¿Son cosmopolitas los ejecutivos de la City?
Jordi Alberich
Economista
JORDI ALBERICH
Los análisis del por qué del 'brexit' se han multiplicado en los pocos días transcurridos. Las lecturas son diversas, si bien su mayoría se articulan alrededor de la contraposición entre localistas y cosmopolitas, considerando como la máxima expresión de estos a los ejecutivos de la City londinense. Me sorprende y me pregunto qué es cosmopolitismo.
El diccionario señala que cosmopolita es la persona que se mueve por muchos países y se muestra abierta a sus culturas; el lugar donde confluyen personas de diversas naciones o costumbres; o bien el ser vivo que puede habitar en la mayor parte de los climas o lugares. Bien, a la vista de dichas definiciones, me pregunto si la condición de ejecutivo de la City, o de cualquier otro gran centro financiero, lleva aparejada la de cosmopolita.
Estas personas, sin duda, viajan, almuerzan en Londres y ven amanecer en Singapur, pero muy raramente se mezclan con alguien que no forme parte de su colectivo. Tendrán la tez blanca, negra o asiática, pero todos ellos habrán estudiado en 'business schools', compartirán aficiones, lucirán las mismas marcas, harán del inglés su idioma, y perseguirán un mismo objetivo profesional. Pero difícilmente se habrán rozado con los menos favorecidos de su propia ciudad.
Unas ciudades donde, atendiendo a la segunda consideración del diccionario, si que confluyen personas de culturas muy diversas. Pero la mayoría de dichos ejecutivos jamás habrá tejido afectos en los barrios que no forman parte de su circuito habitual, si es que alguna vez los han pisado.
Y acerca de la tercera acepción , es cierto que residen en ciudades de todo el mundo, pero sin abandonar sus hábitos y espacios comunes, hasta el punto de que metidos en su apartamento u oficina, no puede distinguirse en qué parte del planeta se hallan.
Parece que no responden a la definición de cosmopolitismo. Y aún menos a aquella concepción, de comunidad moral de todos los humanos, que adquiere cuerpo intelectual con Immanuel Kant quien, por cierto, no necesitó salir de su localidad natal de Konigsberg para desarrollar sus extraordinarias aportaciones. Y es que, seguramente, una cosa es ser cosmopolita y otra, valiosa pero distinta, es hablar inglés y saber moverse por aeropuertos, hoteles, y espacios exclusivos que se repiten por todo el mundo.
Siento rechazo por algunos argumentos que han estimulado un 'brexit' que cuesta de entender. Pero, en cualquier caso, no ha sido por esa fractura entre localistas y cosmopolistas. Ha sido, esencialmente, entre perdedores y ganadores del capitalismo de las últimas décadas, aunque a éstos últimos les guste autodenominarse cosmopolitas. Recuperemos el buen capitalismo y dejémonos de distorsionar el sentido del cosmopolitismo.
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