Testimonios

Las voces del paro: "Soy consciente de que si me derrumbo, se viene abajo mi familia. Y voy a evitarlo"

La asociación T'Acompanyem organiza un concurso de relatos donde personas en paro explican como se sienten ante el viejo mal del desempleo

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Gabriel Ubieto

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“El día a día sin trabajo es muy difícil, muchas veces me he planteado pedir dinero en la calle o en el tren, pero claro ya he pasado tantas malas experiencias que no tengo valor de hacerlo”, cuenta Alejandro Ramírez, en paro. “Estar desempleado como emigrante es la peor forma de vida que puedes tener. […] Es hablar de un viacrucis constante y de una lucha por sobrevivir y adaptarse a un medio que se torna muchas veces hostil y pocas veces te tiende la mano”, explica Kay. “No hay nada, ninguna oferta, ningún mensaje, ninguna novedad… nada. Otro día más igual. Me vengo abajo, pienso que soy un ‘looser’. Decido que soy demasiado ‘looser’ para pensar. No pienso”, es el testimonio de un joven que firma como ‘The Vernedian’.

Estas reflexiones podrían ser parte del diálogo de una película como la de ‘Los lunes al sol’, donde unos jóvenes Javier Barden o Luís Tosar retratan las inquietudes, miedos y malestares de las víctimas del paro. Una pandemia que estructuralmente afecta a millones de personas en España y que el covid ha vuelto a remover. Las palabras que abren este reportaje son las de algunos de los participantes del concurso de relatos para desempleados que ha organizado la asociación T’Acompanyem. Con el objetivo de visibilizar el trauma personal que supone querer y no poder trabajar. 

“Os contaré el día a día de mi vida; desde una alcoba pequeña y fría, donde una familia con buenos sentimientos me acogió momentáneamente, hasta que encuentre faena y poder solventar mis gastos”, empieza su historia una desempleada que firma como ‘La soñadora’. El tiempo, la ausencia de control sobre el mismo y la sensación de desaprovecharlo es una pulsión compartida entre las diferentes historias que recoge T’Acompanyem. 

Tener tiempo y no poder hacer nada

“Cuando se está desocupado no se puede evitar la sensación de estar perdiendo el tiempo. ¿Dónde va a parar todo ese tiempo? [...] Va a una caja muy grande, llena de los tiempos de tantos jóvenes como yo que buscan un trabajo retribuido, todos con un pasado bien corto, de sueños rotos y un futuro bien evanescente, de procesos interrumpidos”, se pregunta Margarita.

Gestionar el estar desocupado, que no quieto, es una herida que arrastran estas personas, ansiosas de poder cumplir con lo que se espera de ellas. Con lo que sus familias les reclaman para poder llegar a final de mes sin cambalaches y con lo que la sociedad les ha dicho que deben hacer, pero en muchos casos no les deja. “El covid no solo ha dejado un gran rastro de muerte en el mundo entero sino a dejado en indefensión a mucha gente que le ha costado sostenerse sin un empleo aunque este sea precario”, escribe Kay.

Algunos se refugian en el estudio, para intentar formarse y ganar oportunidades para competir en esa partida que para algunos comienza con las cartas marcadas. “Yo no pude estudiar, sino que a los 13 años tuve de comenzar a trabajar al igual que mis hermanos para poder colaborar en la economía familiar. Ahora, después de 50 años, uno se da cuenta de la gran repercusión que tiene el nacer en una familia con posibles o en una como la mía”, cuenta otro de los participantes. 

Otros recurren al asociacionismo o a un voluntariado, para seguir aportando a la sociedad y gritar bien alto aunque solo sea para sus propios oídos que siguen teniendo mucho con lo que contribuir. “Hoy me refugio en programas con entidades sociales haciendo voluntariado para no perder el ritmo, adquirir nuevas experiencias y sentirme útil colaborando para algunas entidades en Barcelona”, explica Alejandro Ramírez.

La obligación de resistir

Sus relatos no esconden -el anonimato de un pseudónimo hace esa carga más liviana- la crudeza de no poder escoger, como les pasaba a Bardem y Tosar, entre otra cosa que no sean ‘los lunes al sol’. “Cada vez encontrar trabajo en este tiempo de pandemia se pone más difícil. Por temor al contagio ya no tenemos salidas a casas, gimnasios, cafeterías, etc. para limpiar, lo que antes era una manera de ganarse algo de dinero”, afirma otra participante. “Ahora que estoy desempleada voy a hacer todo aquello que siempre quise hacer, además de buscar trabajo, claro. […] Ahora que tengo tiempo, debo resolver el puzle de mi existencia”, cuenta Evie. 

Los escritores de T’Acompanyem viven con la paradoja de tener tiempo, pero no poder escoger (o tener muy poco margen) qué hacer con él. Sufren con la carga de ser responsables no solo de su tiempo, sino el de sus seres queridos. “En la lóbrega noche pienso en las consecuencias que me está trayendo el desempleo. Soy consciente de que, si me derrumbo, se derrumba mi familia también y eso voy a evitarlo; seguir siendo la fortaleza y el muro que la sostiene”, concluye su relato ‘La soñadora’.

Buzones abiertos hasta el 16 de abril

Las personas interesadas en enviar sus relatos para participar del concurso literario organizado por T'Acompanyem pueden presentarlos hasta el 16 de abril. Los interesados deben hacer llegar su escrito al correo tacompanyem@gmail.com. Los premios van de 300 euros para el ganador, 150 euros para el segundo premio y 50 euros para el primero. Las bases se pueden consultar en su página web.

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