Historias de
la inflación
en Europa

Historias de
la inflación
en Europa

La guerra en Ucrania ha provocado una escalada de la inflación en toda Europa inédita en las últimas décadas. El alza de los precios de la energía ha acabado repercutiendo en la cesta básica de la compra de los europeos, cuando los países todavía se encontraban en pleno proceso de recuperación del azote asestado por la pandemia del covid-19. En algunos casos, como en el de Alemania, hay que remontarse hasta la Segunda Guerra Mundial para encontrar unos niveles equivalentes.

La subida del coste de la vida, en el que se incluye también el alza de las hipotecas por el aumento de los tipos de interés, ya está provocando algunos cambios en los hábitos de los consumidores. Según un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), el 75% de la población española ha puesto freno al consumo de energía (apagando calefacción y aire acondicionado o evitando utilizar electrodomésticos), a las compras y, por supuesto, al ocio.

Por detrás de la energía, el gesto que más repiten los encuestados por la OCU es el de mirar los precios de los productos del supermercado. El 42% admite haber empezado a comprar marcas más baratas y un 33% asegura haber dejado de darse caprichos.

Los corresponsales de EL PERIÓDICO en París, Berlín, Roma, Londres y Moscú han recopilado diferentes historias para explicar cómo los habitantes de estas ciudades luchan contra el yugo de la inflación. También ofrecemos una historia de una familia de Barcelona.


PAN. Italia es el país europeo en el que el precio del pan es más elevado. Una barra llega hoy a los 1,9 euros, frente a los 1,5 de hace un año. En Alemania, el precio es de un panecillo de unos 70 gramos, la unidad de medida en este país.

LECHE. El transalpino vuelve a ser el país donde la leche es más cara (1,84 euros, frente a 1,69 de hace un año), y en Alemania es donde más se ha encarecido este producto en 12 meses, al pasar de 90 céntimos a los 1,5 euros.

TOMATES. En el caso de los tomates, el Reino Unido se lleva la palma. Un kilo cuesta 6 euros (hace un año eran 5,1). En el extremo opuesto está Rusia, donde vale 1,39 euros, 25 céntimos más que en octubre de 2021.

POLLO. El precio del kilo de pollo en los países analizados oscila entre los 7,62 de Italia (7,25 hace un año) y los 2,69 de Rusia (3,26 en 2021), muy seguida de España, donde hoy vale 3,35 euros, 0,59 céntimos más que hace un año.

GASOLINA

GASOLINA. El Reino Unido ha experimentado un alza descomunal de los carburantes. El litro de la gasolina de 95 octanos está en los 2,2 euros, cuando hace un año costaba 1,37. En Rusia, apenas vale 82 céntimos, 4 más que en 2021.

Índice:

España
Francia
Alemania
Italia
Reino Unido
Rusia

Por Gabriel Ubieto

Cuando en la primavera de 2020 el covid vacío las calles y llenó los balcones de aplausos, María José fue una de esas imprescindibles que estuvo en la primera línea de batalla contra el virus. No es doctora, pero también lleva bata y sin ella el hospital no funciona. "Antes de que entrarán los médicos íbamos nosotras a limpiarlo todo. Doblábamos jornadas... fue duro", recuerda esta barcelonesa que trabaja en el hospital Vall d’Hebron como peón especialista de limpieza. Hoy la pandemia que paró medio mundo parece lejana y la congelación que ahora más le preocupa a María José es la de su salario. "Sube todo, sube la compra, sube la gasolina, sube la luz... menos los sueldos sube todo", cuenta.

Está limpiadora está empleada por una filial de ACS, propiedad de Florentino Pérez, a la que el Vall d’Hebron subcontrata el servicio de limpieza. Como el 40% de los catalanes, lleva todo 2022 con el sueldo congelado. Un sueldo de poco más de 1.000 euros al mes. Su convenio ha vencido y con la patronal no han conseguido de momento negociar uno nuevo, ya que esta rechaza incrementar nóminas a un nivel ni siquiera cercano al actual IPC. "En el anterior convenio ya nos costó huelgas mantener el poder adquisitivo", recuerda esta también delegada de CCOO.

