AGRICULTURA 4.0

Así se transforma la agricultura gracias al desarrollo tecnológico

Abaratar costes, mejorar la productividad o reducir recursos y despilfarro. Los desarrollos tecnológicos como la Inteligencia Artificial, la ciberseguridad, el blockchain o Internet de las cosas están cambiando la forma de tratar la agricultura.

Abaratar costes, mejorar la productividad o reducir recursos y despilfarro. Los desarrollos tecnológicos como la Inteligencia Artificial, la ciberseguridad, el blockchain o Internet de las cosas están cambiando la forma de tratar la agricultura

Agricultura y tecnología

Agricultura y tecnología / economia

Fran Leal y Nora Benito

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Las nuevas tecnologías están cambiando las formas de producir, reducir costes, aumentar las capacidades y tomar decisiones basadas en una mayor información. Es lo que se conoce como Agricultura 4.0 o Agricultura Inteligente.

En palabras de Javier San Martín, profesor de EAE Business School, el término de Agricultura 4.0 “surge de aplicar a la producción agrícola las tecnologías habilitadoras digitales que están posibilitando la transformación digital de los diferentes sectores productivos”.

Estas tecnologías son, habitualmente, las diez siguientes: el cloud computing, la ciberseguridad, la robótica autónoma y colaborativa, la integración de sistemas, la realidad aumentada y virtual, las técnicas de simulación, la fabricación aditiva (impresión 3D), Internet de las cosas (IoT), el blockchain y la Inteligencia Artificial, Big Data y analítica.

¿Cuál es el objetivo del uso de estas tecnologías?

“Conseguir que la mayor parte de los datos sean captados automáticamente por sensores y analizados de forma automática a través de técnicas de Big Data e Inteligencia Artificial y utilizando capacidad de proceso en la nube”, aclara el profesor San Martín.

“Eso ofrece una capacidad de análisis masivo de datos en muy poco tiempo y, por tanto, permite al agricultor tomar las mejores decisiones basadas en toda la información disponible. Son técnicas válidas para agricultura, ganadería, pesca y selvicultura”, añade.

Prevenir incendios, controlar la alimentación del ganado, realizar cambios genéticos en las variedades y diseñar semillas que consuman menos agua o que sean resistentes a determinadas enfermedades. Todo ello ya es posible gracias a Internet de las cosas.

Además, gracias a la agricultura de precisión (a través de fotografías hechas por satélite o drones), se pueden detectar zonas en las que hay que aplicar trabajos contra plagas, donde existe pobreza de cultivo y hay que surtir de fertilizantes, e incluso para graduar la necesidad de agua. De esta forma se abarata la explotación, se mejora la productividad y se conoce de antemano cuándo es el momento de la cosecha, al mismo tiempo que reduce la necesidad de recursos.

Pero no solo los nuevos desarrollos pueden mejorar la producción, sino también ayudar a reducir el despilfarro de alimentos gracias a las tecnologías de planificación de demanda, evitando sobreproducciones gracias al mayor y mejor conocimiento del mercado y los productos agrícolas que este requiere con exactitud. Además, tal y como apunta San Martín, ayuda a buscar usos alternativos a alimentos de calidad inferior a los que los mercados admiten, por ejemplo, a través de nuevos usos para preservar la riqueza del producto en momentos en los que no hay salida comercial, como a través de técnicas de deshidratación.

La gestión del agua, un reto para todos

Uno de los grandes retos a los que se enfrenta la agricultura tiene relación con el agua y su gestión. Para conocer un poco más al respecto, hemos hablado con Gonzalo Delacámara, coordinador del Departamento de Economía del Agua de la Fundación IMDEA Agua, quien nos ha desvelado que, “a día de hoy, la agricultura sigue consumiendo en torno al 70% del agua extraída en el país. Esto conduce a situaciones de sobreexplotación, bien de las aguas superficiales o, con cierta frecuencia, de las subterráneas”.

En cambio, sí se están haciendo avances en la eficiencia por parcela, lo que ocurre es que ha habido un intenso crecimiento de la producción agrícola en las últimas décadas, por lo que “las mejoras de eficiencia en términos unitarios, se ven superadas por efectos de escala”, explica el experto.

Desde el punto de vista tecnológico, la modernización de los sistemas de riego ha tenido efectos positivos y otros que no lo son tanto. Según Delacámara, a la mejora en la eficiencia por parcela hay que añadirle que los regantes tienen mejor calidad de vida, pues sus labores, gracias a la tecnología, pueden realizarse de manera más cómoda. En cambio, esto genera un aumento del consumo energético en los sistemas de riego y, además, “el ahorro en parcela convierte al agua en un insumo productivo más atractivo, de modo que termina consumiéndose más en términos absolutos (efecto rebote)”.

En cuanto a las tendencias que podrían imperar en el futuro, una de las que han cobrado protagonismo en los últimos tiempos es la hidroponía, la “técnica para cultivar sin ninguna clase de sustrato (pues se desarrolla solo en agua, en la que están disueltos los nutrientes y otros elementos necesarios para el desarrollo de las plantas)”, concreta Delacámara. Desde su punto de vista, “es una alternativa eficaz ante la escasez de agua y los problemas ambientales que conlleva la eliminación de las aguas de drenaje con altos contenidos en elementos químicos”, pero invoca a la paciencia.

La realidad es que están conviviendo diferentes tipos de agricultura, y “reemplazar sistemas de cultivo más tradicionales demanda una transición”, sostiene. Pero como ocurre con toda tendencia, deberá asentarse en su entorno, donde “la investigación aplicada y el desarrollo tecnológico en hidroponía deben hacerse compatibles con otra serie de medidas para reducir las presiones de la agricultura sobre el agua”.