una economía global más integrada, todos seremos más pobres y el impacto se sentirá de forma más dramática en mercados emergentes y economías en desarrollo”.

Respaldo a la Fed

Pese a no tener aún las respuestas definitivas a esos cambios más estructurales, que pueden ir más allá del impacto que está teniendo, por ejemplo, la guerra abierta por Rusia en precios de alimentos o energía , Georgieva ha defendido que la única manera de que los responsables de las políticas monetarias y fiscales puedan contestar a este momento “mucho más complejo” es “manteniendo una mano firme”.

Conforme la búlgara lanzaba sus mensajes se daban a conocer en Estados Unidos los últimos datos de la inflación en el país. Eran noticias peores de lo que se esperaba, especialmente demoledoras en lo que respecta a la inflación subyacente, que excluye alimentos y energía y ha subido hasta el 6,6% interanual, el nivel más alto desde 1982. Y reafirmaban las opciones de que la Reserva Federal siga con la agresiva política de subida de tipos con que está intentando contener el alza de los precios, una senda que presenta riesgos y está teniendo un impacto negativo en otras economías, pero que Georgieva ha respaldado.

“Sabemos que esas subidas de tipos vienen con costes para el crecimiento pero también sabemos que no endurecer las condiciones para contener la inflación significaría que esos tipos se mantienen altos más tiempo y acaban resultando en aún más daño para el crecimiento y para la gente”, ha dicho. “No podemos permitir q la inflación sea un tren que descarrila”, ha añadido en otro momento. “Es malo para el crecimiento y para la gente, especialmente para la gente pobre ".

Política fiscal

La directora gerente ha querido reforzar también el mensaje que toda esta semana está lanzando el FMI: la necesidad de poner el foco en ese combate contra la inflación y, a la vez, aplicar políticas fiscales que ayuden a los más vulnerables en la actual situación de crisis, pero sin interferir. Y lo ha hecho con una gráfica imagen: “Cuando la política monetaria pone un pie en los frenos la política fiscal no debe pisar el acelerador porque si lo hace vamos a tener un viaje muy peligroso”, ha dicho.

La receta del FMI y su directora pasa por medidas “con objetivos muy definidos y temporales”, que se alejen de pasos generalizados como recortes de impuestos generalizados que, ha dicho, “no son efectivos ni se pueden costear”. Y eran palabras con las que Georgieva hablaba particularmente al Reino Unido, pero que quería también que se escuchen en otras capitales: “La política fiscal no debe minar la monetaria porque si lo hace la tarea se más difícil y elevará la necesidad de más subidas de tipos y de endurecer las condiciones financieras”, ha insistido, “No prolonguen el dolor. Aseguren que las acciones son coherentes y consistentes”.

Recesión

En su comparecencia Georgieva ha vuelto a exponer también otra previsión que ya presentó el martes el informe de Perspectivas Económicas Mundiales: la de que dos tercios de las economías registren dos o más trimestres consecutivos de contracción y la probabilidad incrementada de que el crecimiento global baje del 2%. “Un riesgo del 25% de una recesión global no es insignificante pero aún tenemos instrumentos para navegar esto y es un camino estrecho, pero está ahí”, ha dicho poniendo una nota esperanzadora y usando otro de sus gráficos símiles. “Es como escalar una montaña: sinos damos la mano y vamos siguiendo los pasos del otro podemos evitar una recesión global”.

Deuda e inseguridad alimentaria

Georgieva también ha querido volver los focos sobre una situación que, siendo compleja nivel global, se agrava especialmente para los países de bajos ingresos. “El triple golpe del dólar fortalecido, los costes más elevados de financiación y la salida de capitales es particularmente duro para países con alto nivel de deuda”, ha recordado, asegurando que más del 60% de las 75 naciones pobres se encuentran ya bajo el peso o la amenaza del sobreendeudamiento.

Al abordar esa cuestión, además de apostar por expandir la coordinación de ayudas para países de ingresos medios, ha asegurado que están presionando para lograr que el mecanismo de resolución sea “más efectivo” y ha señalado al objetivo de que el Marco Común se vuelva “más predecible”, algo que ahora no ocurre. “Es como si entras en un túnel y no sabes dónde está el otro lado de ese túnel”, ha dicho.

Asimismo, Georgieva ha urgido a realizar más esfuerzos para confrontar la inseguridad alimentaria, que ya afecta de forma severa a 345 millones de personas e impacta de forma más grave a 48 países. Y en su mensaje ha incluido una llamada a impulsar “reformas transformadoras” para enfrentar el cambio climático, lidiar con la digitalización y abordar la desigualdad. “El futuro no va a esperar”, ha dicho.

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