Un salario que no sube mientras los precios están disparados, lo que obliga a María José -"como a todo el mundo"- a hacer equilibrismos. Esta barcelonesa va en autobús o metro cada día a trabajar. Aquí el descuento sobre los abonos aplicado por el Gobierno ayuda. "Antes me gastaba 45 euros cada mes, ahora 31 euros. A final de mes se nota", cuenta esta mileurista. El coche queda totalmente descartado, tanto por el aumento del coste de la gasolina (+15,7% en el último año) como del aparcamiento. "Muchos compañeros han pasado a compartir coche, plaza de párking o, si pueden, se han pasado al transporte público", explica.

"No he dejado de comprar nada, pero compro menos. Ahora solo como ternera un día a la semana"

Transporte a parte, llenar la nevera se ha vuelto este 2022 una misión complicada. Según la OCU, esta se ha encarecido el 15,2% en el último año. "Tengo suerte de que mis padres tienen huerto y me dan muchos productos frescos", cuenta. No obstante, para la carne y el pescado no le queda otra que ir al mercado o el súper. "No he dejado de comprar nada, pero compro menos. Ahora solo como ternera un día a la semana", explica.

Reconoce que está preocupada por lo que pueda pasar a partir de 2023, cuando vence el tope a las revisiones de los precios del alquiler aprobado por el Gobierno.

María José es una de las miles de limpiadoras que estuvieron en primera línea covid y que todavía están a la espera de esa paga extra de hasta 450 euros prometida por el Govern para reconocer su desempeño. "Ahora mismo el dinero le viene bien a todo el mundo, aunque también es algo simbólico. Hemos sido tratadas como personal de segunda y no entendemos por qué no sabemos todavía cuando la cobraremos. Es una cuestión de orgullo y de respeto", afirma.

Llenar la nevera se ha vuelto este año una misión complicada. Según la OCU, se ha encarecido un 15,2% en los últimos 12 meses

Por Enric Bonet

"Cuando uno entra al supermercado, ahora lo hace con miedo". Oriol, 31 años y que vive en la región parisina desde 2015, no disimula su preocupación por el aumento de los precios. Si Francia ya era un país con reputación de caro y donde resultaban frecuentes las tensiones sociales por la falta de poder adquisitivo -la revuelta de los chalecos amarillos resultó un ejemplo paradigmático-, en los últimos meses el coste de la vida se ha disparado.

"Mientras antes uno podía hacer una compra interesante por unos 40 o 50 euros, ahora tiene que pagar el doble. El papel higiénico y el aceite han subido mucho de precio. Una barra de pan puede costar hasta 1,40 euros y 500 gramos de carne picada, fácilmente 7 euros", lamenta este catalán, de Olot, que trabaja en la Française des Jeux, el grupo estatal de loterías privatizado en 2019.

La misma inquietud comparte María Lorente Cazorla, 37 años, una valenciana que reside desde hace un año en el sur de la banlieue parisina, junto a su marido y sus tres hijas pequeñas. "Antes hacíamos la compra en Carrefour, ahora ni de coña iríamos allí de lo caro que está", afirma esta asistenta en una clínica dental y cuya pareja trabaja como repartidor. Aunque ambos disponen de un trabajo estable, deben vivir ajustándose el cinturón tras el fulgurante aumento del coste de la vida, "sobre todo a partir de primavera".

"Antes hacíamos la compra en Carrefour, ahora ni de coña iríamos allí de lo caro que está"

"Hacemos la compra en tres supermercados distintos: uno para los productos de limpieza, otro para la carne y las verduras y un tercero para el agua y leche. Así nos pasamos toda la mañana del sábado yendo de un lugar a otro. Hemos triplicado el tiempo que dedicamos a ello", añade Lorente Cazorla, que se fue de España por el racismo que sufrían allí su marido, de nacionalidad guineana, y sus hijas. Cada vez que van al supermercado, se limitan a los alimentos básicos y los productos de higiene, privándose de otro tipo de placeres. "A mis hijas les gustaba que les comprara dulces como un Kinder bueno o un huevo Kinder, ahora ya no puedo. Tampoco puedo comprarles libros", lamenta.

Francia registró en agosto una inflación del 5,8%, una subida inferior al 9,1% de la Unión Europea. Mientras el aumento del coste de la energía parece haberse frenado debido a las distintas medidas adoptadas, el de los alimentos siguió subiendo, hasta situarse en un 7,7% en el país vecino. Y se teme que esta tendencia se acentúe en los próximos meses, lo que preocupa a las clases medias y trabajadoras. "En 2018 cobraba menos, pero vivía mucho mejor", reconoce Oriol.

