EL FUTURO DEL GIGANTE ASIÁTICO

China en la encrucijada

La trabajadora de un banco cuenta billetes de 100 yuanes en la ciudad china de Hifei, en China.

La trabajadora de un banco cuenta billetes de 100 yuanes en la ciudad china de Hifei, en China.

PABLO ALLENDESALAZAR / MADRID

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La sorpresiva devaluación del yuan frente al dólar acometida esta semana por las autoridades chinas cogió por sorpresa a los inversores y provocó fuertes caídas en las bolsas mundiales. Sin embargo, es solo un bache más en el difícil y arriesgado camino emprendido por Pekín para pasar de un modelo económico basado en las exportaciones a otro centrado en el consumo interno.

La economía china era una de las  más prosperas del mundo hasta el siglo XVIII, pero comenzó a declinar en el XIX y empeoró bajo el régimen de Mao (de 1949 a 1976). En 1978, el Partido Comunista decidió abrir la economía de forma controlada al mercado e impulsar las ventas al exterior, lo que le permitió lograr un crecimiento medio anual sin precedentes del 9,5% hasta el 2010.

MODELO AGOTADO

Este modelo, empero, comenzó a dar muestras de agotamiento con el estallido de la crisis y la consiguiente caída de la demanda de sus principales países compradores. El crecimiento cayó del 10,4% del 2010 al 7,4% del 2014 (su nivel más bajo en 24 años), lo que llevó al nuevo presidente, Xi Jinping, a anunciar en el 2013 un programa de reformas hasta el 2020 que busca, entre otros objetivos, fomentar el mercado interior para no depender tanto del exterior.

Este cambio de paradigma, sin embargo, está enfrentándose a muchos problemas, particularmente este año. Pekín ha anunciado una previsión de crecimiento (que en su caso funciona más como un objetivo) del 7%. Sin embargo, el Fondo Monetario Internacional augura una expansión del 6,8% en el 2015 y del 6,3% el próximo año.

El Gobierno afirma que el crecimiento fue del 7% en el segundo trimestre. Sin embargo, muchos inversores dudan de las cifras oficiales y temen que la realidad sea peor (se habla de tasas de entre el 4,5% y el 6%). Un miedo que ha crecido tras las tres devaluaciones del yuan de esta semana, interpretado en parte como una medida para reactivar las exportaciones (cayeron el 7,3% hasta julio).

«El 7% es el crecimiento mínimo para crear empleo y evitar tensiones sociales. El mayor reto de China es asegurar un nivel de crecimiento suficiente porque es el que da legitimidad al régimen  del Partido Comunista», explica Jaume Giné, profesor de Esade Law School y exsecretario general de Casa Asia.

La devaluación, de hecho, no es la única medida económica excepcional adoptada por Pekín en los últimos meses. Así, ha lanzado un plan de inversión en infraestructuras de 150.000 millones de euros y ha recortado los tipos  oficiales en varias ocasiones. Además, ha tenido que hacer frente al pinchazo de su burbuja bursátil (se desplomó hace unas semanas tras haber subido un 150% en el último año y medio), que dejó atrapados a 90 millones de pequeños inversores, con medidas como la creación de un fondo público para sostener las acciones.

Con todo, la mayoría de los expertos estima que la situación del país está lejos de ser crítica. «Consideramos que China tiene potencial para alcanzar un crecimiento sostenible: abundancia de recursos naturales y elevada población que podría sustentar la demanda interna. Con un crecimiento superior al 5%, no consideramos que China se haya parado», apunta Rubén López, analista de XTB.

El profesor Giné matiza que el país afronta una década de menor crecimiento y «no ha avanzado en la transición a un modelo económico más abierto». Ninguno de los grandes bloques económicos del mundo, añade, «desea que exploten los problemas sociales latentes» en el país, porque es la segunda economía del mundo y «no hay potencia que le pueda sustituir» en su aportación al crecimiento mundial. Pero «si no se abre más el sistema político, es difícil que corrija sus problemas», advierte.

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