¿Quién pinchará la burbuja?
Recién concluida la temporada liguera, la clasificación final no depara grandes sorpresas. Compruébenlo ustedes mismos: comparen la tabla clasificatoria de Primera División con el ranking de los presupuestos de los clubs; detectarán escasas diferencias. La principal atañe a la cabecera, pues el presupuesto del Real Madrid es el 5% superior al del FC Barcelona, pero en la Liga ese orden se ha invertido. Del tercer al séptimo puesto, los que otorgan pasaporte para disputar competiciones europeas, las variaciones entre la disponibilidad económica de cada club y la puntuación obtenida son mínimas. Y en la zona de descenso se hunden, igualmente, tres de los cuatro clubes más precarios: Córdoba, Almería y Eibar. Las diferencias entre las cuentas de los líderes y los colistas son, por supuesto, abismales: por cada euro de que dispone el Eibar, las entidades azulgrana y blanca tienen 40.
Pero abramos el foco a Europa. De los últimos 10 títulos de la Champions League, tres (por ahora) descansan en las vitrinas de Camp Nou y uno en las de Santiago Bernabéu. Los seis restantes los conquistaron el Liverpool, Milan, Manchester United, Inter, Chelsea y Bayern de Múnich. Todos ellos, con presupuestos sensiblemente más bajos que los del Barça y el Madrid.
¿Cómo puede mantener la liga más cara y competitiva del mundo una economía del sur como España, ahogada por la deuda pública y con un producto interior bruto (PIB) muy inferior al de Alemania y el Reino Unido? Pues del mismo modo en que llegó a construir más viviendas que toda Europa junta durante el boom del ladrillo: endeudándose sin miramientos. La burbuja futbolística podría llegar a ser un buen negocio para marcas globales como el Barça y el Madrid, pero para los restantes clubs el resultado siempre será ruinoso. Máxime si para mantener el invento es preciso que Hacienda haga la vista gorda con el fútbol de élite mientras estrangula a la pequeña y mediana empresa, los trabajadores autónomos y los asalariados.
Esta es la cuestión de fondo que late bajo la aspiración de los clubs más modestos, amparados por el Consejo de Ministros, de negociar de forma colectiva los derechos de emisión del fútbol televisado. Los grandes, que literalmente juegan otra Liga, reclaman conservar la mayor porción de un pastel del que son bastante más que la guinda para así mantener su expansión internacional. Pero las deudas asfixian a sus rivales y amenazan con matar la gallina de los huevos de oro. Y es que, aunque tengamos una Liga por encima de nuestras posibilidades, nadie osa pinchar la burbuja.
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