Un trabajo estable no garantiza una compra despreocupada: es tiempo de ajustarse el cinturón

Por Andreu Jerez

Tras los de la energía, los precios de los alimentos son los que más han aumentado durante los últimos 12 meses en Alemania: un 85% el aceite de girasol, un 49% la mantequilla, un 40% la leche fresca o más de un 34% la harina y otros productos derivados de los cereales.

Canales de televisión y diarios se llenan de historias que cuentan cómo ciudadanos de clase baja y asalariada sufren una evidente pérdida de poder adquisitivo, una situación que también sufren pequeños negocios como panaderías familiares, que luchaban ya desde hace años por competir con las grandes cadenas y ahora se ven abocadas al cierre.

"Pan y determinadas clases de verduras se han encarecido mucho; también el queso y la carne, que ya de por sí eran caros si se querían de calidad, también son ahora más caros. Todo se ha vuelto más caro, incluso me lo comentó una de las vendedoras de la tienda bio de mi barrio", cuenta Saranda Frommold, berlinesa y madre de una familia con dos menores a su cargo.

"Nosotros cocinamos más ahora y también hacemos nuestro propio pan para poder ahorrar"

A la familia de Saranda le ocurre lo que a millones de familias de clase media asalariada: si antes iban al supermercado a comprar sin prestar demasiada atención a los precios, y buscando simplemente los productos que necesitaban, ahora se ve obligada a comparar precios. "Y ya no compro cosas que considero desorbitadamente caras", añade Saranda.

A los precios de los alimentos hay que sumar los precios de la gasolina y de la calefacción. Los primeros ya se llevan notando desde hace meses en los presupuestos de familias y empresas. Los segundos amenazan con desbaratar la planificación de muchas familias con los meses fríos y la llegada de las facturas de calificación.

Otro ámbito donde las familias han comenzado a ahorrar es el tiempo libre: en lugar de ir al cine o cenar fuera, se imponen actividades gratuitas o incluso pasar más tiempo en casa. "Nosotros cocinamos más ahora y también hacemos nuestro propio pan", explica Saranda. Así su familia ahorra en la compra de barras de pan o panecillos, y realiza una actividad con los niños que no supone un gasto adicional.

Las familias de clase media se han visto obligadas a comparar precios en sus visitas al súper

Por Irene Savio

Después de dos años de pandemia, Francesco Wu, un empresario originario de Zhejiang (China) y residente en Milán, había recuperado la confianza y se disponía a hacer nuevas inversiones en los tres populares restaurantes (el primero lo abrió hace 13 años) que posee en la capital financiera de Italia. En septiembre del año pasado, había estudiado incluso la posibilidad de ampliar uno de los establecimientos y remodelar otro. Pero la guerra en Ucrania y la subsecuente subida de los precios, la más alta de los últimos 30 años en el país transalpino, le hizo dar marcha atrás.

"En pocos meses, la inflación ha provocado una importante subida de nuestros gastos, de un 20% con respecto al año pasado, a causa de las alzas de los precios de las materias primas alimentarias que usamos. Por ello, no solo he decidido que de momento no haré ninguna inversión, sino que además he aumentado los precios de nuestros menús", cuenta Wu, de 41 años. Además, a diferencia de lo que solía hacer antes de la pandemia, este año Wu optó por no contratar a nuevos empleados para el verano, y le pidió a los trabajadores maximizar las precauciones para evitar cualquier derroche. Algo que él también intenta cumplir con más atención, afirma.

"Mi mayor preocupación es el futuro, porque lo cierto es que no tengo un plan b de momento"

Convencido de que la crisis energética no se resolverá en breve, este empresario también eligió encontrar una alternativa energética para aprovisionar a uno de sus restaurantes. "Gasté 50.000 euros en la instalación de varios paneles solares, para disminuir nuestra dependencia energética de la energía que nos dan los proveedores", explica. "Mi mayor preocupación es el futuro, porque lo cierto es que no tengo un plan b de momento, y quisiera que nuestros restaurantes no se conviertan en sitios a los que solo pueden acudir aquellos clientes más adinerados", afirma.

"El problema es que el margen de ahorro energético no es muy alto. No puedo, por ejemplo, no encender el aire condicionado si un cliente me lo pide", concluye, antes de añadir también que se espera que el Estado "intervenga para dar soluciones".

