Salud laboral
El 'boom' del teletrabajo complica aún más la desconexión digital en vacaciones
9 de cada 10 trabajadores reconoce que atiende mensajes de trabajo fuera del su horario laboral, según un reciente estudio de la UPF-BSM
Gabriel Ubieto
Redactor
Periodista de economía, centrado en el mercado laboral. He crecido como redactor en El Periódico, pero antes hice prácticas en La Vanguardia y escribí durante seis meses desde Chile para Hemisfèria.cat. Ganador del premio Ramon Barnils (2015) por el reportaje "Els ultres prenen partit".
Jordi hace más de dos años que trabaja como analista de datos en una reputada empresa tecnológica, ubicada en el barrio del Poblenou de Barcelona. Estos días está de vacaciones, se dedica a ir a la playa, jugar al pádel con los amigos y en unos días cogerá un vuelo para alejarse un tiempo de la capital catalana. Pese a que ya hace una semana que ha bajado formalmente la tapa de su portátil y ha colgado el cartel de vacaciones, Jordi no puede evitar entrar en algún momento del día en el grupo de Slack -una aplicación de mensajes- del trabajo para ver si hay novedades por la oficina, qué pasó con ese cliente que quería cambiar las condiciones del 'partnership' (la jerga anglo no puede faltar) o simplemente curiosear qué comentan los compañeros. De vez en cuando también abre el correo de la empresa, para chequear cómo engorda la lista de mensajes que luego tendrá que borrar masivamente cuando se reincorpore a finales de agosto. "No puedo evitarlo. Sé que no debería, pero si no tengo la sensación de que me estoy perdiendo cosas y luego cuando vuelva haré peor mi trabajo y no llegaré a todo", explica.
Jordi lo que tiene es un problema de desconexión digital, que no es otra cosa que la incapacidad de dejar de atender cuestiones de trabajo fuera del horario laboral a través de los miles y sofisticados dispositivos electrónicos que se han convertido en una extensión de nuestro propio ser. Si este verano Jordi se reúne con un grupo de 10 amigos (no más, que las restricciones covid no lo permiten) para tomar algo en una terraza, nueve de ellos sacará en algún momento de la velada su teléfono móvil para responder un mensaje de trabajo. O una vez se despidan y estén preparando la cena, o jugando con sus hijos -si los tuvieren-, o a la mañana siguiente, un poco antes de fichar mientras se toman un café. Así lo constata un reciente informe de la UPF-BSM, que ha analizado los problemas para separar la vida privada de la laboral y cómo la eclosión del teletrabajo durante la pandemia ha desdibujado todavía más esa fina línea en nuestras vidas.
“La hiperconectividad es el gran agujero negro por el que se escapa el tiempo y la salud", advierte la directora del Observatori de Lideratge en l’Empresa de la UPF-BSM y coautora del estudio, Sílvia Cóppulo. Su investigación, basada en una muestra de 610 trabajadores, deja otros datos preocupantes relacionados con la incapacidad de desconectar. El 54,3% de los trabajadores reconoce sufrir fatiga digital y el 41,9% admite que no descansa bien por las noches. El auge del teletrabajo durante los primeros compases de la pandemia, siendo esta la primera experiencia prolongada para miles de personas en España, ha agravado adicciones que ya venían de antes. Y muchas de estas persisten incluso una vez las personas ya han vuelto a la oficina. Por ejemplo, el 78% de los encuestados admite que lo primero que hace al levantarse y lo último antes de ir a dormir es mirar el móvil.
Peligro para la salud
Todo ello no es inocuo sobre la mente y el cuerpo. Depresión, estrés u obesidad son algunas de las consecuencias a medio-largo plazo de esa hiperconectividad. “Muchas de las interacciones que antes teníamos de manera presencial e informal ahora se han pasado a lo telemático. Lo que provoca que cada día recibamos un montón de correos o whatsapps que antes no recibíamos. Y nos hemos acostumbrado a eso. Al principio era algo que te facilitaba el trabajo, pero ahora se ha convertido en una intromisión terrible”, comenta el doctor en psicología y profesor de ciencias de la salud de la UOC, Antoni Baena.
En este sentido, Baena recomienda a las empresas incentivar que, de la misma manera que antes los espacios privados y personales estaban separados, ahora también lo estén digitalmente. Es decir, un teléfono personal y otro para el trabajo, que puedas apagar en vacaciones. O una aplicación específica para intercambiar mensajes profesionales, así como un uso racional de los canales de comunicación. “El correo electrónico no puede ser para cosas urgentes, porque eso te obliga a estar pendiente todo el rato y no filtrar cosas que pueden esperar”, apunta.
Negociaciones pendientes
El derecho a la desconexión digital está reconocido en el Estatuto de los Trabajadores, pero al igual que otros derechos -como el de la vivienda- tiene más recorrido teórico que práctico. "Cada vez va a tener más protagonismo", apunta el secretario general de Pimec, Josep Ginesta. “Es importante negociarlo para evitar protocolos que no sean unilaterales y que ofrezcan garantías reales para limitar la jornada en el día a día, durante las vacaciones e incluso durante las bajas por incapacidad temporal”, apunta la secretaria de acción sindical de CCOO de Catalunya, Cristina Torre.
El problema es que desde la pandemia la negociación está bloqueada y se están firmando pocos nuevos convenios. A la vez que las cuestiones relativas a la desconexión no se encuentran entre las prioridades pactadas en los mismos. "Tenemos que tener margen para negociar, cambiar la legislación podría tener una efecto inhibidor y provocar el efecto contrario al deseado", apunta Ginesta. "Es importante que lo incorporemos en la lógica de la prevención de riesgos laborales", añade.
"Si no desconectas durante las vacaciones no son vacaciones, solo tienes la sensación que has bajado el ritmo. Pero no has llegado a parar. Y eso puede tener consecuencias muy peligrosas para la salud", alerta Baena. Todos los entrevistados para este reportaje reconocen que la desconexión digital está llamada a ser una cuestión cada vez más prioritaria e importante en las empresas. Aunque hay que ponerse, pues no caerá solo del cielo. Y no hacerlo tiene sus riesgos. "La pregunta que nos tendríamos que empezar a hacer antes de enviar un mail o un whatsapp fuera de nuestra jornada laboral es la siguiente: está en llamas la empresa? Si es que no, espérate a mañana o al lunes", apunta Cóppulo.
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