En pocos meses, los gastos han subido un 20%, lo que obliga a aplazar inversiones planificadas

Por A. Niubó

"Los precios han subido demasiado", explica Francisco Díaz a la salida de un supermercado en el barrio de Forest Gate, en el este de Londres. Tiene 30 años. Es un venezolano con pasaporte español que vive en la capital del Reino Unido desde 2015. "Hace siete años podías ir al supermercado y comprar con 30 libras lo básico, pero ahora es imposible. Trabajamos mucho y cobramos poco, cobramos para apenas comprar los productos básicos", añade.

Lleva una mochila cargada con la compra. Ha tenido que seleccionar muy bien lo que adquiría. "A mí me gustaba comer jamón y queso, pero ahora el jamón está por las nubes y todo en general está super caro. La subida de los precios ha sido monumental", dice. Hace un tiempo, con su sueldo, podía vivir holgadamente, pero ahora es complicado incluso con dos sueldos.

"He dejado de salir de fiesta, no voy a cenar ni nada por el estilo porque es imposible gestionar la situación"

Ha tenido que dejar de hacer cosas que antes podía permitirse. "He dejado de salir de fiesta, no voy a cenar ni nada por el estilo porque es imposible gestionar la situación ahora. Acabo de hipotecarme y no puedo manejar la subida de la energía y de los intereses". Hace un año se compró un piso y ha quedado atrapado en la crisis de la cesta de la compra. Los tipos de interés han subido hasta el 2,25%, añadiendo 690 euros más anuales a las hipotecas. Los intereses han subido un punto en nueve meses.

Francisco cree que la inflación empezó a raíz del Brexit porque las empresas británicas tenían que pagar más impuestos y hubo una crisis de transporte. Este venezolano trabaja como chef en un restaurante de lujo donde los clientes son gente con un alto poder adquisitivo y siguen yendo a comer y no les importa pagar un poco más. "Últimamente tenemos que cambiar los platos de un día a otro porque los precios suben. Por ejemplo, nosotros utilizamos muchas berenjenas y la semana pasada nos dijeron que no compráramos más porque había subido un 95% una caja de cinco kilos”. Y añade: "Estamos ahora como todo el mundo, buscando sobrevivir".

Hace un tiempo, en Londres era posible vivir de forma holgada con un sueldo. Ahora es difícil incluso con dos

Por Àlex Bustos

La capital rusa atrae a todo tipo de personas desde todos los territorios que forman Rusia. Es por ello habitual que muchos de sus habitantes tengan familia o raíces a miles de kilómetros de distancia. Es el caso de Amina, una residente en Moscú. Ella proviene de otra región del sur del país, y en su tiempo libre ve más limitado poder regresar a su lugar de origen, donde vive su familia, así como hacer turismo.

Esto se debe a que la situación económica de muchos ciudadanos rusos ha empeorado. Ella bromea que "aún" puede permitirse "té y pan", pero de pone seria al explicar cómo le afecta el incremento de los precios de muchos alimentos básicos como los tomates, los huevos, la leche o las patatas. "El precio de la mayor parte de productos ha subido. Todavía puedo pagar la comida, pero no tengo suficiente dinero para otros gastos como el ocio y los viajes", explica esta habitante de Moscú. "Ahora solo pago facturas y necesidades básicas", sentencia.

"El precio de la mayoría de productos ha subido. Ahora solo pago facturas y necesidades básicas"

No es un caso aislado. "Para ir de Omsk a Irkutsk, el avión es lo más cómodo, pero también lo más caro. No nos lo podemos permitir", explica Yana, otra mujer rusa que vive lejos de su familia. Viaja en tren de larga distancia con su hijo pequeño Artyom, para recorrer los 2.500 kilómetros que separan estas dos ciudades de la parte asiática de Rusia. La alternativa en discordia -el coche- ni se plantea. Tampoco hay autobuses que conecten estas urbes de Siberia.

En avión serían seis horas, mientras que en tren se necesitan cerca de 48 horas para hacer el mismo trayecto. Viaja en los vagones de tercera clase, en los que el billete vale alrededor de 60 euros por persona, más asequible que los 400 que puede costar el mismo recorrido en avión. "Los precios de muchos productos han subido y hay que ir con cuidado", añade con preocupación.

Un reportaje de EL PERIÓDICO

Textos:
Gabriel Ubieto, Enric Bonet, Andreu Jerez, Irene Savio, A. Niubó y Àlex Bustos
Infografías:
Ramon Curto
Coordinación:
Laura Puig, Jose Rico y Rafa Julve